Nunca te será tan fácil salvar una vida como en la Feria del Libro de Madrid
Los escritores tenemos pánico de coincidir en una caseta firmando con algún famoso que le haya dado por publicar un libro
Llega la Feria del Libro de Madrid y llega una fiesta donde la literatura es la gran invitada, pero no la única. Habrá algún día en que existirán solo ferias del libro para la literatura, para escritores de literatura, donde no haya youtuberos y donde no haya presentadores de televisión, ni cocineros, ni actrices, ni famosos. Yo creo que he estado en casi todas las ferias del libro de España. Todas proclaman la presencia de la literatura, pero todas, en mayor o menor medida, acaban cediendo su espacio a las personalidades mediáticas. Pero para qué quieres el libro firmado de un cocinero o de un famoso de la televisión. Para qué. Bueno, todos los libros importan.
Los escritores tenemos pánico de coincidir en una caseta de la Feria de Madrid con algún famoso que le haya dado por escribir un libro, o porque se lo escriban. Puedes ver la cola del famoso y deprimirte. Ay, a ver si Iñigo Errejón visibiliza también en la política parlamentaria esas depresiones de los escritores que firman siete u ocho novelas en dos horas de exposición pública frente a los doscientos libros que firma una estrella juvenil con un público enardecido que grita su nombre. No es bueno mezclar churras con merinas. Todo vale en el mundo del libro, lo único que no beneficia a nadie es la mezcla. Eso es lo que quiero decir. La legitimación del libro es universal e incluso fraternal. Todo el mundo puede escribir un libro si es ese su deseo. La democracia llama a la participación social infinita. Todo hombre o mujer puede celebrar su vida en ese ámbito del papel impreso. Sin embargo, se impone una protección sanitaria de la literatura que no va más allá de no confundirla con las más diversas e ilimitadas manifestaciones sociológicas del mundo del libro.
Hay, también, cosas muy cómicas en una Feria del Libro: el baño de humildad que necesitan muchos ilustres literatos exquisitos, que viven alejados del mundo del lector. Y, sobre todo, quien necesita un baño de humildad es la crítica literaria, cuyo divorcio con el mundo del lector jamás había alcanzado la intensidad que tiene ahora. En sociedades complejas, la crítica solo es opinión, una opinión más en un mar de millones de seres opinando en las redes. Las opiniones cualificadas resultaron ser otro tipo de superstición. El mundo del libro se parece a la física cuántica. Se están borrando las fronteras. Una novela puede ser literatura para muchos, para otros un producto comercial, para otros un horror impreso, y esa novela es y no es literatura, según quién la mire.
Solo una cosa es cierta: sin lector no existe la literatura. Hemos llamado literatura al encuentro de dos soledades complejas: la del lector y la del autor. Ese encuentro es la maravilla. Ese encuentro es un triunfo de la vida. Un escritor de literatura no necesita vender un millón de ejemplares, pero sí cuando menos veinte mil. Mejor treinta mil. Lo dejamos en cincuenta mil. Necesita esa presencia del lector, no hacen falta legiones de lectores, pero sí unos cuantos miles. La física cuántica de la literatura me sigue asombrando, me sigue enamorando. Pero es mentira lo que acabo de decir: necesitamos legiones de lectores, necesitamos millones de seres enamorados de nuestro libro, así nos va. Sin legiones de lectores, los escritores se deprimen. Lo mejor que puedes hacer por un escritor deprimido es comprarle no un libro, sino tres, uno para ti, otro para tu novia o tu novio, y otro para tu madre. Y salvas una vida. Nunca te será tan fácil salvar una vida como en la Feria del Libro de Madrid.
Babelia
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