La competición de Cannes no quiere a España
Salvo las películas de Pedro Almodóvar y alguna otra excepción con filmes de Isabel Coixet y Albert Serra, no hay títulos españoles en el concurso más importante del mundo del cine desde hace décadas. ¿Es por desprecio, desconocimiento, por falta de calidad o por no cumplir las reglas?
En esta edición de Cannes, la 76ª, la industria cinematográfica española saca pecho ante la condición de España como país invitado de honor del Mercado de cine, que se celebra a la vez, aunque organizativamente no tenga relación con el festival de Cannes. Se han multiplicado los encuentros, los invitados, incluso el estand de España, situado en uno de los tres sótanos del Palacio de festivales habilitados para este encuentro —con 12.500 acreditados y unas 4.000 películas entre proyectos y productos acabados—, ha ganado en espacio, con una zona preparada para entrevistas con agentes de ventas, productores o cualquiera que quiera hacer negocio con la delegación hispana.
Pero arriba, en el certamen, la cosa sigue igual: otro año sin película española en la competición. En la pasada edición, Albert Serra, cineasta crecido en las diversas secciones del festival, sí concursó con Pacifiction. Sin embargo, salvo él, los títulos de Pedro Almodóvar y en 2006 El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, y en 2009 Mapa de los sonidos de Tokio, de Isabel Coixet, no ha habido presencia española en ese apartado desde hace décadas. En cambio, países como Italia suelen tener cada año varios filmes: en este 2023 coinciden hasta tres generaciones de cineastas de ese país en el concurso. ¿Qué pasa con España?
En esta edición, de forma similar al año pasado, hay películas españolas en diversas secciones. Dentro de la oficial, en Sesiones Especiales están el mediometraje Extraña forma de vida, de Pedro Almodóvar, y Robot Dreams, de Pablo Berger. En la competición de cortos, con lo que opta a la Palma de Oro de este formato, concursa Aunque es de noche, de Guillermo García López. En Cannes Première vuelve Víctor Erice con Cerrar los ojos. En la Quincena de Realizadores ayer se proyectó Creatura, el segundo largometraje de Elena Martín Gimeno. Y en la Semana de la Crítica se estrena otro corto, Contadores, de Irati Gorostidi. Sin embargo, falta un título a concurso, una ausencia tan llamativa como habitual. En puridad, España solo ha ganado una Palma de Oro, la del cortometraje Timecode, de Juanjo Giménez, en 2016. La Palma de Oro a Viridiana, de Luis Buñuel, vino con otra bandera, la mexicana: la mayor parte de la financiación la puso el productor Gustavo Alatriste, marido de la protagonista, Silvia Pinal; una pequeña cantidad procedió de Laponia Films, una empresa montada por Elías Querejeta con excompañeros de sus tiempos como futbolista en la Real Sociedad, y otra la desembolsó Pere Portabella.
Albert Serra, el último español en concursar, lo tiene claro: “Porque no estamos conectados con el resto del mundo, aún sobrevivimos con un concepto que está obsoleto, que es el de la cinematografía nacional. Evidentemente, todavía existen los arquetipos geográficos, pero el hecho de ser muy conocido en tu país no significa nada. Es mejor tener pocos seguidores en muchos países”. El director de Pacifiction coproduce sus películas con Francia, “hasta el punto de que para ellos soy francés y formo parte de la promoción de su cine en el extranjero”, una labor que realiza el organismo gubernamental Unifrance. “Hay que participar de las tendencias mundiales formales y temáticas. Y por supuesto, colaborar con Francia, un país que tiene acuerdos bilaterales de coproducción con Alemania y Portugal, pero no con España. Con eso está todo dicho”. Confirmación de esta importante labor de conexión es que tanto Pacifiction como As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, las películas españolas que hicieron ruido en Cannes en la pasada edición, posteriormente lograron premios en los César, los galardones del cine francés.
Almodóvar ha sido durante años el abanderado español en La Croisette, y ni siquiera para él fue fácil. “A veces se olvida que yo pasé por todos los festivales antes de participar aquí”, cuenta el cineasta. “Hasta fui miembro del jurado de la sección oficial en 1992 antes de que una película mía concursara en 1999 en Cannes. Me da vergüenza, porque al menos todos los años hay un filme español con calidad suficiente como para concursar. Hubo un momento, en pleno franquismo, que en Cannes competía una película española cada año porque en ese momento éramos un país exótico”.
Efectivamente, el productor Elías Querejeta llegó a tener dos filmes a concurso en una edición, algo que solo se volvió a ver en 2009, cuando concursaron Los abrazos rotos, de Almodóvar, y Mapa de los sonidos de Tokio, de Isabel Coixet, y fuera de la competición se estrenó Ágora, de Alejandro Amenábar. “No lo ponen fácil”, resume Almodóvar, “y a mí me irrita mucho, porque a veces les recomiendo alguna película y ni caso”. Desde que en 1992 El sol del membrillo, de Víctor Erice, ganó el Premio del Jurado, ningún otro filme español, excepto los de Almodóvar, ha triunfado en el palmarés. El último en hacerlo fue Antonio Banderas, mejor actor en 2019 gracias a Dolor y gloria, de Almodóvar. Ese mismo galardón se lo llevó en 2010 Javier Bardem por Biutiful, de Alejandro González Iñárritu, que también tenía dinero español.
Beatriz Navas, directora general del ICAA, el Instituto de la Cinematografía del Ministerio de Cultura y Deporte, cuenta en el estand de España en el Marché du Film, el mercado: “Si uno analiza las películas a competición, es obvio que tienen un vínculo fuerte con Francia. O bien son coproducidas con Francia, o detrás de ellas están agentes de ventas [las empresas que ofertan las películas a las distribuidoras mundiales] francesas. De una manera orgánica nos vamos acercando a ello; es cierto que la mayor parte de las coproducciones españolas se hacen con Francia y Argentina, pero es que la coproducción no es habitual en nuestra industria”. Algo se contradice con las cifras: según el Observatorio Audiovisual Europeo, España fue en 2021 el tercer país europeo en producción de largometrajes (120) y el primero en documentales (133).
Más detalles que alejan al cine español de la competición. “Para estar ahí tienes que tener una distribuidora en Francia, que se garantice su estreno en salas. ¿Cuántas películas españolas adelantan este paso? Pocas”. Ese detalle, el de la distribución en salas, es el que impide la participación de Netflix en el concurso; en cambio, AppleTV+ y Amazon Studios (creadora de contenidos para Prime Video) están estrenando en cines antes de llegar al streaming. Los exhibidores franceses forman parte del patronato del festival, y tienen peso en esas decisiones. “En todo caso”, subraya Navas, “fijémonos en qué nombres aparecen este año en el concurso, pesos pesados con un status quo que pone en valor sus trabajos”.
Jaime Rosales, otro cineasta que ha participado en diversas secciones del certamen francés, apunta por teléfono: “Se nos olvida que concursan solo una veintena de películas. No es fácil, tampoco ganamos siempre el Mundial de fútbol. Además, en la competición entran películas autorales con cierto presupuesto, de una decena de millones de euros, de un tamaño que en España no se da”. Y además, insiste sobre un detalle artístico: “Tampoco somos tan radicales como algunos de esos filmes”.
Es cierto que ser país invitado del mercado da un empuje industrial. Este honor comenzó el año pasado y en aquello ocasión lo recibió India. “El ser país de honor en el Marché du Film es parte de un proceso en el que la prominencia del cine español, tanto en lo artístico como en lo industrial, va en ascenso”, cuenta Navas. En el pabellón de España estarán representadas 48 empresas con 830 proyectos y hay profesionales seleccionados para proyecciones en diversos apartados del mercado: Cannes Docs (donde se han seleccionado cuatro filmes en desarrollo), Short Film Corner, Goes to Cannes, Animation Day, y 13 productores españoles participan en el Spanish Spotlight de Producers Network. Los Spanish Screenings participan en el programa Goes to Cannes, con la presentación de cinco proyectos en desarrollo. Y en el Animation Day, que se celebra hoy domingo, también se muestran proyectos españoles. El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, mostraba su satisfacción el miércoles en la apertura del Mercado: “Vivimos un gran momento, y esto se ve hasta en la comercialización e internacionalización del cine español. Trabajamos a la vez para que nuestro cine sea más conocido y para que las plataformas vengan a rodar a España”.
Para Thierry Frémaux, el delegado general del certamen, que por cierto habla perfectamente español, los programadores de Cannes sí están atentos al cine hispano: “Luchamos porque el cine español esté en Cannes y Pedro Almodóvar es un habitual. En los últimos años, ha aumentado la presencia del cine español en las salas francesas y en este certamen. Hay una nueva generación de creadores como Rodrigo Sorogoyen que se suma a los grandes autores”. Frémaux no habla de las películas que no están en el certamen, y apunta como gran éxito de este año “la presencia del maestro Víctor Erice en la Sección Cannes Première”.
Otra fuente del certamen desvela que si Cerrar los ojos, de Erice, está en ese apartado y no en otros superiores, se debe a que no pudieron verla, ya que el director de El espíritu de la colmena ha rematado su cuarto largometraje hace apenas unos días. Curiosamente, Frémaux contó en la presentación del festival en abril, que no había sabido hasta seis meses antes que Erice estaba con un nuevo trabajo. No había fluido la información.
Durante el gobierno de Mariano Rajoy, Frémaux llegó a contar a la prensa española que ese ejecutivo ni le invitaba a ver películas. Navas, en cambio, asegura que ahora esa relación fluye, que hay numerosos viajes de trabajo a Madrid de los festivales de todo el mundo. “Y así pueden ver las películas en la sala de cine que hay en el Ministerio, porque somos partidarios de que vean los filmes en pantalla”. Al menos, esa queja ya está solucionada.
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