_
_
_
_

Arte religioso ruso al servicio de la geopolítica

Putin entrega a la iglesia ortodoxa el icono más preciado de la antigüedad rusa

Russia
'La Trinidad', de Iván Rublev.
Pilar Bonet

El icono más preciado de la antigüedad rusa —”La Trinidad”, pintado por Andréi Rublev (siglo XV)— va a ser entregado a la Iglesia Ortodoxa rusa en virtud de una “decisión” del presidente Vladímir Putin. La transferencia, a la que se oponen muchos restauradores y expertos en arte de todo el país, puede ser fatal para este tesoro artístico.

Además de esta obra, y también por voluntad de Putin, la Iglesia Ortodoxa recibirá el sarcófago del príncipe medieval Alexandr Nevski (siglo XIII), un exquisito trabajo de plata del siglo XVIII, que se conserva en el museo del Hermitage de San Petersburgo. “La Trinidad”, por su parte, se guarda en la galería Tretiakov de Moscú desde que fuera confiscado por los bolcheviques en los años veinte del siglo pasado.

La iglesia ortodoxa rusa ha apoyado la guerra de Putin en Ucrania, ha bendecido a los soldados y les ha prometido la salvación si perecen en el campo de batalla. La simbiosis entre Estado y la institución religiosa, que básicamente ha sustituido al partido comunista de la URSS en tanto que ideología, es estrecha, pero esta transferencia de bienes culturales pertenecientes al pueblo ruso va mucho más allá, pues no sólo instrumentaliza los sentimientos religiosos de los fieles, sino que parece responder a una concepción oscurantista de la religión.

En una nota de prensa, la Patriarquía de la Iglesia Ortodoxa asegura que Putin actuó en “respuesta a las numerosas peticiones de los fieles ortodoxos”, aunque de hecho no se tiene constancia de tales peticiones en la actualidad. El patriarca Cirilo, por su parte, alegó que él se había limitado a pedirle al jefe del Estado que le prestara el icono durante dos semanas para exponerlo en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, con ocasión de la fiesta de la Trinidad que se celebra el 4 de junio. “Solo podíamos soñar con que esta reliquia fuera devuelta a la iglesia para que nuestro pueblo pueda rezar ante este objeto sagrado”, dijo Cirilo. Y añadió que Putin personalmente había tomado la decisión de devolver el icono y el sarcófago.

Alexandr Nevski es considerado el protector de los soldados rusos. Con ocasión de la Pascua ortodoxa, este año Putin visitó a sus mandos militares que guerrean el frente de Ucrania y les entregó la copia de un icono. En el pasado, en momentos difíciles para Rusia, sus dirigentes han recurrido a la Iglesia Ortodoxa en busca de una cohesión social. En 1943 Stalin cambió su política religiosa y exhortó a los ortodoxos a movilizarse espiritualmente en nombre de la victoria de la URSS contra el nazismo.

En las atribuciones de Putin en tanto que jefe del Estado no figuran transferencias como las que viene de realizar.”El presidente de la Federación Rusa no tiene competencias para disponer de los objetos pertenecientes al Estado, incluidos en los fondos museísticos rusos (…) y nunca las tuvo””, escribe Andréi Vorobev, que fue jefe del catálogo estatal del fondo museístico de la Federación Rusa además de subdirector de la galería Tretiakov. El experto se muestra convencido de que la decisión presidencial ha abierto la caja de Pandora y que “necesariamente tendrá continuación”. De acuerdo con distintas leyes y directrices sobre los fondos culturales rusos, la transferencia de patrimonio cultural estatal a la iglesia exige que los bienes transferidos no sean patrimonio del pueblo ruso en su conjunto y que se formalice un acuerdo especial de “custodia responsable” bajo la égida del ministerio de Cultura.

En este caso, la entrega se hace en base a una “decisión” presidencial, que hasta ahora, que se sepa, no ha sido formalizada como edicto, pero nadie duda de que la entrega, teóricamente temporal, se formalizará a todos los niveles correspondientes y que las instituciones culturales se someterán al deseo del presidente, sean cuales sean las consideraciones de sus responsables.

Elizaveta Lijacheva, la nueva directora de la galería Tretiakov, ha advertido de los serios riesgos que corre “La Trinidad”, que consta de “tres tablas mal sujetas entre sí”. “La Trinidad es la contribución rusa más importante a la iconografía cristiana” y lo esencial en ella “no es el sentido religioso sino el sentido artístico”, dijo Lijacheva a la agencia Tass.

“Hoy el significado sagrado del monumento es más importante que su valor artístico”, manifestó a su vez el director del Hermitage, Mijaíl Piotrovski. “El Hermitage parte del supuesto de que, en el actual momento geopolítico para los destinos del país y la paz social en él, la unión de las reliquias con el sarcófago (…) adquiere un sentido especial”, explicó. En 1922, el sarcófago de Nevski fue separado de sus restos, que tras pasar por el museo del Ateísmo en época comunista, están ahora-- en calidad de reliquias—bajo la custodia de la Iglesia Ortodoxa.

En noviembre de 2009, Piotrovski calificó de “anormal” que “las iglesias pidan (a los museos) la devolución de sus iconos”, según citaba la agencia Rosbalt. En 2010, el director del Hermitage opinó que, gracias a los museos, se habían podido salvar monumentos eclesiásticos al ser estos transformados en objetos de exposición museística. “El resto o bien desapareció o bien fue a parar a colecciones privadas”. La opinión pública y los expertos impidieron por entonces que el ministerio de Cultura transfiriera el icono de la Trinidad.

Los conservadores de arte rusos llevan muchos años advirtiendo que no se pueden entregar las obras de arte de los museos, que se encuentran en unas condiciones especiales de conservación, con temperaturas y grado de humedad estable, y en el caso de la Trinidad en una cámara acristalada especial.

La Trinidad solo ha abandonado la galería Tretiakov en dos ocasiones, al ser evacuada durante la Segunda Guerra Mundial y el año pasado cuando fue cedida temporalmente a la iglesia ortodoxa por unos días. A su vuelta a la ubicación habitual, los conservadores de la galería encontraron cerca de 60 desperfectos en la obra.

Oficialmente Rusia es un estado laico y la entrega de la Trinidad a la iglesia ortodoxa se hace sacrificando su valor artístico a favor de su valor religioso, pues la Iglesia Ortodoxa ve estas obras sobre todo como un producto sacro, con independencia de su valor artístico. En virtud de legislación promulgada en la década de los noventa, el Estado restituye paulatinamente a los ortodoxos parte del patrimonio inmobiliario que poseían antes de la confiscación de sus bienes por el régimen comunista. El Estado no siempre satisface las exigencias de la Iglesia Ortodoxa, que pide mucho más de lo que puede asimilar.

Mientras el paisaje ruso sigue poblado por muchos viejos templos en ruinas, la Iglesia Ortodoxa construye nuevos edificios, a menudo de dudoso gusto estético. En San Petersburgo estas construcciones responden al lema “una iglesia para cada patio de vecinos”. Moscú, por su parte, impulsó un programa de construcción que se llama “doscientas iglesias”.

Los objetos transferidos serán conservados de acuerdo con las exigencias de la Tretiakov y del Hermitage, según dijo el presidente del consejo de cultura de la patriarquia, metropolita de Pskov, Tijon (de nombre Shevkunov), considerado el director espiritual de Putin.

Para los comunistas la cultura ocupó el lugar de la religión. Hoy en Rusia la religión sustituye a la cultura. Es una idiotez”, dijo el director de cine, Alexandr Sokurov.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_