_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Aleksandr Nevski' , una cumbre del cine

El pretexto histórico de Aleksandr Nevski, primer filme sonoro de Sergei Mijailovich Eisenstein, es la batalla que tuvo lugar sobre las aguas heladas del lago Peipus, próximo a Novgorod, el 5 de abril de 1242. Se la recuerda como la batalla de los hielos, y en ella, un ejército invasor de mercenarios alemanes -una auténtica apisonadora de hierro, dirigida por temibles guerreros profesionales de la orden de cruzados llamada de los Caballeros Teutónicos- fue aniquilado por un ejército ruso ligero, casi improvisado, de extracción campesina, bajo el mando estratégico del príncipe de Novgorod, Alejandro Nevski, que burló a la hasta entonces invencible maquinaria de guerra teutónica mediante una de las trampas más audaces de la historia del arte de la emboscada. Uno de los resortes históricos del nacionalismo ruso nació de la leyenda urdida por los siglos alrededor de esta gesta y de este príncipe.El filme se rodó en el verano de 1938. Stalin ultimaba, al borde mismo del desencadenamiento de la segunda guerra mundial su hipócrita pacto de no agresión con Hitler y al mismo tiempo preparaba psicológicamente al pueblo soviético para la guerra El filme Aleksandr Nevski fue una de esas medidas de mentalización. Se trata, por tanto, de una película de encargo político, una especie de filme consigna, que no era el primero de esta especie en la filmografía de Eisenstein, puesto que 10 años antes había realizado La línea general, filme que sirvió como banderín de enganche y propaganda de un plan quinquenal para la colectivización del campesinado soviético.

En el verano de 1938 ya estaban en los aires rusos otras consignas, además de la de mentalizar al pueblo para la resistencia frente a una eventual invasión nazi. Se mascaban también la consigna de deificación del líder -el llamado después por Jruschov "culto a la personalidad"- y las directrices estéticas del llamado "realismo socialista". Eisenstein, hombre formado en las filas de la vanguardia soviética de los años veinte, se plegó aparentemente a estos mandatos, pero sólo aparentemente. En la versión del filme, el ajuste didáctico a las consignas es continuamente desmentido por la tremenda originalidad de las imágenes, por la irresistible cadencia del montaje e incluso por la concepción del suceso filmado, en el que la glorificación del líder -es decir, la ecuación Nevski igual a Stalin- es sutilmente desmentida por las geniales secuencias de la batalla -que: componen uno de los momentos cumbres del cine de todos los tiempos-, en las que la figura del caudillo-santo se desvanece para volcarse la balanza del interés de la película hacia el platillo del pueblo resistente, de la imaginación popular como auténtico aguijón que condujo al desastre alemán sobre los hielos quebradizos del lago Peipus.

El filme, pese a su ajuste mecánico con las consignas políticas antes citadas, pese a la potencia de sus imágenes y a la perfección del crescendo musical de su estructura rítmica, no les gustó a Stalin y a sus burócratas. Cuando era proyectado en lass alas públicas de Moscú y Leningrado, en las plazas de las aldeas o en las naves de las fábricas, las ovaciones de los espectadores sobrevenían sospechosamente sólo en los momentos de oscurecimiento o paso a segundo término del líder -pese a estar interpretado Nevski por el popular y extraordinario actor Nicolai Tcherkassov-, y esto, en un cineasta que, como Eisenstein, medía los efectos sensoriales y emocionales de cada uno de los planos de sus filmes con meticulosidad de relojero y exactitud de matemático, no podía en absoluto ser casual. Y de esta manera, el más grande monumento filmado del nacionalismo ruso hizo torcer los bigotes a más de un nacionalista encaramado en la cúpula de la dictadura burocrática, comenzando por el propio dictador burócrata.

Aleksandr Nevski es hoy, casi medio siglo después de realizada, una película que parece inventada ayer. Tal es su frescura y su perfección, que conserva involuntariamente el aroma y el empaque de los pocos instantes eternos indiscutibles de la imaginación de este tiempo o de cualquier tiempo.

La película fascina, cautiva nada más comenzar, y se mantiene en una línea poemática llana, de tipo expositivo, a mitad de camino entre lo ético y lo burlón, hasta que, bien adentrado el tiempo del filme, éste se precipita hacia arriba en un vuelo poético vertiginoso, hacia la cumbre cinematográfica de la gran batalla y su resaca, secuencias que contienen imágenes que hay que guardar en la memoria como se guardan los acordes de una gran composición. sinfónica. La insuperable fotografía de Eduard Tisse -que hizo prodigios en los estudios de la Mosfilm, rodando en pleno verano las secuencias de la batalla sobre el lago helado- y la bellísima música de Sergei Prokofiev están tan dentro de la imagen eisensteiniana, son parte tan inseparable de la unidad del filme, que no es posible imaginarlas fuera de él.

Aleksandr Nevski se emite hoy a las 22.30 horas por la segunda cadena.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_