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100 AÑOS DE LOLA FLORES

100 HISTORIAS

DE LA MUJER QUE VIVIÓ SIN LÍMITES

Ir al contenido Fotografía: Gorka Lejarcegi

100 años de Lola Flores: 100 historias de la mujer que vivió sin límites

Hoy, 21 de enero, es el centenario del nacimiento de la artista. Estos pequeños relatos (unos jocosos, otros trágicos) reconstruyen una trayectoria sin parangón

Si su mentirijilla hubiese funcionado, hoy no estaríamos aquí celebrando su centenario. Durante mucho tiempo, Lola Flores convenció al mundo de que había nacido el 21 de enero de 1928. Incluso organizó una rueda de prensa para enseñar su pasaporte, que había falsificado a bolígrafo, convirtiendo el 3 en un 8. Cosas de ella. Años después, apareció una partida de nacimiento en Jerez de La Frontera, donde se descubrió la fecha exacta: 21 de enero de 1923. La artista se había quitado cinco años. Poca cosa, dirán algunos; no para ella. Es difícil encontrar a una persona a nivel cultural y mediático en España con tanto carisma como La Faraona. Tan desmesurado era su carácter, que algunas veces no dejó ver nítidamente un talento para la interpretación de un cancionero racial y apasionado. Lola Flores hubiera cumplido este sábado 100 años. Sin embargo, se fue a los 72, en 1995, después de luchar mucho tiempo contra un cáncer de mama. Pero, ¿se ha ido realmente? Hay que concluir que no: su vigencia musical (pregunten a C. Tangana o a Rosalía) permanece sólida, y su huella como personaje está siempre ahí, con docenas de anécdotas que hoy nos siguen sacando una sonrisa. Y esta es la mejor manera de celebrarla: contando sus inigualables historias. Hasta 100 pueden leer a partir de ahora…


Los porros y el puchero

Los ciclos de la vida para Lola Flores constaban de cuatro días. Así se lo contó a Jesús Quintero en una de sus célebres reflexiones: “Se puede hacer de todo en la vida: te das una rayita un día, y no pasa nada; te fumas un porro, y no pasa nada; te puedes emborrachar un día con vino tinto, y no pasa nada. Todo se puede hacer en la vida… con método. Y, después, tres días tranquilo bebiendo agua mineral y comiéndote un pucherito muy bueno con una pringá”.

Vídeo: CANAL SUR

¿Pionera del ‘hip hop’?

Lola Flores empezó en la posguerra cantando copla y por el camino fue de las primeras rumberas, adalid de la fusión flamenca y, dicen los más entusiastas, de las primeras hiphoperas. Se refieren a piezas que interpretó en los setenta como Cómo me las maravillaría yo, en realidad más un trabalenguas chisposo que un hip hop. Pero nos gusta esa idea de ella inventando el hip hop. Pues la compramos…

Su primer gran éxito

Fue El Lerele, canción de Francisco Muñoz y Genaro Monreal que lanzó a la artista en los años cuarenta. La letra habla de las tradiciones, los quereles y las supersticiones de la etnia gitana.

El undivé de Lola y Rosalía

Su canción El Lerele, utiliza términos como Undivé (Dios en caló), la misma palabra que canta Rosalía en su éxito Malamente. Tanto significó para Lola Flores esa pieza que, en los ochenta, cuando se compró una casa en la urbanización La Moraleja (Madrid) le puso de nombre El Lerele. En la vivienda se criaron los tres hijos que tuvo con Antonio González, todos cantantes: Lolita, Antonio y Rosario. La casa la vendió esta última en 2018 por (dicen las crónicas de sociedad) dos millones de euros.

Aunque presumía de ello, no era gitana

Por fisonomía, actitud y temperamento, ha sido un error frecuentísimo confundir a Lola con una artista de etnia gitana. Ella lo desmintió con más frecuencia que énfasis, sobre todo porque le parecía un demérito no serlo. Manuel, el abuelo materno, se ganaba la vida como vendedor de aceite y era el único que aportaba sangre calé al árbol genealógico. Pero en la reivindicación y orgullo hacia un pueblo perseguido y tantas veces estigmatizado había también algo de ese insólito carácter contestatario de La Faraona. “Me siento gitana sin serlo, al contrario de lo que le pasa a tanta gente. Será porque una es como el salmón ese…”, presumía.

Vídeo: CANAL SUR

Sexo por dinero

Dentro de las vicisitudes por las que tuvo que pasar al principio de su carrera, en los años cuarenta, la cantante recordó un día nefasto en el que se acostó con Adolfo Arenaza, anticuario y empresario del espectáculo Zambra, protagonizado por Lola Flores y Manolo Caracol. La artista pidió prestadas a sus padres 50.000 pesetas (de los cuarenta) para poder instalarse en Madrid (tenían un bar en Jerez, que vendieron) y encaminar su carrera. Y quería devolverles el dinero cuanto antes. Arenaza se los prestó a cambio de una noche juntos.

La copla que burlaba la censura

La copla fue largamente denostada con el regreso de la democracia, cuando una precipitada asociación de ideas con el franquismo hizo que la intelectualidad la considerase rancia. En realidad, incluía unas dosis de realismo y amoralidad que habrían reventado todas las alarmas de la censura en cualquier otra disciplina. Y uno de los ejemplos más vehementes lo protagonizó Lola en 1946 con La Salvaora, otra de sus piedras angulares. Una escucha atenta destapa un argumento truculento: la protagonista es una mujer malvada y pérfida, sí… cuyo amor se disputan ¡un padre y un hijo! El joven parece pecar de inexperto, pero el mayor también acaba perdiendo la cabeza: “Quien te puso Salvaora / qué poco te conocía / El que de ti se enamora / se pierde pa toa la vía”.

La folclórica verde

Cuando pocos utilizaban términos como “cambio climático” o “calentamiento global”, Lola Flores lo explicaba perfectamente: “Yo no digo nada, pero el hombre está acabando con la naturaleza. Lo que hay que hacer es plantarlo en vez de cortarlo, y no echar tantas cosas por lo alto y arreglar el planeta este, Tierra, donde estamos todos”.

Contra la “guarrada” del destape

El primer trabajo de Lola tras la muerte del dictador fue un espectáculo de variedades estrenado en febrero de 1976 en Xairo, el antiguo club Fontorio, una flamante sala madrileña que el compositor Alfonso Santisteban había impulsado un par de años atrás (también con Lola en el plantel). En la entrevista que concede el 13 de febrero al diario Pueblo para promocionar el espectáculo (rescatada por Juan Ignacio García Garzón en su biografía, Lola Flores: El volcán y la brisa), La Faraona demuestra su disgusto con el curso de los tiempos. “Es una guarrada lo que se está haciendo ahora en las revistas y en el cine, hombre. Eso no es arte ni es nada, solo un destape desaforado. El arte está en otro sitio, no donde esas creen”. Lola deslizó que su Lolita acababa de perder tres papeles por no aceptar desnudos.

Y luego posó desnuda

Solo con la parte inferior de un biquini negro. Así salió Lola para la portada de la revista Interviú del 14 de septiembre de 1983. “Perdona la osadía de romper la frontera de tu intimidad para regalar la geografía apasionante, nerviosa y gitana de tu cuerpo”, rezaba el rijoso texto introductorio. La publicación tenía apariencia de robado, pero estaba pactado: por lucir “las mamellas” (como ella se refería a los pechos) cobró, según las fuentes, entre cinco y seis millones de pesetas. Y la revista superó el millón de ejemplares de tirada.

La trola de The New York Times

Ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, alguien está contando que un día The New York Times publicó sobre Lola Flores: “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”. Por muchas veces que digamos que aquello nunca se publicó en el prestigioso diario, la trola sigue su curso. Como comprobó en la hemeroteca del diario Diego A. Manrique en 2016 y refrendó Carlos Yárnoz en 2021 (ambos para EL PAÍS), aquello nunca ocurrió. Cristina Cruces, catedrática de la Universidad de Sevilla, ofreció, también para este periódico, la clave de esta historia: “Se trata de una de esas muchas mentiras tan bien traídas que merecería la pena que fueran ciertas. Pero es mentira”.

El personaje por encima de la artista

La jerezana se transformó, como tantas folclóricas españolas, en un personaje exagerado y televisivo en los años ochenta y noventa. Al mismo tiempo que destaca su repertorio desde los años cincuenta a los setenta con “canciones memorables”, el escritor Fidel Moreno escribe en su fundamental libro ¿Qué me estás cantando?: “La presencia del clan Flores en la prensa rosa y en programas televisivos vulgares hacía muy difícil creer que debajo de esa hojarasca de salero hubiera algo que mereciera la pena”.

La muerte de su hermano siendo adolescente

“Ojos verdes y moreno. Para mí, el ser más bonito del mundo”. Así definía la artista a su hermano menor, Manolo, cuya muerte por enfermedad con 16 años fue la gran pena de su vida.

Las mujeres que marcaron su camino

Sus referentes de niña eran Imperio Argentina, Estrellita Castro, Carmen Amaya y Pastora Imperio.

En bautizos y comuniones

Lolita Flores Imperio de Jerez. Así es como se presentó (nombre por obra de un amigo de la familia) para sus primeras actuaciones profesionales, cuando era una adolescente. Bailaba y cantaba en fiestas populares, bautizos y comuniones.

Turbulenta relación con Caracol

Lola Flores y Manolo Caracol fueron exitosa pareja artística y tumultuosa pareja sentimental. Él estaba casado y ella siempre intuyó que era una relación con fecha de caducidad. Después de la función se iban de juerga y la cosa solía acabar en trifulcas entre la pareja. Una relación tóxica en toda regla. Pero en el escenario su pasión ardía en unas representaciones que entusiasmaban a un público que percibía esa volcánica tensión sexual. Solo hay que ver para comprobarlo estos dos minutos y medio de La niña de fuego.

Pidiendo por las casas

En sus primeros y precarios meses en Madrid (años cuarenta), su madre y ella se vestían de luto e iban a pedir por las casas contando que “eran una viuda y su hija y necesitaban dinero para enterrar al padre”. Era mentira: el padre estaba vivo, buscando trabajo y confiando en que la madre y la hija consiguiesen unas monedas para que la familia pudiera comer.

“Las peleas de gallos ingleses”

Cuando Lola Flores hablaba de que Manolo Caracol, además de ser un genio del cante, era un “absolutista y de complicado carácter” se refería a esto: “Las cualidades que debe tener un cantaor flamenco son: primero, gustarle el vino, gustarle las mujeres con locura, gustarle el tabaco, gustarle los toros, gustarle las peleas de gallos ingleses… y después cantar con el alma y el corazón”. Son palabras del propio Caracol.

Un nombre que no le cabía en el pecho

Aunque Lola Flores pasó a la posteridad con el mismo nombre que figuraba en su DNI, María Dolores Flores Ruiz, durante los primerísimos compases de su carrera barajó el sobrenombre de Imperio de Jerez, en homenaje a la bailaora Pastora Imperio (uno de sus grandes referentes en la infancia) y, evidentemente, a su ciudad natal. Incluso sus primeras tarjetas de visita incluían la doble denominación: “Lolita Flores Ruiz Imperio de Jerez. Bailes y canciones. Sancho Vizcaíno, 5. Jerez de la Frontera”. Aquel cúmulo de bautismos para una misma artista era, claro, un despropósito que duró muy poco. “Aquel nombre no me cabía en el pecho ni en el pellejo; ni en los carteles de mano, que eso era lo peor”, resumía la interesada con su característico gracejo.

Las juergas de la taberna Los Leones

A la niña Lolita la ayudó sobremanera la tesitura familiar, sobre todo que su padre adquiriese experiencia regentando negocios de tabernas. En Jerez tuvo varias, como El Pavo Real o La Fe de Pedro Flores, e incluso llegó a aventurarse en la calle Sierpes de Sevilla con El Ocho. Pero la más determinante acabó siendo Los Leones, en la jerezana calle Sol. Lola fue muy elocuente en las memorias que le escribió Tico Medina: “A ese sitio iban a bailar y cantar los mejores gitanos de Jerez, que es como decir los gitanos más artistas del mundo. Y ahí estaba yo, viéndolo todo, en el paraíso. Y participando”.

El debut profesional con 16 años

Fue el 10 de octubre de 1939, con 16 años y en lo más crudo de la posguerra. Aún como Lolita Flores Imperio de Jerez, a la que se calificaba en el programa de mano como “joven canzonetista y bailarina”, aquella chiquilla asomó por las tablas del teatro Villamarta, en su ciudad natal, en calidad de telonera de la ilustre Custodio Romero (“la Venus de Bronce”, le decían), que protagonizaba el espectáculo Luces de España. Aun siendo meritoria, a la joven promesa local le compusieron ad hoc un pasodoble que le titularon —buena gana de complicarse la vida— Lolita Flores. Y donde ella se jaleaba con estos versos: “Marecita del Rosario / yo soy Lola, Lola Flores / engarzá por bulerías / a una estrella de colores”. Al estreno le acompañó el éxito de público y crítica, que diría el cronista clásico. En el diario jerezano Ayer escribieron: “Casi una niña, Lolita tiene gracia, donaire, desenvoltura y entusiasmo”.

Lola Flores bailando en la película 'La niña de la Venta', dirigida por Ramón Torrado en 1951.
Lola Flores bailando en la película 'La niña de la Venta', dirigida por Ramón Torrado en 1951.efe

Los Lennon y McCartney de la copla

La primera Zambra que compartieron Lola Flores y Manolo Caracol como “soberanos del arte gitano” y responsables de una compañía propia se estrenó el 18 de febrero de 1944 (el mismo año de Nada, de Carmen Laforet, por cierto), en el Teatro de la Zarzuela, con música de los Lennon y McCartney de la copla, los imbatibles Quintero, León y Quiroga. Lo primero curioso es que el título reverdecía un término en desuso, el que alude a las reuniones festivas flamencas con bailes, cantes, palmas y guitarra, sobre todo las que se habían generalizado el siglo anterior en el Sacromonte granadino para deleite de turistas y viajeros. Aunque muchos ignorasen al principio el significado, lo cierto es que lo de “zambra” acabó erigiéndose casi en franquicia: Lola y Manolo acabarían embarcándose, de manera sucesiva, en espectáculos que hacían hincapié en ese sello propio y a los que titulaban, sin mayores miramientos, Zambra 1945, Zambra 1946, Zambra 1947, Zambra 1948 y Zambra 1949.

Las Zambra en la plaza de toros

Ambiciosos y talentosos a partes iguales, Flores y Caracol jamás imaginaron el éxito que irían cosechando las sucesivas entregas de Zambra. La primera superó las 100 representaciones consecutivas en la Zarzuela, un hito inimaginable, y siguió ofreciéndose a los espectadores en el Teatro Fuencarral cuando el escenario original ya no contaba con más fechas disponibles. Aún más insólito fue el hito de septiembre de 1945: al programarla en Lorca (Murcia), los artistas y empresarios comprobaron que el teatro se les quedaba pequeño y llevaron el montaje ¡a la plaza de toros!

La tensión sexual de La niña de fuego

Lo más curioso de La niña de fuego, una de las tres o cuatro más icónicas de toda su carrera, es que no fue creada ni concebida para ella, a pesar de que la ardorosa tensión sexual entre Flores y Caracol hacía pensar todo lo contrario. La pieza ya se había grabado casi una década antes, en 1935, en los estudios de la ilustre RCA Victor, a cargo de Niño de Utrera, luego exiliado en Argentina por su proximidad con el bando republicano. Pasó completamente inadvertida, igual que la versión, ya en 1944, del cantaor Juanito Varea con la guitarra de Manolo Badajoz. El fuego solo parecía prender en la garganta de Lola, que sublimó aquellos versos flamígeros no solo en Zambra, sino también en Embrujo, su película de 1947.

Ironías del destino

Tras la disolución del tándem Caracol/Flores, la canción más carismática de Lola para la nueva década fue la inolvidable y celebérrima ¡Ay, pena, penita, pena!, que… al igual que en el caso de La niña de fuego, ni se compuso pensando en ella ni se le encomendó el estreno. La interpretó por primera vez, en 1951, Luisa Ortega en el Teatro Calderón, dentro de su montaje La copla nueva. ¿Que quién era esta Ortega? La hija de… Manolo Caracol. En su voz, el nuevo original de Quintero, León y Quiroga pasó sin pena ni gloria.

Más de 600 coplas

¿Cuántas coplas distintas llegó a interpretar Lola Flores en sus frenéticos años cuarenta y cincuenta, los de la gran eclosión de la canción folclórica? Difícil completar un cálculo milimétrico, pero todas las estimaciones hablan de más de 600. Sobre todo, si tenemos en cuenta que los autores trabajaban a destajo ante la elevadísima demanda popular: la primera Zambra comprendía siete números o “estampas”, pero a la altura de la última, apenas cinco años más tarde, el espectáculo se alargaba hasta 29.

Lola Flores también grabó música disco

Comenzó a cantar copla en los años cuarenta y estuvo activa hasta poco antes de morir, en 1995. Se atrevió con muchas de las corrientes musicales que fueron surgiendo en esas cinco décadas. Atención a este Llorando Lola, escrita por un dúo de lujo (José Luis Armenteros y Pablo Herrero, compositores, por poner solo dos ejemplos populares, de Libre —Nino Bravo— o Libertad sin ira —Jarcha―) y que es inflamable música disco. Estábamos en 1979 y las bolas de espejos colgaban de las discotecas. Lola estaba ahí, claro.

Casarse a las seis de la mañana

La boda entre Lola Flores y Antonio González El Pescaílla fue casi secreta. Se casaron a las seis de la mañana en El Escorial y solo asistieron 22 personas, la mayoría familiares y algún amigo artista como Carmen Sevilla o Vicente Parra. El motivo de esta clandestinidad fue que González ya tenía una hija, de tres años, con Dolores Amaya, sobrina de la bailaora Carmen Amaya. Lola Flores, además, estaba embarazada de Lolita, el primero de los tres hijos que tuvo con El Pescaílla. Todo esto con las estrictas leyes gitanas (El Pescaílla y los Amaya lo eran) y en 1952 podía ser muy escandaloso. La familia de los Amaya había amenazado a Lola si se casaba con El Pescaílla. Pero a Lola nadie le paraba los pies.

No me llaméis El Pescaílla

Independientemente de concretar dónde está origen de la rumba catalana, sobre el que existen varias teorías, se puede decir que los máximos difusores fueron Pedro Pubill Calaf Peret y Antonio González El Pescaílla. A este último le lastró su poca producción, ya que prefirió ejercer de compañero de Lola Flores. Un González, por cierto, que nunca firmó como El Pescaílla, sino como “Antonio González”. Eso de El Pescaílla no le agradaba nada. Su mote original era El Pescadilla (luego se perdió la ‘d’), que le gustaba algo más. Un apodo que le venía de tradición familiar: su abuelo vendía pescado y a su padre le llamaban El Sardineta.

Su primera película

El debut cinematográfico, aunque en un papel menor, tuvo lugar en 1940 con la película Martingala, de Fernando Mignoni, un peculiar pintor y cineasta de origen italiano. La acompañaba al cante Pepe Marchena y su número clave era Pimientos morrones. Pero todos quedaban eclipsados en la cinta por el baile de Carmen Amaya.

No solo canción andaluza

Nuestra Niña de Fuego no solo interpretó música de filiación andaluza. En Un alto en el camino, película de Julián Torremocha filmada en 1941, podemos escucharla recreando la canción popular Castilla, Castilla mía en una escena rodada en el teatro de Talavera de la Reina que evocaba una jornada de feria ganadera.

“Yo contraté a Caracol, que era un divo”

El hecho de que Manolo Caracol, 14 años mayor, fuera un artista ya consagrado cuando comenzó a colaborar con Lola Flores siempre ha llevado a imaginarle como el mentor de la folclórica. Pero Flores desmintió esta versión en una aparición de 1978 en el programa de TVE Cantares. “Yo fui la que contraté a Manolo para mi espectáculo por 550 pesetas cuando él ya era un divo”, le recalcó al presentador, el mítico Lauren Postigo.

Lola Flores crítica con un trabajo de Lola Flores

Embrujo (1947), la consagración cinematográfica del tándem Flores/Caracol, fue una película célebre, pero también muy controvertida. Su director, Carlos Serrano de Osma, quiso introducir elementos fílmicos muy experimentales, como un ritmo de cámaras que pretendía acompasarse con los propios vaivenes del cante flamenco. Era una decisión estética discutible para una película de esa naturaleza, y entre los detractores abiertos de la película se situó… la propia Lola Flores. “Es un camelo, una película sin pies ni cabeza”, llegaría a sentenciar. Otro dato para la heterodoxia de Serrano de Osma: había trabajado para el PCE en los años anteriores a 1936.

La versión cutre del Technicolor

El primer largometraje en la era de Suevia Film (productora de Cesáreo), aún con Caracol como protagonista (La niña de la venta, 1951), no solo es histórico por el contrato millonario que lo propició, sino por la utilización pionera del Cinefotocolor: la versión barata y a la española del Technicolor que estaban implantando los estudios de Hollywood, pero que suponía un gasto inasumible para la párvula industria ibérica.

Como una estrella del rock

La hoja de ruta de Lola en su desembarco americano (abril de 1952) dejaría en paños menores la agenda de cualquier estrella actual del rock. Lola aterrizó en México, pero el periplo incluía, de manera ininterrumpida, La Habana, Río de Janeiro, São Paulo, Buenos Aires, Montevideo, Lima, vuelta a México, Nueva York, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y, de nuevo, Cuba.

Con la bata de cola por América

La agenda promocional mientras hacía las Américas era tan extenuante que la tonadillera no podía desprenderse del engorroso traje de gitana en bata de cola en casi todo el día. Para paliar esta circunstancia, solo podía ir cambiando de un traje a otro: hasta tres al día.

Su debut ella sola

El primer espectáculo teatral de Lola en solitario no llegaría hasta 1954. Se tituló Copla y bandera, por aquello de ahondar en la veta más racial; lo rubricaban (cómo no) Quintero, León y Quiroga y el estreno, en el Teatro Calderón, se quiso hacer coincidir con la emblemática fecha del 12 de octubre. Copla y bandera arrasó, evidentemente.

Persiguiendo a Imperio Argentina

La fascinación, puede que mezclada con algo de envidia, que Flores sentía por la figura carismática de Imperio Argentina la llevó en 1954 a abordar su propia versión de Morena clara, el mítico filme (1936) de Florián Rey, que ha pasado a la historia como el más taquillero del periodo republicano en España. Flores quería incorporar a su repertorio las tres celebérrimas canciones que arrojó aquel musical, El día que nací yo, La falsa moneda y Échale guindas al pavo. Eso sí, su aproximación al personaje de la gitana Trinidad Vargas era más humorístico y sainetero que la concebida casi dos décadas antes por Imperio.

¿Cuáles eran las inclinaciones políticas de Lola Flores?

Así zanjó, por supuesto por las bravas, el asunto político en 1994 (un año antes de morir) en la serie de Antena 3 Coraje de vivir: “He actuado ante políticos de todas las ideas. Y no me he metido en política porque nunca fui a la universidad por falta de recursos. Hoy puedo criticar al político que me dé la gana porque todo me lo he ganado a pulso. Y aparte de lo de Hacienda y otras cosas que he pasado por el camino, aquí en España estaré siempre, mande quien mande, porque estoy orgullosa de ser española”.

Lola, monja

Casi todos los papeles cinematográficos de Lola eran, en mayor o menor medida, trasuntos de su propia figura artística. La excepción más clamorosa la encontramos con La hermana Alegría (Luis Lucía, 1954), que nos permitió descubrirla en el papel de monja. Eso sí, la figura de una monja agitanada y risueña despertó los recelos de la censura, una circunstancia infrecuente en la biografía de la jerezana.

¿De dónde viene eso de La Faraona?

Es, de largo, el sobrenombre más exitoso y extendido, proviene de la película La Faraona que Flores protagonizó en 1956 a las órdenes de René Cardona. La sonoridad y el poderío que evocaba el apelativo acabó resultando una combinación imbatible para el imaginario popular.

Tres tonadilleras de aúpa

Los títulos de crédito de El balcón de la luna (Luis Saslavsky, 1962) plantearon un dilema terrible a Cesáreo González, su productor: ¿a quién colocar primero en aquel explosivo tridente que integraban Lola Flores, Paquita Rico y Carmen Sevilla? La insólita solución pasó por mostrar los nombres de las tres tonadilleras girando en forma de aspa.

A tu vera ganó el pulso

La pasión por Carmen, Paquita y Lola era tan desbocada que muchos espectadores acudían a las proyecciones para ensalzar a su favorita y aplaudirla con más fervor que a las otras dos rivales. Pero quizá debamos admitir, con la perspectiva de los años, que esta batalla también la venció la de Jerez: el número musical más inolvidable de aquel filme fue suyo, nada menos que A tu vera.

Pasión por Lorca

A Lola también le atraía la figura de Lorca, aunque en algunos momentos hayan podido parecer perfiles antagónicos. Lo demostró al incluir en su disco Lola Flores recita poemas de Rafael de León (Belter, 1967) el emotivo Réquiem por Federico, que años después escenificaría en un mítico homenaje al poeta granadino. En concreto, el 29 de diciembre de 1984, en la conmemoración del 50 aniversario de Yerma que dirigió Miguel Narros en el Teatro Español de Madrid.

Película franquista

En 1964, Lola y El Pescaílla aceptaron protagonizar una película de nítido corte nacionalista y afín a la dialéctica franquista. Se titulaba Sinfonía española y contaba, eso sí, con las partituras de un ilustrísimo: Cristóbal Halffter. No olvidemos que aquel año el régimen conmemoraba los llamados “25 años de paz” y que José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, aprovechó para erigir el panegírico cinematográfico Franco, ese hombre.

Los años setenta flamencos

En los años setenta mantuvo Lola el estandarte de las funciones flamencas, aunque sean mucho menos recordadas. La más importante: Ella, la de ayer, la de hoy, la de siempre… Lola, estrenada el 12 de marzo de 1974 en el Monumental de Madrid, con música y letras de Solano, León y Quiroga. La coreógrafa y escenógrafa era nada menos que Pilar López, la hermana de La Argentinita.

Su único chasco artístico

¿Un fracaso en la carrera de La Faraona? Alguno hay, aunque sea difícil encontrarlos. El más doloroso, seguramente, el de Candelas, un espectáculo folclórico escrito por Rafael de León, aunque prefirió ocultarse bajo el pseudónimo de Abraham Vilor. Ni siquiera la dirección y coreografías de Antonio Ruiz Soler (Antonio El Bailarín) obraron el milagro: el estreno, el 17 de noviembre de 1977 en el Teatro Calderón, se vio opacado por el recelo social, en plena transición, hacia un género que en aquel momento se desdeñaba como rémora del franquismo.

La frustrada Bodas de sangre

Lola tenía tanta fe depositada en Candelas que anunció el espectáculo como “el comienzo de una nueva etapa en que interprete más y cante menos”. Embalada, llegó a anunciar su anhelo de erigir una versión de Bodas de sangre junto a su marido y su primogénita, Lolita. Nada de eso aconteció.

Una astracanada con José Luis López Vázquez

El mejor y peor año (a la vez) de la filmografía de Flores, en términos cinéfilos, debemos atribuírselo a 1983. Aquella temporada sublimó su faceta dramática en Truhanes, la memorable película de Miguel Hermoso. Mucho más difícil, en contraposición, resulta ahora mismo reivindicar Juana la Loca… de vez en cuando, una astracanada (muy popular en su día, admitámoslo) en la que compartía cartel con José Luis López Vázquez, Juanito Navarro, Quique Camoiras o Manolo Gómez Bur. Dejémoslo en que ha envejecido mal.

“Cuando yo llegué, ella ya era moderna”

Lola no solo propició el alumbramiento artístico de sus tres hijos, todos ellos de trayectorias muy relevantes. También ejerció el madrinazgo con su paisano Tomás Moreno Romero, alias Tomasito, un heterodoxo radical del cante y el baile. Tomasito debutó en las tablas como bailarín, con apenas 10 años, a la vera de Lola. Corría el año 1980. “Cuando yo llegué, ella ya era moderna”, resumiría el iconoclasta cantante sobre aquel bautismo ante los focos.

En el Olympia con Georges Brassens

El ascendente internacional de La Faraona no fue solo iberoamericano. El 21 de enero de 1960, Flores debutó ante una audiencia atónita y arrebatada en el Olympia parisino, un escenario que ocupó durante tres semanas consecutivas junto a un ilustrísimo de la chanson, Georges Brassens. Fue la primera salida al extranjero de la niña Lolita, que entonces apenas sumaba año y medio pero ya era la salsa en todas las conversaciones. En las comidas, por ejemplo, no dejaba de trastear con los saleros. “Es que mi niña no puede ver er durse. Lo que le gusta es la sal”, exclamaba su orgullosa madre.

La receta que le dio a Brassens

Lola Flores y Brassens establecieron una insólita complicidad, a pesar de que tenían que comunicarse siempre por señas o a través de un intérprete. A Lola le preocupaba que el autor de La mala reputación acabara siempre “hecho porvo” de la garganta, así que le confío su personalísima reseta para aguantar los rigores de la interpretación vocal en vivo. “Cortar una buena rebanada de pan, bien ancha. Luego se tuesta y empapa en vinagre hirviendo, se la pone uno en la garganta y se la lía en una bufanda. Así se cura en un voleo”. La anécdota la relató la inmortal cronista Josefina Carabias en las páginas del diario Ya. Y añadió: “Brassens comprendió la extraña receta gracias a que disponía de un buen intérprete de andaluz-francés que se la transmitió minuciosamente…”.

Friendo sardinas en un hotel de lujo en París

Las estancias de los Flores en la capital francesa siempre tenían lugar en el imperial hotel Jorge V, que le había recomendado su amiga Gloria Lasso. Pero las primeras noches de estancia fueron bastante azarosas, sobre todo para la dirección del establecimiento. Los músicos de la compañía de Lola, todos enraizados en las costumbres gitanas, decidieron reunirse en la habitación de uno de ellos, levantar el colchón y liarse a freír sardinas sobre el somier. La humareda consiguiente hizo que saltaran todas las alarmas, reales y metafóricas.

El día que la matriarca se arrancó a cantar

Quienes la conocieron siempre anotaron que doña Rosario, la madre de la artista, era mujer de voz muy hermosa (a diferencia de Pedro, el padre, que cantaba fatal). El problema de Rosario Ruiz era, quién lo podría imaginar, su enorme timidez. El milagro lo propició Faíco durante la gira neoyorquina de 1960. El 5 de octubre de aquel año, y en plena Quinta Avenida, el bailarín animó a la matriarca a que se arrancase con algún cante flamenco, “aprovechando que aquí no se va a enterar nadie de lo que dice”. Y Rosario asombró a todos los privilegiados testigos canturreando aquello de: “Quítate de la esquina / barbero loco / que mi madre no quiere / ni yo tampoco”. Las crónicas cuentan que el corrillo aplaudió con entusiasmo mientras ella enrojecía de puro pudor.

300 kilos de peso en maletas, más que Cocha Piquer

Muchos paralelismos se han establecido entre el carácter pionero, explorador e intrépido de Concha Piquer y Lola Flores, dos mujeres corajudas, hechas a sí mismas y enormemente valientes, audaces y adelantadas a sus tiempos. Entre las semejanzas conviene anotar lo voluminoso de sus equipajes. Mientras doña Concha popularizó la expresión “el baúl de la Piquer”, la de Jerez admitía que su juego de maletas rondaba en cada gira los 300 kilos de peso (entre otras cosas, porque incluía también comida que le preparaba amorosamente su madre). Al regreso había que descontar el peso de las tarteras…, pero añadir el de las compras.

Lola Flores y Antonio González, 'El Pescaílla', durante el banquete de su boda, celebrada en El Escorial (Madrid) en 1957.
Lola Flores y Antonio González, 'El Pescaílla', durante el banquete de su boda, celebrada en El Escorial (Madrid) en 1957.efe

“No me he arreglado para reservados”

Como es conocido, a Lola le tiraba la noche. Había veces que se presentaba, sola, en una discoteca madrileña de moda porque sabía que allí se encontraría a su hijo Antonio y a los amigos de este. Para ir de juerga con ellos. Cuando llegaba el revuelo era grande porque todo el mundo la conocía. Una vez, Antonio le dijo: “Vamos a la parte de arriba, que hay un reservado”. Y ella respondió: “Yo no me he arreglado y pintado para reservados. Quiero que la gente me vea”.

Piropo falangista: “Lola, eres la verdad de España”

El ejemplo más explícito de adhesión del oficialismo franquista a la figura de Lola Flores lo encontramos el 12 de abril de 1962, cuando el régimen concedió a la artista el Lazo de la Dama de Honor de la Orden de Isabel la Católica, una distinción que le otorgaba el tratamiento de “Muy Ilustrísima Señora”. El encargado de hacer entrega del galardón fue el ministro secretario general del Movimiento, José Solís Ruiz. “Lola, eres la verdad de España frente al continente hispanoamericano”, la piropeó aquel falangista al que apodaban “la sonrisa del régimen” y que pasó a la posteridad por su lema “más deporte y menos latín”.

El dinero que perdió en el casino

El matrimonio entre El Pescaílla y Lola se prolongó “contra viento y marea” durante más de tres décadas, hasta el fallecimiento de la folclórica, pero sufrió sus peores turbulencias allá por 1966. Antonio González se había sentido atraído por una mujer “de vestidos ajustados” con la que coincidía en las funciones de La guapa de Cádiz, y su esposa, atormentada por la crisis conyugal, se refugió en el juego. Primero fueron las tragaperras, y a renglón seguido la ruleta y el bacarrá. Aquella adicción le costó perder no menos de 250.000 pesetas de la época, según acabaría confesando en sus memorias.

Las joyas de Lola

Siempre le volvieron loca las joyas, una pasión que nunca disimuló y que hizo explícita en la memorable escena televisiva de 1977 en que pierde un pendiente de un millón de pesetas (“mi trabajito me costó”) en plena actuación para Esta noche, fiesta, el programa que presentaba en directo José María Íñigo desde el Florida Park. El valioso ejemplar sería recuperado aquella misma noche junto a la mesa del empresario discográfico Enrique Martín Garea.

El talismán que le dio a sus nietas

Los pendientes no solo eran adornos y símbolos de prestigio a los ojos de Lola, sino también talismán. Por eso les prestaba los suyos desde muy pequeñitas a Elena Furiase (actriz, hija de Lolita) y Alba Flores (también actriz, única hija de Antonio Flores) mientras les repetía: “Las artistas más grandes del mundo van a ser mis nietas”. Era pasión de abuela, sí, pero también olfato. “Mi abuela, como artista, me aportó todo lo que tenga que ver con transgredir”, resumió Elena Furiase en una edición de Imprescindibles, el programa de TVE.

Su canción más disparatada

No hay candidato más irrefutable que Mi mundial 82, el himno oficial de la selección española para el Mundial 82, el que se celebró en España con Naranjito como mascota. La música se la había compuesto Luis Cobos y el estribillo decía: “Gol, gol, gol, mi Mundial-82 / Para la furia española, Lola Flores / Viva España, viva el pueblo / Gol, gol, gol”. El papel del combinado nacional en aquella cita acabó siendo igual de funesto que la canción.

La Barbie gitana

En los años en que decaía su esplendor artístico, Flores buscó fórmulas ingeniosas y hasta estrambóticas para encontrar nuevas fuentes de ingresos. El 31 de enero de 1986, por ejemplo, presentó unas muñecas con su figura que habían creado los chiclaneros hermanos Marín, una especie de Barbie gitana que podía atraer tanto a sus seguidores locales como a los foráneos que visitaran las tiendas de souvenirs. Las réplicas podían adquirirse, además, con varios trajes diferentes que había confeccionado Tomás, el modisto de cabecera de la artista. El éxito de la iniciativa fue muy discreto.

El mejor tributo a La Faraona no fue en España

Seguramente el mejor tributo en vida del que disfrutó Lola tuvo lugar el 13 de mayo de 1990 en el James Knight Convention Center de Miami (“qué pena que no fuese en España”, reprochó la homenajeada). Lo concibió el célebre directivo discográfico Tomás Muñoz, que propició el repaso de los grandes éxitos de la artista a dúo con grandes artistas invitados. El primero en confirmar fue, cómo no, Julio Iglesias, pero en la ilustre nómina también acabarían figurando Rocío Jurado, Celia Cruz, Raphael, José Luis Perales o José Luis Rodríguez El Puma. El álbum resultante, Homenaje (1990), le serviría para relanzar su carrera discográfica.

Su amigo Jesús Gil

Las primeras calles con el nombre de Lola Flores se inauguraron en su Jerez natal y en Benalmádena (Málaga). Pero la más aparatosa tuvo lugar el 16 de agosto de 1994 con la inauguración de la Avenida de Lola Flores en las inmediaciones de Puerto Banús, en Marbella. La placa la descubrió el entonces alcalde de la localidad, el controvertido Jesús Gil y Gil. Y la homenajeada, a la que flanqueaban sus nietas Elena y Alba, le respondió con alabanzas: “Agradezco a este niño grande todo lo que hace por Marbella y por mí”.

Amortajada con la mantilla de Carmen Sevilla

La capilla ardiente de Lola se instaló el 16 de mayo de 1995 en el Centro Municipal de la Villa (hoy Teatro Fernán Gómez) por decisión del entonces alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, pese a que la artista había expresado su preferencia por el Teatro Calderón. Sí que se cumplieron otros dos de sus deseos: aparecer descalza y que la mortaja se realizara con una mantilla blanca que la familia le pidió prestada a Carmen Sevilla.

Separación de bienes

Pocas personas famosas ofrecieron tantos detalles de su vida como Lola Flores. Llegó a contar cómo y con quién perdió la virginidad (con el guitarrista Niño Ricardo, casado y bastante más mayor que ella) y también que tenía separación de bienes con su marido, Antonio González. Así lo explicó en sus memorias, Lola en carne viva: “El amor aparte, yo estaba bien aconsejada. Él trajo al matrimonio lo que tenía, su patrimonio entero, su guitarra. Y yo llevé lo mío, que era mucho, a lo que él renunció en su momento: mis alhajas, mis pisos, mis bienes”.

Lola la lía en el Muñoz Seca

Era verano de 1977 cuando Lola acudió al teatro Muñoz Seca de la capital para ver la obra Madrid, pecado mortal. Dentro de la trama aparecía ella, interpretada por el pionero del transformismo Paco España. A la jerezana no le gustó nada cómo estaba representada y la lio. Paró la función para quejarse de la interpretación, luego acudió a la cola de la taquilla para decir a la gente que era “una basura” y más tarde se lanzó a los camerinos a increpar al elenco, en especial a Paco España, al que le exigió que dejara de encarnarla. El propietario del teatro puso una demanda contra la artista y el juez la condenó por “alterar el orden público”. Dos días de arresto domiciliario y 250 pesetas de multa.

Las noches de Antonio en el cuarto de Lola

Antonio Flores y su madre pasaban muchas noches juntos en la habitación de ella de El Lerele hablando de lo divino y lo humano. Tenían una potente conexión. Consumían horas charlando del cosmos, la espiritualidad, la muerte, el arte…

“Méteme lo mismo que te metes tú”

Lola Flores sufrió como nadie la adicción de su hijo Antonio. Una fuente recuerda esta escena para un reportaje de EL PAÍS: “Lola le mostró el brazo y le dijo: ‘Méteme lo que tú te metes y nos morimos los dos. Venga, chulito, a ver si te atreves a ver cómo tu madre se mete lo que tú”.

Vídeo: CANAL SUR

El after de los famosos

Cuentan (y nadie de los implicados lo desmintió) que había una serie de famosos que (en los cincuenta y los sesenta) acababan viéndose en el aeropuerto de Barajas, el único sitio donde te podían servir una copa cuando todos los garitos de Madrid cerraban. Allí coincidían, entre otros, los actores Paco Rabal y Fernando Fernán Gómez, el cineasta Jesús Franco y, por supuesto, Lola. Barajas convertido en un after de famosos.

Recitar con el puño cerrado

¿Quién puede recitar un poema sobre el amor con más pasión y garra de Lola Flores? Nadie. Se puede comprobar en esta actuación de 1984 sobre un texto de Rafael de León. “Un beso así no quiere decir nada, es ceniza de amor”, recita con el puño cerrado en primer plano. Y como esta mujer tenía una energía inagotable, al final se marca una versión rumbera de Hey, de Julio Iglesias. Arranca con un impetuoso llamamiento: “Jei, Jei…”.

Raptó a un jugador del Atlético de Madrid

Una de las múltiples relaciones de Lola fue con Gerardo Coque, futbolista del Atlético de Madrid durante los cincuenta. Él estaba casado, pero rendidamente enamorado de Lola. Esta le dijo: “Coque, ¿cuánto te paga el Atlético por temporada?”. “250.000 pesetas”, le dijo el futbolista. Y ella le presentó la solución: “Vete del club, yo te pago ese dinero y nos vamos juntos a México”. Y así se hizo. La mujer de Coque le denunció y el juez dictó que el jugador debía pagar 150.000 pesetas a su mujer por abandonar el hogar. ¿A qué no saben quién las abonó? Efectivamente: Lola.

Aburrida y sin amor

“Yo tan joven, con tanto éxito y millonaria. Pero aburrida: no tenía amor”. Así se sentía Lola unos meses antes de sellar su relación con Antonio González.

Desgarrador Perdóname

Lola Flores estuvo trabajando hasta poco antes de morir, a pesar de que el cáncer la devoraba. En los últimos programas de Ay Lola, Lolita, Lola (grabado en 1995 para TVE, semanas antes de fallecer), interpretó Perdóname, de Armando Manzanero. Aunque es un playback, ella se entrega.

El piropo de Piaf

En México, a finales de los cincuenta, coincidieron Édith Piaf y Lola Flores. Se colmaron de elogios. La francesa dijo: “Lola tiene fuego en su arte”.

El tablao que abrió en Madrid

Lola Flores abrió con su marido un tablao en el centro de Madrid llamado Caripen. Por allí se pasaba todo el flamenco de la época. Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Paquera de Jerez, Rocío Jurado… Bebían, cantaban y tocaban. Hoy todavía sigue abierto, ya sin la propiedad de los Flores, como restaurante y local nocturno.

Rosalía ama a Lola

El legado y la leyenda de Lola Flores sigue palpitante. Miren lo que decían estas jóvenes cantantes en el reciente documental (2021) Lola: “No ha habido alguien así. No la habrá. Es que ella era única. Por eso todo el mundo se enamoró de ella y sigue enamorado” (Rosalía); “Es pasión, es garra, es desenfreno” (Nathy Peluso), o “Yo cuando busco poderío, Lola Flores” (María José Llergo).

Vídeo: MOVISTAR

La carga sexual de Que me coma el tigre

Una de las canciones más populares de Lola fue Que me coma el tigre, escrita por el colombiano Eugenio García Cueto y tocada como una especie de vallenato por varios artistas. Lola y El Pescaílla la convirtieron en una rumba fiestera que ambos interpretaron en la película El taxi de los conflictos (1969). Lola ponía toda su guasa cuando ataca estos versos de tanta carga sexual: “Tú lo que quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre, mis carnes morenas. / Tú lo que quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre, mis carnecitas tan buenas”.

Umbral y Lola: empezaron mal, acabaron fenomenal

La relación entre el escritor Francisco Umbral y Lola Flores puede servir de ejemplo para retratar cómo cambió la opinión de muchos españoles sobre la artista. Primero acogida como amiga del franquismo para luego retractarse y abrazarla como referente artístico de una España racial y reivindicable. En una columna para EL PAÍS de 1977, el escritor la definió como “esfinge sobredorada del antiguo régimen”. Con los años y el roce, Umbral comprendió mejor a la figura de Lola Flores. Sirva de ejemplo de su conexión una entrevista que le hizo ella a él en el programa que la folclórica presentaba a principios de los noventa, Sabor a Lolas.

Una copa con todos los españoles

De su aireado comentario cuando tuvo que pagar una multa a Hacienda y que sirvió de chascarrillo al atribuirle la invención del crowdfunding o micromecenazgo (“si una peseta diera cada español…”), lo realmente relevante es cómo terminó esa petición: “Y yo luego me iría a un estadio con todos los que han dado una peseta (o 100) para tomarme una copa con ellos y llorar de alegría”. Así manejaba a las masas La Faraona. De una situación tan apurada ella organizó una fiesta. Pura filosofía Lola Flores.

En contra de la moral imperante

Lola Flores vivió una vida sentimental con la libertad por bandera, en muchas épocas contraviniendo las morales imperantes. Tuvo relaciones con toreros, futbolistas, actores, músicos… Y las ha contado (casi) todas.

La lista electoral del partido de Lola

Hay que tener mucho arte para interpretar una rumba de ley con una temática sobre unas elecciones políticas. Y quedar de lujo: guasona y frenética de ritmo. Fue en 1966 y el pleno franquismo se celebraba el referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado. Lola y El Pescaílla crearon El partido por la mitad, donde la cantante proponía a sus candidatos: El Cordobés, presidente o gobernador; Juanito Valderrama de embajador de Lisboa; el tenista Manolo Santana, “en un buen puesto de senador”; el torero Antonio Ordóñez, director de gobernación; un “puesto para Marisol en el gobierno”, y otro a Carmen Sevilla… Y, por supuesto, ella: “Que voten por Lola Flores para ocupar la Gobernación”. Una maravilla. Por cierto, esta era la canción que estaba interpretando cuando perdió unos valiosos pendientes mientras actuaba en un programa de televisión con público y dijo el famoso: “Ustedes me lo vais a devolver que mi trabajito me costó”.

Una enfermedad de dos décadas

El 1973 le diagnosticaron un cáncer de pecho. Convivió con él 22 años hasta que la mató en 1995.

Otra demostración de la vigencia de la jerezana

Incluso su nombre se ha convertido en un concepto: alegría de vivir, fuera las penas. Un ejemplo. Acaba de editarse la nueva canción del ilicitano Miguel Campillo titulada De fiesta con la Lola Flores. El exlíder de Elbicho afirma: “Está dedicada a todas esas personas que nos dejaron, pero no se fueron…”.

Un contrato digno de Messi

Seguramente Lola Flores sea la primera artista española que firmó un contrato tan suculento en lo económico. Fue a principios de los cincuenta, cuando decidió romper con Manolo Caracol, tanto laboral como sentimentalmente. Entonces el productor Cesáreo González le selló un compromiso por el que le abonó seis millones de pesetas (de los cincuenta del siglo pasado, recordemos): por actuar en Latinoamérica y rodar cinco películas.

Y que toma y que dale

Si se quiere apreciar el particular arte de Lola Flores, sobre todo el de su etapa más histriónica y burlona de los ochenta, solo hay que escuchar Tanguillos de la abuelita. Como si fuese una improvisación, la cantante va recitando (y bailando) una serie de disparatados mensajes que citan los porros, la fiesta, los “hombres rumbosos” que le gustan o la cachiporra. Y que toma, que toma y que toma. Este vídeo emitido en 1982 en un programa de Valerio Lazarov y grabado con público en un vagón de tren es impagable.

Confesó que “solo robó una vez en la vida”

Le sustrajo de la chaqueta 500 pesetas a un tipo en una fiesta. Lo contó muchos años después y aseguró que siempre tuvo un gran cargo de conciencia por aquello. Lo hizo porque su hermana estaba enferma y necesitaban comprar medicinas. Y añadió: “Si la persona a la que robé me escucha, que se pase por El Lerele [su casa de La Moraleja]: se lo devuelvo con intereses y le invito a comer”.

¿Lola Flores artista total, a lo Da Vinci?

Algo de eso hay. Porque también pintaba, unos lienzos de carácter pop y étnico (¿se inventó el racial pop?) que sacó a la palestra para recolectar dinero cuando apretó Hacienda. Una de sus obras acoge una historia propia de ella. Una pintura de mujeres morenas de pelo largo con la zamarra del Athletic de Bilbao en un campo de fútbol y con una copa de campeonas. Lo llamativo es que faltarían años para que el Athletic tuviese sección femenina. “Fue una visionaria. No solo visualizó que el Athletic tendría equipo femenino, sino que sería campeón”, dijo a Marca el responsable del museo del equipo, donde se exhibe la pintura.

Tenía los brazos y el cuello hinchados, pero...

El coraje de La Faraona le salió hasta en su momento físico más bajo. Esto lo contó para EL PAÍS, Eduardo Lago Chirro, productor de Ay Lola, Lolita, Lola, el último programa en el que participó: “Estuvo trabajando hasta el último suspiro. La veías sentada en el camerino y estaba realmente mal. Parecía que se iba a morir. Tenía los brazos y el cuello hinchados. Pero cuando le decían ‘Lola, hay que salir’, dibujaba una sonrisa en su cara e irrumpía en el plató. Era increíble la energía que tenía”.

Morir en casa

Cuando le dijeron los médicos que le quedaba poco de vida y que seguramente estaba mejor atendida en el hospital, ella dijo: “Morir oliendo a penicilina, no. Me voy a mi casa”.

Su último deseo musical

Semanas antes de morir, Lola le daba vueltas a cómo relanzar su carrera musical. Quería hacer un disco con Ketama.

Su pico creativo

Aunque las generaciones que la conocieron en los setenta y los ochenta la reconocen cantando y bailando rumba o flamenco, para muchos su pico artístico lo tuvo en los cuarenta y los cincuenta, interpretando copla y canción española. Y citan tres canciones: ¡Ay, pena, penita, pena!, A tu vera y La Zarzamora.

La oferta de Almodóvar

Nunca se sintió satisfecha con ninguna de sus casi 40 películas. Siempre se consideró desaprovechada. Pedro Almodóvar le ofreció un papel para una participación en una de sus primeras películas, pero ella lo rechazó porque le pareció poco relevante.

El tubo de pastillas

“Me sentaron en el banquillo como si fuera una asesina durante tres días. A punto estuve de tomarme un tubo de pastillas”, dijo sobre su juicio por no declarar a Hacienda de 1982 a 1985. Tuvo que vender su casa madrileña de María de Molina y un terreno para pagar una multa que finalmente se quedó en 52 millones de pesetas. “Fui un conejillo de Indias para dar ejemplo para que el resto empezase a pagar”, dijo.

Su gran baile

Lola Flores cantó mucho y habló por los codos. Sin embargo, uno de los momentos más recordados de su carrera es ese en el que no dice una sola palabra. Es en esta filmación de dos minutos y 50 segundos para la película Sevillanas (1992), de Carlos Saura. Un baile rebosante de estética y garra.

La pelea entre Carmen Sevilla y Lola

La rivalidad no siempre amistosa con Carmen Sevilla se agudizó durante los años setenta, con balance netamente favorable para la entonces mujer del compositor Augusto Algueró. El ilustre Pedro Olea se quedó en Sevilla para la apreciable No es bueno que el hombre esté solo (1972) porque La Faraona pedía 100.000 pesetas más que su rival y acabó prefiriendo ese mismo año el papel protagonista de El asesino no está solo, irrelevante película de Jesús García de Dueñas. Sevilla también arrebataría consecutivamente a Flores otros dos largos, La noche de los cien pájaros y Las siete cucas. “Ella tiene amigos en el cine y yo, no”, resolvería la escocida perdedora de esta confrontación.

La psicología de Schommer

El 28 de julio de 1974, el diario Abc publicó una imagen de Lola a cargo de uno de los fotógrafos más influyentes del siglo, Alberto Schommer, que incluyó a la tonadillera dentro de una serie a la que había bautizado Fotos psicológicas. Y la visión con que reflejó a la retratada da idea de que en aquel momento proyectaba una imagen de mujer algo anacrónica y venida a menos: la protagonista porta una hogaza de pan en la mano izquierda y un cuadro de la Virgen de las Angustias en la derecha mientras, en un segundo plano, un torero y un futbolista sostienen una pancarta que reza “¡Viva España!”.

Se fue en los brazos de Carmen

Ninguno de los tres hijos ni el marido tuvo el privilegio de vivir el último aliento de la artista. Como confirmó Lolita, su madre murió “en los brazos de Carmen Mateo, su secretaria, confidente y amiga”.

Morir de pena

Tras su muerte y la de su hijo Antonio 14 días después, El Pescaílla cayó en una profunda depresión. Murió en 1999, cuatro años después de la mujer con la que había estado 38 años. Falleció de una enfermedad hepática, y de pena.

Cada día más viva

La leyenda de Lola Flores no termina con estas 100 historias. En 2021, 26 años después de su muerte, protagonizó el anuncio más visto de la temporada, con 600 millones de visualizaciones. Gracias a la tecnología la artista resucitó para volver a ser referente de la autenticidad. Nadie como ella.

Créditos

Diseño: Ana Fernández
Dirección de arte: Fernando Hernández
Desarrollo: Carlos Muñoz




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