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Carlos Berlanga, la Movida pintada

El icono del pop español quiso ser, ante todo, pintor. Una exposición a los 20 años de su muerte reivindica su papel protagonista en el efervescente panorama plástico de los ochenta

Amalia Bulnes
'Carlos Berlanga con copas', fotografía de 1982 que se exhibe en la exposición 'Carlos Berlanga. El eterno retorno'.
'Carlos Berlanga con copas', fotografía de 1982 que se exhibe en la exposición 'Carlos Berlanga. El eterno retorno'.ALBERTO GARCÍA-ALIX

Podría decirse que Carlos Berlanga (Madrid, 1959-2002) fue un genio a su pesar. Un talento innato para la creación, que brotaba de manera espontánea y que, sin embargo, contrastaba con su tendencia autodestructiva y un carácter hipersensible e inseguro que le frenó para profundizar en sus múltiples aptitudes artísticas. Exactamente así lo definió el director de cine Pedro Almodóvar, para quien firmó el cartel de su película Matador: “Esa increíble facilidad impidió que creciera en él la idea de disciplina que todo artista necesita para arañar sus límites”.

Si no los arañó, sí supo acercarse a ellos, otear el abismo desde el filo del acantilado. Fundador junto a Alaska y Nacho Canut de grupos referenciales en la Movida madrileña como Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides y Alaska y Dinarama, Carlos Berlanga expandió los límites artísticos de su padre, el cineasta Luis García Berlanga, hacia la música con letras que escribía de una vez, casi distraído, a veces en servilletas en un bar, hasta convertir esas improvisaciones en himnos atemporales como Perlas ensangrentadas, A quién le importa, Cómo pudiste hacerme esto a mí

'Cebras' (ca. 1983).
'Cebras' (ca. 1983).Carlos Berlanga

No obstante, todo el que lo conoció —y así lo reconocía él mismo— supo que siempre fue más pintor que músico, aunque esta última faceta lo catapultara a una gloria que no decae con el paso del tiempo y de su muerte prematura a los 42 años. “Dibujaba compulsivamente sobre cualquier papel, mientras charlábamos”, asegura el artista Pablo Sycet, amigo y poseedor de un legado de más de 200 obras del malogrado creador. Sycet es el comisario de la exposición Carlos Berlanga. El eterno retorno, que puede verse estos días en el convento de Santa Clara en Sevilla (y hasta el 5 de marzo de 2023) en lo que supone un homenaje a “su talento multidisciplinar, capaz de pintar obras fascinantes y de componer un hit en 10 minutos con una guitarra a la que le faltaba una cuerda, o dar vida en cómic a personajes tan irrepetibles como Elena Nito, Paul Vazo, o Nylon de Kooning”.

En El eterno retorno hay varios ejemplos de esa inmediatez: “Por ejemplo, cuando se acercaba a merendar y echar la tarde conmigo y otros amigos, cogía las invitaciones a exposiciones de otros artistas que me hubieran llegado por correo ese mismo día y las intervenía”, relata Sycet, director asimismo de la Fundación Olontia de Arte Contemporáneo, que custodia la obra plástica de Carlos Berlanga junto con otros creadores plásticos referenciales de la efervescente década de los ochenta en España.

“Comencé a coleccionar su obra prácticamente desde que nos conocimos —recuerda el comisario—, porque me gustaba mucho esa manera tan talentosa y particular de inspirarse en sus devociones —Dalí, Picasso, Cocteau, Stuart Davis, Matisse— para incorporarlas a sus obras”.

'Fan fatal', 'collage' de Carlos Berlanga de 1989.
'Fan fatal', 'collage' de Carlos Berlanga de 1989.Carlos Berlanga

Entre las piezas más antiguas que se muestran en Sevilla destaca el cuadro inédito hasta hoy —e inacabado— Una dama a cuatro manos, pintado a medias con su padre a mediados de los setenta, o una preciosa piedra pintada y barnizada de 1977, que realizó “para venderla en el puesto que ponía cada domingo con Nacho Canut en el Rastro de Madrid, donde conocieron a Alaska”, recuerda Sycet. Llega en su recorrido hasta un cuarto de siglo después con sus pinturas y collages postreros, realizados en los últimos meses de 2001, el último invierno de su vida, para la que sería su presentación en la edición de 2002 de la Feria Arco en Madrid, dentro del estand de la galería Palace de Granada. “Fue una actividad que nunca abandonó y se prolongó hasta el final de sus días”.

La muestra se completa con las aportaciones de la colección privada de Pedro Almodóvar, que ha cedido unos coloristas acrílicos sobre lienzo y piezas en papel, y recupera su única escultura conocida, de 1995, realizada sobre madera. Pero Carlos Berlanga, como miembro de esa gran familia, ese proyecto colectivo que fue la Movida, no camina solo en esta exposición. Sus obras están acompañadas por dos grandes bloques temáticos: por una parte, un conjunto de retratos protagonizados por el propio Berlanga y realizados por los fotógrafos más conocidos de su generación: Alberto García-Álix, Javier Vallhonrat, Jaime Gorospe y Pablo Pérez-Mínguez, entre otros; y por otra, una selección de más de 30 obras de un conjunto de artistas que compartieron momentos de su vida personal y creativa: Alaska, Pedro Almodóvar, Nacho Canut, Juan Carlos Eguillor, Fabio McNamara, Carmen Santonja o Gloria Van Aerssen.

Carlos Berlanga fotografiado por Jaime Gorpospe.
Carlos Berlanga fotografiado por Jaime Gorpospe.Jaime Gorospe

Como curiosidad, un cuadrito de pequeño formato firmado por Guillermo Pérez Villalta que debía haber servido de portada del disco Deseo carnal (Alaska y Dinarama, 1984) pero que fue finalmente excluido y se exhibe ahora por primera vez. “El disco se iba a llamar en origen De sol a sol, por lo que Guillermo se inspiró en ese motivo. El cambio de título obligó a cambiar el arte gráfico y dejar inédita la ilustración”, explica el comisario.

'El espíritu Chanel', pintura de 1994.
'El espíritu Chanel', pintura de 1994.Carlos Berlanga

El cartel de Matador, un retrato de Alaska titulado sencillamente Olvi (1994), lienzos de títulos tan poperos como El espíritu Chanel y la obra seriada Personajes en paisaje metafísico, de noviembre de 2001, su última producción, consiguen en esta exposición “ganar una batalla más después de su marcha” en la reivindicación del estatus de Carlos Berlanga como artista plástico. “Por fin parece que comienza a cumplirse su último sueño: que su labor como pintor e ilustrador fuera reconocida con el mismo poder de convicción que su talento para componer melodías inolvidables”.

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