Los autores españoles buscan su lugar en el mundo tras la Feria de Fráncfort
El mayor encuentro internacional del libro se clausura con una mezcla de optimismo por el aumento de traducciones y el pesimismo por las perspectivas económicas
El escaparate de una librería en la simpática calle Berger, en un barrio residencial muy agradable del este de Fráncfort, muestra una gran selección de autores españoles: Esther Tusquets, Miqui Otero, Luis Cernuda, Adelaida García Morales, Cristina Morales, Almudena Grandes, Andrea Andreu o Fernando Aramburu. Es una consecuencia de esta feria del libro, la más importante del mundo, que se clausuró este domingo en esta ciudad del sur de Alemania y que ha estado dedicada a España, con la presencia de más de 200 autores que han intervenido en casi 50 actividades.
El Pabellón de España, un espacio espectacular en el que se mezclan la madera de colores claros, los audiovisuales y las estanterías repletas de traducciones con el recuerdo de Carmen Martín Gaite, simbolizada en un cerezo, se encontraba el sábado por la tarde, cuando la Feria estaba abierta al público y no solo a los profesionales, lleno de gente que deambulaba entre los libros, mientras se celebraban diferentes mesas redondas llenas hasta la bandera. El programa literario ha sido la punta del iceberg de algo mucho más profundo: intentar que los editores alemanes, y los internacionales en general, se interesen mucho más por la producción literaria en español, catalán, vasco o gallego; que el escaparate de la librería de barrio de Fráncfort se repita en toda Alemania, sin necesidad de ferias.
Daniel Fernández, director de Edhasa, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) y un veterano de Fráncfort que ha recorrido muchos kilómetros por sus pasillos a lo largo de los años, destacaba el domingo por la mañana que la impresión mayoritaria de los profesionales españoles del libro era buena, aunque no existen cifras oficiales de venta de derechos. La Feria de Fráncfort es un lugar donde se abren muchos negocios, pero se cierran relativamente pocos, es más un espacio para las conversaciones y las oportunidades que para los acuerdos concretos de venta de derechos. “Editores de todo el mundo se han llevado para leer bastantes libros de autores españoles”, señalaba Fernández para explicar por qué considera que había sido un buen año.
Destaca tres efectos de la presencia de España como país invitado: mucho interés por las autoras españolas, de todas las generaciones, también por escritoras que todavía no han sido traducidas; así como por la no ficción. “El ensayo español había estado fuera del radar mucho tiempo”, explica Fernández. “Ahora interesa mucho lo que pensamos sobre muchos temas: Europa, la temática LGTBI y el feminismo”, prosigue. Por último, sostiene que también ha detectado mucho interés por el libro ilustrado, el cómic y la literatura infantil y juvenil.
Otros profesionales consultados también muestran un relativo optimismo tras varios días intensos de conversaciones e intercambios y un indisimulado orgullo porque la impresión general es que la organización de España como país invitado, bajo el lema de Creatividad desbordante, ha salido muy bien. La última vez que este país estuvo invitado en Fráncfort fue en 1991, antes de la explosión que cristalizó en los Juegos Olímpicos de 1992. En este caso estaba previsto para 2021, pero se retrasó un año porque la edición anterior se desarrolló a medio gas, con muy pocos asistentes de fuera de Alemania a causa de la pandemia.
Sin embargo, los efectos de la guerra de Ucrania se han dejado notar y no solo porque el presidente Volodímir Zelenski pronunció un emotivo discurso ante un auditorio emocionado, que le acogió con un larguísimo aplauso. Este domingo, además, el escritor ucranio Serhiy Zhadan —Galaxia Gutenberg publicará en breve su novela Orfanato— recibió el Premio de la Paz, un galardón que simboliza el compromiso de la feria con el país.
Aunque se produjo un crecimiento importante de las ventas de libros durante el confinamiento —las editoriales facturaron el año pasado 2.576,70 millones de euros, un 5,6% más que el año anterior—, muchos editores creen que los negocios se han ralentizado desde hace unos meses como consecuencia de la crisis económica desatada por la agresión rusa contra Ucrania.
Dos cosas preocupan especialmente a los profesionales del libro: la subida del precio del papel —el material del que están hechos los sueños y los libros es cada vez más caro y escaso— y la inflación y aumento de costes, que puede obligar a subir los precios en un momento en que el poder adquisitivo de los posibles lectores se reduce por semanas. Ahora mismo, los márgenes de beneficios ya se han reducido notablemente porque producir libros sale más caro que hace unos meses.
Una agente con amplia experiencia en la feria explicaba que algunos editores habían mostrado reservas cuando los libros que ofrecía eran especialmente voluminosos. No se trata del aumento de los costes de traducción, le explicaban sus interlocutores, sino del precio del papel: antes de mandar a la imprenta un volumen de 500 páginas se lo pensaban dos veces. Otra agente cree, como Daniel Fernández, que sus autores han despertado más interés que en ediciones anteriores, pero ahora falta que el mercado no se enfríe ante las malas cifras económicas.
“Fráncfort debe ser un principio, no el objetivo en sí”, explicaban fuentes oficiales españolas. “La participación de España se notará a años vista, más a medio y largo plazo”, aunque esas fuentes destacaron también que el aumento de las ayudas a la traducción —tres millones de euros— se mantendrá en los siguientes ejercicios. Gracias a este apoyo, 450 libros se han traducido al alemán. Ahora el objetivo son otros mercados —en lengua inglesa, el más poderoso del mundo, pero también el francés y el italiano— en los que España ha retrocedido en los últimos años.
La venta de derechos va más allá de las traducciones: en esta feria se ha notado especialmente la presencia de representantes de las grandes plataformas audiovisuales en busca de libros, que se desplazaban de stand a stand a la caza de ideas para futuras producciones. Una agente contaba cómo dos enviados de Amazon —el gigante de las ventas que muchos miembros del sector editorial consideran la encarnación terrenal, y digital, del mal— iban repartiendo tarjetas y lanzando anzuelos.
La inauguración de la feria por parte de los reyes de España —de visita de Estado en Alemania, coincidiendo con el arranque de Fráncfort— corrió a cargo de dos autores de diferentes generaciones, que simbolizan la potencia de la literatura española: un veterano como Antonio Muñoz Molina junto a Irene Vallejo, que ha convertido El infinito en un junco en un fenómeno internacional. El autor de El invierno en Lisboa recordó que había formado parte de la delegación española que fue a Fráncfort en 1991, con otros escritores a los que entonces estaba descubriendo el mundo y que ahora son, en bastantes casos, considerados clásicos.
“No sé si ahora, en conjunto, la literatura española es mejor o peor que hace treinta años, y ni siquiera si es más libre. Lo que sí sé, y celebro sin reserva, es que es mucho más variada y plural, en todos los sentidos”, recordó Muñoz Molina en su discurso. Ahora, todos esos autores —mujeres y hombres, ensayistas y novelistas, dramaturgos y cuentistas, veteranos y noveles, experimentales y tradicionales—, esperan encontrar su lugar en los escaparates de las librerías del mundo.
Babelia
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