"La novela española ha de ayudar a superar los tópicos del país"
El editor Daniel Fernández, director general de Edhasa, ha vivido desde una posición privilegiada el crecimiento, madurez y puesta de largo de la novela histórica española, un proceso que, sin duda con enorme retraso, se ha producido en un tiempo muy breve. Desde su puesto en Edhasa, la gran editorial de referencia en España en el género de la narrativa histórica general, Fernández ha lanzado a toda una serie de autores españoles como José Luis Corral, autor de El Cid, o Jesús Maeso de la Torre.
PREGUNTA. Déjeme que empiece leyendo esto: "Corveteaban los corceles, chillaban miles de gargantas, y las cuadrigas corrían al unísono con un ruido parecido al fragor del mar. La carrera se volvía más peligrosa y las ruedas de los carros chispeaban entre remolinos de polvo". No es Ben-Hur,]]> de Lewis Wallace, sino ]]>El auriga de Hispania,]]> de Maeso de la Torre, que, por cierto, ha fichado por Mondadori, donde publicará una novela sobre un Corán herético.
"No quisiera vincular el auge del género al aznarato y a la resurrección de los valores históricos patrios"
RESPUESTA. Es obvio que tenemos buena narrativa histórica, sin complejos. Corral incluso triunfa en Alemania.
P. Usted fue de los primeros en darse cuenta del potencial de la novela histórica hecha en España.
R. En 1996 publicamos El salón dorado, de José Luis Corral, que tiene algo de fundacional en ese sentido, aunque el hit ha sido su El Cid (2000). Pero en Edhasa teníamos un antecedente, que se suele olvidar: en 1993 la editorial publicó su primera novela histórica de un español, El ojo del faraón. Es cierto que estaba escrita en colaboración entre Valentí Gómez y el polaco Boris de Rachewiltz, así que en puridad deberíamos hablar sólo de medio autor español.
P. Arturo Pérez-Reverte ya había demostrado bastante antes que se podía hacer excelente novela histórica en España con la extraordinaria El húsar]]> (1986), ambientada en las guerras napoleónicas, o ]]>El maestro de esgrima]]> (1988).
R. Por supuesto, y El capitán Alatriste, que abrió la que es la mejor serie de novela histórica española, es también de 1996. Pero Pérez-Reverte es un fenómeno en sí mismo, un autor de múltiples registros capaz de llegar a un público muy amplio, y creo que está al margen de las vicisitudes y desarrollo del género. Aunque, claro, yo me daría con un canto en los dientes por que publicara en nuestra colección. Una buena serie histórica de autor español, de la altura de las de Patrick O'Brian, Lindsey Davis, Bernard Cornwell o Simon Scarrow, es algo que nos falta todavía en Edhasa.
P. Los españoles tardaron en llegar a su catálogo.
R. Nuestra colección de narrativa histórica empezó en 1976, con Los hechos del rey Arturo, de Steinbeck. Fue la primera de su género. El gran éxito fue, como es sabido, las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, que se convirtió en el gran libro de la transición. Publicamos a autores como Robert Graves, Gore Vidal, Lindsey Davis, O'Brian, Mary Renault, Allan Massie, Gisbert Haefs, Hella S. Haasse, Ford Madox Ford... Pero es cierto que hasta 1996, si exceptuamos ese caso de El ojo del faraón, no aparece ningún español en el catálogo. Corral envió su manuscrito por correo y decidimos publicarlo simplemente porque nos pareció una buena novela, no porque pensáramos entonces en crear una colección específica de narrativa histórica española. No hubo voluntad de ir a por un autor español. El salón dorado estaba muy bien narrada, el autor era solvente -un profesor de historia- y la trama transcurría en la España medieval de las tres culturas, un escenario muy interesante.
P. ¿Qué pasaba para que no contáramos en el género con una sólida tradición como la inglesa o la francesa? Ni Walter Scott ni Dumas.
R. Bueno, éste ha sido tradicionalmente un país sin memoria histórica y sin gran interés en general por su historia. La mayoría de la gente ignora, por ejemplo, que España conquistó los reinos de la Conchinchina. El nuestro es un país sin estatuas, que no recuerda a sus personajes ilustres. El único gran precedente de novela histórica lo tenemos en Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales.
P. Pero ahora vivimos una moda de la narrativa histórica propia.
R. Podría considerarse así. Quizá tenga que ver con el momento histórico. No quisiera vincular ese auge del género al aznarato y a la resurrección de los valores históricos patrios, pero quizá haya algo de eso. Con lo que sí tiene que ver es con la recuperación de partes de nuestra historia que se está produciendo en la última década. Puede que eso haya servido para superar la vieja novela de guerra civil y "padre, se está quemando la casa grande". La situación es nueva, prestigiosos escritores desembarcan sin complejos en el género de la narrativa histórica, como Delibes con El hereje. Pero hay mucha confusión.
P. ¿Confusión?
R. Depende de qué se entienda por novela histórica. A mí la novela que simplemente usa la historia como telón de fondo me interesa poco; me interesan las buenas novelas que van más allá de esa circunstancia, que cuentan buenas historias y que son históricamente muy rigurosas. Ahora se publica mucha cosa de un nivel bajísimo, puro subgénero, lleno de anacronismos, como lo de poner chumberas en Egipto o hacer comer a los almogávares pan con tomate. Tenemos en la editorial una avalancha de manuscritos de gente que recoge algún episodio o personaje interesante de nuestra historia y que con muy poca documentación y menos capacidad se ha lanzado a escribir una novela. Rechazamos mucho material, pero acaba publicándose. Me temo que el hecho de que el mercado se inunde de productos malos va a provocar un retraimiento de los lectores. El público empieza a estar cansado de templarios, catedrales y misterios.
P. También se ha producido una notable mezcla de géneros.
R. Esa confusión de la que hablaba ha venido a rematarla el fenómeno Dan Brown. Hoy estamos en una situación de todo vale. Desgraciadamente, las reglas fundamentales del género, el rigor histórico, la verosimilitud, se olvidan.
P. Ha irrumpido también el thriller]]> con componente de enigma histórico o arqueológico.
R. Sí, narrativa contemporánea con una parte histórica, como las novelas de Matilde Asensi. Es una fórmula muy atractiva. Pero no es novela histórica en sentido estricto.
P. ¿Cree que a los lectores les ha costado acercarse a los autores españoles?
R. Bueno, algunos escritores han publicado con seudónimos anglosajones porque creían que eso les daba más pedigrí en el género de la narrativa histórica. Puede que inicialmente el lector sintiera desconfianza.
P. Dice usted que hay muchos lectores jóvenes del género.
R. Muy jóvenes, de 15, 16, 17 años. Leen, pero me pregunto qué formación histórica tendrán, porque con los planes educativos autonómicos nos hemos cargado buena parte de la historia común de España.
P. ¿Qué temas prefiere abordar el autor español del género?
R. De todo. Una de las mejores novelas de Corral, El amuleto de bronce, se atreve nada menos que con Gengis Khan. Y Maeso en La piedra del destino recrea la extraordinaria aventura de los cruzados escoceses en España. Yo tengo muchas ganas de eso, de españoles que se lanzan a escribir sobre grandes temas, temas universales. Ahora León Arsenal va a publicar con nosotros una novela, La boca del Nilo, sobre la expedición romana enviada por Nerón a Meroe y en busca de las fuentes del gran río.
P. Hay épocas y lugares que parecen gustar más al público.
R. Es cierto, lo que más funciona es lo que yo llamo la tríada sagrada de la narrativa histórica: Egipto, Roma y la Edad Media, con el apartado de las tres culturas en la España medieval. Pero a mí me interesan muchas más cosas: la guerra de la Independencia, el tema del Imperio español. La conquista de América no está novelada en general por españoles, aunque está el caso de Sender y La aventura equinoccial de Lope de Aguirre o de José María Merino y El oro de los sueños (Alfaguara). América es un gran filón por descubrir para el género de la novela histórica en castellano. Y me gustaría que ese fenómeno se produjera desde ambos lados del Atlántico. Otro tema a tratar es el de las guerras carlistas. Y están también los visigodos. En cuanto a los personajes, Blanca de Navarra pide a gritos una gran novela.
P. ¿Qué pueden aportar los escritores españoles al género?
R. Si fuéramos capaces de hacerlo bien... se podría contribuir a superar la visión tópica de España. Narrando episodios de nuestra historia con objetividad y exactitud, nuestros autores nos ayudarían a ver una España más real, lejos por igual de la leyenda negra y de las estampas franquistas, más allá de los esforzados paladines y de las cortes sombrías dominadas por la Inquisición.
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