Leer España a través de Julio Iglesias
El nuevo libro de Ignacio Peyró, ‘El español que enamoró al mundo’, se acerca a la figura del cantante que ha gozado de un éxito planetario, un fenómeno que para muchos es un placer culpable. Con humor e inteligencia, lo caracteriza como un Forrest Gump machirulo y espabilado

Siendo una persona seria, Ignacio Peyró (Madrid, 45 años) ha escrito un libro que uno no se espera de ese tipo de persona: uno sobre Julio Iglesias. Pero precisamente por ser suyo, y aunque uno se pueda sentir a años luz de tales inquietudes, esto intriga y anima a acercarse al libro, pues Ignacio Peyró sería capaz de reescribir el listín telefónico y convertirlo en una lectura amena. Por eso El español que enamoró al mundo. Una vida de Julio Iglesias (Libros del Asteroide) es un libro divertido e interesante, de disfrute inesperado. Porque obviamente, va de algo más que de la vida de Julio Iglesias, va de todo lo que significa este español que tanto nos ha representado, sin que muchos pensemos que nos represente, y que damos tan sobreentendido que seguramente ni siquiera conocemos. Es decir, hay algo ahí que no nos hemos mirado bien. En fin, una cosa seria. Cualidad, en todo caso, que debe tomarse como lo hacía Chesterton, que recordaba que divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido. Se puede ser serio y divertido a la vez. Peyró, columnista de EL PAÍS, en este sentido, tiene un toque británico muy de agradecer, por la ligereza, el humor y la indulgencia. O sea, poco español, pese al tema que es. Y menos mal, quizá era la única manera.

“Creí que daba para un buen libro, porque si la vida de Julio Iglesias no es divertida y entretenida, dígame usted entonces que lo es”, explica Peyró conversando en Roma, donde vive actualmente y es director del Instituto Cervantes, al que llegó hace más de dos años desde la sede de Londres. Es significativo el título del prólogo del libro, lo que cualquiera se puede preguntar: ¿Por qué?. Eso, por qué. Por qué Julio Iglesias, en qué momento uno siente la necesidad de escribir un libro sobre él, si hasta al propio autor le cuesta pronunciar la palabra pop. Veamos. Explica en el prólogo que Julio Iglesias “pertenece al género de los placeres culpables”, y es verdad que hay mucha gente que solo reconoce que le gusta cuando una amistad ya está muy avanzada.

También aventura que “quizá haya que volver a mirarlo para purgar algún complejo de culpa cultural”, y que “para explicarlo la suficiencia no es la aproximación más justa”. “Ha sido, sin embargo, una y otra vez, lo que hemos tenido con él”, diagnostica. Esto es cierto, cuando sin duda es el cantante español con un éxito más descomunal y planetario, y en tiempos en que ni siquiera lo latino estaba de moda. Es más, él lo puso de moda. Y es precisamente en el misterioso mundo de las tendencias donde el triunfo de Iglesias, bien mirado, tiene algo de sobrenatural, porque surfeaba sobre los gustos de cada momento: “Es un ser sin tiempo, nunca ha tenido entre sus prioridades parecer contemporáneo”. Cuando querer ser clásico es la pretensión más suicida que puede haber, solo se alcanza sin querer. Es verdad que va a Londres a finales de los sesenta y todo el Swinging London le pasa por encima sin despeinarle, ni siquiera una camisa de flores se le ha visto, y allí resultaría más marciano que el propio David Bowie. Por último, y entramos en el tema de fondo, “hay una España que se deja leer a través de él”, opina el autor. Aunque solo sea porque en casi todos los coches había una cinta suya, se viajaba con él cuando los discos se oían enteros. Lo tarareas hasta si no te gusta: “Y es que yo… (na-na-ra na)”.

Es aquí donde quizá se anida el móvil profundo del libro, más personal, una nostalgia. Que la vida no siga igual, se podría decir. Peyró confirma que tiene una debilidad, una atracción, por el mundo de ayer. Es decir, el de sus padres y el de su infancia. “Cuando mejor me lo he pasado es imaginando aquel Benidorm del festival de 1968. Las cosas esas que ahora miramos con suficiencia, esa mezcla de inocencia y pretensiones del desarrollismo, que a mí es una época que me obsesiona. Es la época justo anterior a mí. Soy como otros, por ejemplo, muchos historiadores, que están obsesionados por, digamos, el mundo al que llegaron cuando nacieron. Yo no soy historiador, pero me podría morir y que mis últimas palabras fuesen caso Matesa o Platajunta. Realmente a mí todo eso me obsesiona”, confiesa. Peyró es de esa generación de la Transición que vive una ruptura con el pasado ―pero no el histórico, sino el personal―, porque el mundo de la infancia luego cambió mucho más rápido de lo que solía, se borró velozmente, y casi se siente más cerca de sus mayores que de los más jóvenes.
Se podría añadir que también ese es el mundo del franquismo sociológico y la derecha posterior, del que Julio Iglesias quizá sea el producto más exitoso y sofisticado. Peyró se demostró un sagaz observador de ese mundo desde dentro en su libro Ya sentarás cabeza (2020), y aquí sondea una idea española de lo que es el lujo y triunfar en la vida, el moreno y las vacaciones permanentes: “Él llega a Estados Unidos y dice: aquí, el Rolls, de color madreperla. En el Caribe no tengo una casa, tengo tres o cuatro. Más que nadie, y más mujeres que nadie también, cuando la liberalización del sexo no era lo que fue luego. Y eso es otro tema, esa cosa machirula. Encarna una especie de sueño de felicidad de clase media. Desde que se conquistó América el paraíso nos lo imaginamos como una playa con cocoteros. Antes era unos patios con naranjos en Sevilla, no sé, pero desde que descubrimos esas playas esa es la idea que tenemos todos del paraíso”.

Todo ello ha llevado a Peyró a elegir Julio Iglesias como tema literario. Ya hay buenas biografías y ensayos sobre el artista, y él destaca los de Óscar García Blesa, Andrés López Martínez y Hans Laguna, pero pretende hacer algo distinto, contar “una vida”, como dice el subtítulo del libro, la de un ser humano muy particular en la que relucen más cosas que la caspa del tiempo, de ese tiempo. La vida de Julio Iglesias acaba siendo una nave espacial que realmente lleva a todos los sitios, con ella el autor viaja en el tiempo y ha ido desenterrando recuerdos. “Creo que, en efecto, contar esto es también algo, y esto yo no lo sabía al principio, desde lo que puedes contar una cierta sentimentalidad española”, razona.

Julio Iglesias como un Forrest Gump, pero en versión espabilada, símbolo inesperado de nuestra historia reciente. “Nace en la posguerra, años de hambre dura. Con un padre camisa vieja, bigotito, en una familia que luego va subiendo con los años, encarna la prosperidad aquella de las clases medias del franquismo. Y luego van haciéndose demócratas. Y luego van a terminar haciéndose corruptos. Años de oro de, digamos, de esa estética más levantina. Y además ves que Julio Iglesias está en la primera noche electoral, ves que está en el primer divorcio. Y resulta que siempre ha estado ahí y eso es algo curioso”.
El libro tendrá, es de suponer, un mayor efecto en quienes tuvieron una infancia o juventud en la que Julio Iglesias andaba por ahí, siempre de música de fondo, en las portadas de las revistas, en los escaparates de las tiendas de discos, aunque se sintiera siempre como ajeno. Siendo cada vez más de todo el mundo, apoteósico e inalcanzable, en los setenta, los ochenta, incluso en los noventa. Ya nos hemos olvidado de lo que fue, y los que no lo vivieron, no lo creerán.

La arqueología conceptual saca tesoros que ya son de difícil catalogación, como la misma idea de latin lover. Declaraciones de intenciones entonces casi obvias, de frase de calendario, que hoy podrían ser un programa político (“Me gustan las mujeres, me gusta el vino”). Un mensaje sutil que desliza la lectura es cuánto de lo que hoy es cool nos dará vergüenza ajena en unos años. Todo eso que rodea el éxito: las pintas, las poses, el lenguaje, los valores, las pretensiones. Y la música, claro, que en opinión de Peyró resiste bastante bien. Se trata del único crooner español, al final es una rareza.
“Además de contar España desde Julio, todas las cosas que pasan detrás de él, lo otro que me interesaba es qué es el carisma, qué es el éxito, por qué nosotros no somos Julio Iglesias. Y además tampoco Julio Iglesias es un tipo obvio, ¿no? Mi teoría es que él tiene una cuarentena fabulosa, tiene unos 40 años radiantes, estalla. Antes no, era un chaval lampiño, con cara de travieso, es guapo, pero empieza a serlo de verdad a los 40″.
El libro lleva a ver vídeos en YouTube y uno alucina. Hay que verlo cantando Begin the beguine delante del mismísimo Frank Sinatra, que al terminar se levanta y le da un beso. Ese nivel. Es el cantante vivo que más discos ha vendido en la historia de la música junto a Madonna y Elton John. Es famoso desde Japón al último rincón del altiplano andino, pasando por sitios como Sri Lanka. Llenos entradas agotadas en el Royal Albert Hall, el Madison Square Garden o el Olympia de París.
El relato de su conquista de Estados Unidos revela una empresa formidable. Fue al programa de David Letterman, que para comprobar si Julio Iglesias era tan famoso en el mundo como decían llamó a voleo a gente de otros países para preguntar si sabían quién era, y todos respondieron que sí. “Ahora lo vemos normal, pero es que él llega a Miami en 1979 y en España una década antes, poco más, se había estrenado La ciudad no es para mí, de Paco Martínez Soria. Era un país muy poco oreado”. Peyró subraya que siendo Iglesias muy conservador en sus planteamientos musicales, arriesga mucho en su carrera. Saliendo fuera, cantando en los idiomas más insospechados (villancicos en alemán o canciones de amor en tagalo), no siguiendo las modas. Todo con mucho trabajo y una ambición sin límites. Entre los datos asombrosos que revelan su llegada a los lugares más recónditos, hay uno inquietante: su música se llegó a usar para torturar a presos políticos en Chile.
La fórmula narrativa del libro es parte del éxito, capítulos cortos y mucho detalle, tiene algo de degustación. Son estampas que van recorriendo momentos donde Peyró se mueve con maestría en la síntesis irónica, la frase redonda que se paladea y el trazo donde está todo. Como cuando habla de unas fotos de “Julio siendo Julio con sus trajes blancos y esa cara de estar ligeramente descojonado de todo”. El modelo, quizá, sea algo que dice al principio: “Hace mucho que lamento que en nuestra prensa no haya perfiles —un género de calidad—, sino solo entrevistas”. La prospección meditada y documentada en el personaje.
Porque el personaje Julio Iglesias acaba teniendo más ángulos de los que parece, porque se ha pasado la vida hablando de él en las canciones, pero oculto. “Sigue siendo para mí un personaje enigmático. A veces piensas que tiene un dedo de profundidad y otras veces ves un tipo que tiene una visión de las cosas de una oblicuidad muy llamativa. Habla a veces en aforismos y tiene frases muy buenas. Y no es que digas que es el destilado de toda una vida leyendo a Samuel Johnson”. Es cierto que en sus canciones siempre anda filosofando a su manera, como si tuviera el secreto de la existencia, entre el hedonismo y lo insustancial, y supiera las cuatro cosas que hay que saber en la vida, el cinismo simpático. También parecía vivir en una especie de permanente melancolía post coitum, con una imagen solitaria, aunque uno tuviera la certeza de la última noche que pasó solo seguramente fue en casa de sus padres.
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Hay otros grandes personajes secundarios, claro. Empezando por Isabel Preysler y el propio padre de Julio Iglesias, protagonista de un episodio también ya diluido en el tiempo, su surrealista secuestro por un grupo de ETA, cuya intrahistoria es apasionante. “Su padre es un personaje. Yo tenía un problema escribiendo, que casi me interesaba más el padre que el hijo. Porque además no puedes explicar el hijo sin el padre. Julio es el caso de éxito de una buena relación paternofilial. De hasta dónde puede llegar eso. Hay dos caminos en la vida, o tú te haces con tu padre o te haces contra él. Julio es un caso clarísimo, son los mejores amigos. Son colegas. Es tremendo realmente lo que hay ahí”.
La familia es un gran tema de fondo, aunque solo sea en forma de vacío en la vida del cantante durante décadas, una inmadurez dorada que le hiciera saltar la etapa de padre para pasar directamente a la de abuelo. El libro tiene una exclusiva, confiesa Peyró: Iglesias se casó en 2010 con su pareja, Miranda Rinjsburger, y bautizó a los cinco hijos que tiene con ella porque se lo pidió en su lecho de muerte el presidente de Hola, Eduardo Sánchez Junco, fallecido en julio de ese año. Y en agosto se casaron en su casa de la Costa del Sol: “Ellos solos con los guardeses, nadie más, cumplió su promesa”.
Peyró cree que Julio “aletea por encima del bien y del mal” y le parece muy inteligente que a un cierto punto “se haya retirado de un modo tan drástico, el decir: mí no me vais a recordar patético”. Su último objetivo quizá sea permanecer en nuestra memoria como era en su mejor momento, que quien sabe si al final fueron los mejores años de nuestra vida, y nosotros sin saberlo. La pregunta es qué quedará de ese mundo que desaparece, si será un clásico popular, si un día hablaremos de Julio Iglesias como de Imperio Argentina o Concha Piquer, un objeto arqueológico que representa una época, difícil de hacer comprender en unos años y ya mismo. ¿Conclusión? “Yo creo que el tiempo ha hecho que sea muy difícil odiar a Julio Iglesias. Hay gente a la que no le interesa nada, te puede resultar indiferente, pero nadie detesta a Julio Iglesias”. Que tratándose de España es un logro realmente admirable en una sola vida (y me apuesto que uno de los primeros comentarios a este artículo en la edición digital será de alguien diciendo que sí le odia).

El español que enamoró al mundo. Una vida de Julio Iglesias
Libros del Asteroide, 2025
327 páginas
20,95 euros
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