La agonía de las lenguas indígenas de la Amazonia ante la amenaza de la televisión
Se hablan unos 126 idiomas nativos en la parte brasileña, que ha visto extinguirse 25 lenguas desde el inicio del XXI
Cuando solo queda un único hablante, una lengua ya está muerta porque perdió su función. Ya no sirve para comunicarse. Quizá la que habló en su día el indio del agujero murió muchos años antes de que falleciera este indígena brasileño que vivió media vida solo en la jungla. Como durante 26 años jamás pronunció una palabra ante los blancos, el mundo desconoce —ni sabrá nunca— qué idioma hablaba o a qué etnia pertenecía. Brasil, que hace 200 años consiguió ser costurado como un único país gracias entre otros factores al portugués, atesoraba unas 165 lenguas indígenas vivas hace una década. Es el recuento más actualizado del lingüista brasileño e investigador Wilmar D’Angelis.
Son idiomas pequeñitos porque los nativos son solo unos 900.000, es decir, el 0,5% de la población brasileña. El impresionante patrimonio lingüístico de Brasil se concentra en la Amazonia, un territorio que abarca nueve países y acoge unas 300 lenguas nativas. Solo la Amazonia brasileña equivale al doble del territorio de la Unión Europea. Allí se hablan 126 lenguas, cuenta al teléfono desde Campinas (São Paulo) este especialista.
Cada una es un universo. La mitad carece de escritura. Las que la tienen es a menudo por imposición de los misioneros estadounidenses que llegaban a las aldeas con sus Biblias a partir de los años sesenta en busca de almas que convertir.
Calcula D’Angelis que hace una década una cuarta parte de las lenguas amazónicas era hablada por menos de 50 personas. Y unas 15, por menos de diez indígenas. Es el caso de los últimos piripkura, un tío y un sobrino que evitan el contacto con los blancos. Tienen ese onomatopéyico nombre porque se mueven como mariposas. El dúo, que protagoniza un documental titulado Piripkura, está monitoreado hace años por la Fundación Nacional del Indio (Funai), como el fallecido indio del agujero.
El tikuna, el idioma indígena más utilizado de la Amazonia con unos 45.000 hablantes, se parece al euskera, revela el lingüista. No por su sonido, que es tonal, como el chino, nada habitual por estas tierras, sino porque quedó aislado de otros idiomas nativos.
El profesor D’Angelis lleva toda la vida dedicado a estudiar y revitalizar este patrimonio lingüístico por una curiosidad que derivó en empatía de adolescente, cuando siguió a través de las páginas de periódico la colonización de la Amazonia, el contacto forzado con los pueblos originarios. “Era triste, se veía que eran sus últimos días felices”, sostiene. “Quise comprender cómo entendían el mundo”.
Al hilo del bicentenario de la independencia que Brasil conmemoró este 7 de septiembre han sonado infinidad de versiones del himno nacional. Entre las peculiares, la interpretada por dos mujeres indígenas. El vídeo, producido por el colectivo de activismo ambiental Gabinete dos Bichos, en el que intercalan estrofas en tikuna y en kambeba se ha viralizado estos días. Cantan en sus lenguas maternas toda la letra salvo la estrofa final -“Patria amada Brasil”-, que es en portugués. El clip concluye con un mensaje político: “Amazonia, madre de Brasil”. Así se titula la campaña de la que forma parte.
El proceso que lleva a la extinción lingüística en Amazonia se ha ralentizado en el XXI, pero de ninguna manera, detenido. D’Angelis, del departamento de Lingüística de la Universidad Unicamp, afirma que, en lo que va de siglo, unas 25 lenguas han desaparecido. Más de una por año. Los 500 años tras la conquista de los portugueses, en 1500, fueron incluso más cruentos. Murieron dos por año a medida que los nativos fueron diezmados.
Ahora las mata la televisión. “Lo que más impacta las lenguas y extiende el bilingüismo es la televisión. Cuando la electricidad llega a las aldeas, el impacto es brutal”, asegura el especialista. El portugués desembarca con fuerza en el mayor bosque tropical del mundo de la mano de la tele, los teléfonos móviles y la educación pública, que se imparte en cada lengua local y el portugués. Cuenta que en los noventa aún había críos monolingües en uno de los pueblos originarios que visitaba, ya no.
Uno de los problemas para este tesoro lingüístico, según D’Angelis, es que el portugués es una llave que abre puertas a empleos como maestro o enfermera. Por eso él es partidario de que el kaingang, el tikuna, el baniwa, el ashaninka… estén en lo que denomina “soportes de prestigio”, sea el ordenador, vídeos o internet. Durante más de una década mantuvo la única web brasileña íntegramente escrita en lenguas indígenas.
Lleva muchos años participando en diversos procesos de revitalización lingüística, pero los éxitos son limitados. Al empuje de la tele y el portugués se suma ahora un presidente, Jair Bolsonaro, de extrema derecha, que ha emprendido un sistemático desmantelamiento de las políticas indigenista y medioambiental de sus predecesores. La única acción del actual Gobierno en este ámbito es mantener viva la base de datos del Inventario Nacional de Diversidad Lingüística.
La mayoría de las 126 lenguas amazónicas las habla un solo pueblo pero hasta el siglo XVIII, el nheengatu fue la lingua franca de Amazonia. Era la utilizada por los colonizadores portugueses y los indígenas que los acompañaban mientras se adentraban en la jungla. Pero prácticamente desapareció después de que la fiebre del caucho atrajera grandes migraciones desde la costa nordeste. Eran brasileños que llegaron a tierras amazónicas con poco más que la lengua portuguesa y el sueño de prosperar. Cuenta el especialista que los mura la están adoptando ahora tras haber perdido el idioma que sus antepasados usaron.
D’Angelis considera también necesario que las lenguas con más de 10.000-12.000 hablantes adopten la escritura. “Es una ilusión pensar que solo la oralidad va a mantener esas lenguas (tan dispersas) vivas”.
Los zoe son una tribu que vivía sin contacto con extraños en la selva hasta los años noventa, cuando unos misioneros los sacaron de su aislamiento. Cuando el proceso de contacto fue definitivo, pidieron una escritura a las autoridades brasileñas, contó hace unos meses en una entrevista en su casa la antropóloga Dominique Gallois. Ella y funcionarios de la Funai aprendieron su lengua para comunicarse con ellos y ahora juntos construyen las bases para que la puedan escribir y leer.
Y luego está el patrimonio lingüístico desconocido de la Amazonia, el que atesoran las 115 tribus que prefieren vivir sin contacto con los blancos.
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