“He tenido choques con artistas en los que solo faltó el revólver”: habla el último gran jefe de la industria musical española
Manolo Díaz fue pionero en la creación del rock en España, cantautor protesta y presidente de multinacionales como CBS o Emi. Hoy, ya retirado, es la única memoria de una época irrepetible. Le acaban de conceder el Grammy Latino a su trayectoria
Aquella comida con Enrique Bunbury resultó de “una agresividad tremenda”. Lo dice Manolo Díaz, por aquel entonces presidente de Emi. Se citó con el cantante en la terraza del ostentoso hotel Ritz de Madrid. “Hay un problema, Enrique, mi antecesor en Emi, hizo un contrato contigo en el que cuántos más discos vendemos, más perdemos como compañía. Eso no puede ser. Es un chollo para ti, y lo sabes, y un desastre para nosotros. Para poder seguir trabajando bien juntos te tendrías que rebajar los derechos de autor”. Bunbury se levantó pausadamente y, de repente, comenzó a gritar, desaforado, como si estuviera vociferando la canción más exigente de Héroes del Silencio en una plaza de toros repleta: “Me cago en dioooooos, me cago en la virgeeeeen”. Los camareros, “elegantísimos, como salidos de una película de Visconti”, se quedaron paralizados. El comedor, lleno de clientes pudientes, no daba crédito. “Yo me acojoné”, relata Díaz. “Luego se calmó y nos despedimos con frialdad. Al llegar a mi despacho, preocupado por la reacción negativa de Enrique, abrí el correo y había un mensaje de Bunbury: ‘Manolo, estoy de acuerdo en todo”. Alivio.
Manolo Díaz, 81 años, cuenta la anécdota entre risas en una linda terraza de su casa de la localidad asturiana de Luanco. El rumor de las olas suena sugestivo en una mar tranquila. Como todos los años, veranea en su tierra (nació en Oviedo) y en unos días se marchará a Florida, donde vive con su pareja, la estadounidense Rose McVeigh. Díaz es el último gran jefe de la industria musical española. No hay nadie con su currículo: ha sido presidente de grandes disqueras españolas como CBS, Sony, Polygram o Emi, y presidente de la Federación de la Industria Fonográfica de América Latina. Con el fallecimiento de su mentor la semana pasada, Tomás Muñoz, y de su rival (pujaban por los artistas) José María Cámara hace un año, Díaz es la única memoria de una época básica en la cultura española: la formación del negocio musical moderno. A pesar de la revolución digital en el sector, nada de lo que disfrutamos en la actualidad hubiese sido posible sin el entusiasmo y el talento de pioneros como él.
A Díaz le acaban de conceder el Grammy Latino Honorífico a su contribución, galardón que le entregarán el próximo noviembre en la ceremonia de los premios. Cuelga de su dormitorio en Luanco un collage de fotos donde con un golpe de vista uno se puede hacer una idea de la relevancia de este hombre educado y de conversación elocuente. Fotos con Julio Iglesias, Frank Zappa, Michael Jackson, Xuxa, Billy Joel, Isabel Pantoja, Bon Jovi, Carlos Vives… “Los músicos son seres vulnerables, inseguros y están muy solos. Es terrible vivir en el mundo de los artistas y sus caprichos. Había que conquistarlos y era complicado, pero yo reconozco que lo hacía bastante bien, porque había sido artista y de alguna forma no les pedía lo imposible. Me ponía en su lugar, que es algo que nunca se debe hacer en este negocio, pero los ablandaba. Se relajaban y se quitaban los guantes de boxeo”, relata.
Efectivamente, Manolo Díaz fue artista. Y relevante. Antes de entrar en CBS en 1977 como ejecutivo, Díaz formó parte de esos heroicos pioneros que crearon a finales de los cincuenta el rock español en un contexto de una dictadura y en un país donde hacerse con una guitarra eléctrica suponía una labor titánica. Díaz formó, con su guitarra, parte de bandas como Los Sonor o Los Polaris. Hablamos de cuando no existían los Beatles. Paralelamente inició una carrera como compositor de temas que luego triunfaron en la voz de Massiel, Dyango, Los Pasos o Aguaviva. Instigó en 1965 la creación de Los Bravos. Lo hizo desde las bambalinas (no como miembro), junto al gran productor Alain Milhaud. Los dos impulsaron al grupo al éxito mundial con Black Is Black. Díaz compuso para Los Bravos temas como La moto o Los chicos con las chicas. Y produjo discos para Vainica Doble y Aguaviva.
Para no decepcionar a su padre, cursó la carrera de ingeniero de Obras Públicas. Vivió peripecias llamativas: trabajó con 20 años de topógrafo en Liberia (“allí escuché por primera vez a los Beatles y vi el horror de cómo se podían comprar niñas por un puñado de dólares”) y asistió a la famosa concentración de agosto de 1963 en Washington donde Martin Luther King pronunció su discurso con aquel ya legendario “I have a dream”. “Yo era uno de los pocos blancos allí. Aquello me impactó muchísimo. Fui a mi hotel y escribí la canción Ayer tuve un sueño [luego interpretada por Los Pasos]”.
Más tarde se lanzó como cantautor protesta, siempre desde la elegancia y evitando la militancia. Aún así le censuraron uno de sus dos discos en solitario, A Divided Family, donde ironizaba sobre los líderes políticos: Kennedy, Mussolini, Stalin, Mao, Churchill… “Tenía una conciencia social de izquierdas, pero lo difundía con sutileza. Mi estilo difería, por ejemplo, del de Paco Ibáñez. Yo no hacía himnos”. Se presentaba en televisión cantando la dura Postguerra con un aspecto aseado: jerséis, pantalones de tergal, cinturón alto… “La verdad es que no me gustaba ser artista. Prefería las bambalinas, estar detrás, componer, planear proyectos...”, señala. A finales de los setenta comienza su veloz carrera como ejecutivo discográfico. “Dejé de escribir canciones en ese momento. No podía competir con mis artistas que componían y decir que las mías eran mejores”, asume. Eran tiempos que hoy parecen de otra vida. Se vendían sencillos y elepés en vinilo, se luchaba con todas las armas posibles para que las canciones sonaran en la radio, se hacían galas y se ganaba mucho dinero.
Cuenta anécdotas sabrosas. Un día se hizo pasar por Julio Iglesias. “Julio grabó un disco en italiano, pero la gente de CBS Italia no lo quería apoyar: preferían artistas de rock y música disco. Llamé al programa de máxima audiencia de la RAI, pedí hablar con el presentador, que era muy popular, y me hice pasar por Julio para que le impactara la llamada. El presentador me dijo: ‘Julio, ¿quieres venir a mi programa a cantar?’. Y yo: ‘Sí, claro, ¿cuándo?’. Al final actuó allí y vendió un millón de ejemplares en Italia”.
La historia con Daddy Yankee es de traca. Acababa de editar Gasolina, el inicio del reguetón, y Yankee grababa para una discográfica local de Puerto Rico. Díaz concertó una cita con el cantante en San Juan, Puerto Rico, para ficharlo. Fue acompañado por el mandamás en Inglaterra de Emi. “Después del largo viaje fuimos al hotel donde era la cita. Tras esperar dos horas, llegó la mujer de Yankee y nos dijo que el cantante no nos iba a recibir. Y se fue. Sin más explicación. Imagina cómo me quedé después de convencer al jefe inglés para viajar a Puerto Rico. Yankee era ya una estrella antes incluso de ser estrella”, se ríe.
Durante su larga carrera Díaz ha vivido relaciones agrias: “He tenido choques con artistas en los que no faltó más que el puñetazo o el revólver. Son muy inseguros, porque tienen que estar siempre bien, guapos, brillantes, no pueden meter la pata. Yo simpatizo con ellos y con lo que tienen y no tienen. La mayoría de los cantantes que llegan al éxito no saben dónde está el Do en el piano. No saben música, pero son sensacionales comunicadores”. Se pone serio cuando habla del desapego con el que se percibe a Julio Iglesias en algunos sectores de España, donde se cuestiona su éxito. “Si hubiera nacido en Francia o Estados Unidos en esos países le habrían apoyado a muerte. Yo creo que en España no lo hacen por la envidia, que es el deporte nacional. Ocurre ahora igual con C. Tangana y Rosalía, que me parecen artistas fantásticos. En otros países a la gente no le disgusta lo que no les gusta, como en España. En España si no te gusta algo es que es una porquería. A los que les gusta el rock clásico odian a Rosalía. Yo digo: ‘Viva Pink Floyd y viva Rosalía”.
Habla del día que regaló una capa española a Michael Jackson, cuando el artista actuó en el Vicente Calderón, en 1988. “Solo repetía una y otra vez ‘thank you very much’ con esa voz de niña que tenía. No dijo nada más”. Cuenta con pasión cuando fue a Roma en 1970 a visitar a Rafael Alberti para que escuchase la adaptación que realizó Aguaviva de su Poema balada para los poetas andaluces y pedirle autorización para que se lanzase en las tiendas. “En principio me iba a recibir solo media hora, pero le gustó tanto la canción y conectamos tan bien que pasé las siguientes 24 horas con él: asistiendo a una reunión del Partido Comunista Italiano, paseando por las calles romanas, bebiendo, charlando…”. Alberti, claro, dio su permiso. Estuvo con Leonard Cohen, al que convenció para que participase en el disco Poetas en Nueva York. “Cohen era muy divertido, hablaba muy bajito, fumaba mucho y bebía coñac”.
Manolo Díaz dejó las multinacionales en la primera década de los 2000 porque “estaban viviendo de espaldas al fenómeno digital” y porque le obligaban a “hacer chapuzas” para cuadrar las cuentas anuales, “en lugar de trabajar a cinco años vista”. Dice que renunció a un sueldo de medio millón de dólares al año, más el doble si cumplía los objetivos. Desde entonces presidió la Academia Latina de la Grabación hasta su retirada hace unos años. El 16 de noviembre le entregarán un Grammy Latino Honorífico, colofón a su carrera.
Hace poco más de un año le diagnosticaron párkinson. Habla de ello con entereza y naturalidad. Dice que su pareja, Rose, le obliga a tocar todos los días el piano. “¿Sabes lo que pasa con esta enfermedad? Que el cerebro manda una orden, pero no llega bien a las manos. Pero consigo tocar. Los médicos me han dicho que practicar con el piano está muy bien para retrasar los efectos de la enfermedad. He compuesto sonatas para Rose y mis tres hijos”, dice orgulloso. “El primer mes de la enfermedad se pierde mucho la estabilidad. Me caí unas diez veces. Solo me hice daño una vez, porque sé caer ¿eh?”, comenta con humor. Le operaron las lumbares y estuvo fastidiado dos meses. Julio Iglesias le llamaba dos veces diarias. Un día, cuenta Díaz que le preguntó: “Julio, dicen en los medios que estás mal de salud, ¿es verdad? Y, Julio Iglesias, que es un bromista, me respondió: ‘Manolito, estoy follando tres veces al día…”.
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