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Muere José María Cámara, figura esencial de la industria discográfica en España

Máximo directivo de varias compañías, trabajó con figuras como Serrat, Mecano, Radio Futura, Camilo Sesto, Joaquín Sabina o Isabel Pantoja

Diego A. Manrique
José María Cámara en una imagen de 2004.
José María Cámara en una imagen de 2004.santi burgos

José María Cámara, respetado ejecutivo de la industria discográfica española, falleció esta madrugada en Madrid, víctima de un tumor cerebral, con 74 años. Cámara estuvo en la cúpula de CBS, en BMG Ariola y en la compañía resultante de la fusión de ambas, Sony BMG. En 2007 entró en el mundo del teatro, para montar musicales originales o traducidos.

Todo el mundo musical español tiene “historias de Cámara”. Generalmente, se refieren a su extraordinaria capacidad de trabajo (una autoexigencia que trasladaba a sus empleados) y suelen pasar por alto su sentido del humor, que le servía para minimizar sus logros y disminuir las fricciones. Madrileño de 1947, entró por casualidad en 1970 en Discos CBS, la multinacional estadounidense que abría sucursal en España, de la mano del gran Tomás Muñoz. Fue inicialmente el contable de la naciente empresa aunque su sociabilidad le llevó hacia los departamentos de Ventas, Promoción y Marketing. Se entendía bien con los artistas: incluso había tocado en un grupo juvenil, Copain. Se desilusionó con la compañía cuando, siguiendo directivas internacionales, se encontró con obstáculos para fichar artistas locales como Mecano.

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En 1982, impulsado por el poderoso Ramón Segura, saltó a director general de BMG Ariola, la iniciativa disquera del conglomerado Bertelsmann, que había comprado el sello barcelonés Vergara con voluntad de implantarse en España. Cámara trenzó un equipo humano potente y se empeñó en firmar contratos de larga duración con talento nacional, sin prejuicios estéticos, desde El Fary a Radio Futura, pasando por Joaquín Sabina o Isabel Pantoja. Terminaría rescatando también a Mecano, cuando el trío se sintió maltratado en CBS; con ellos, debió extremar sus artes diplomáticas, estableciendo procedimientos para aquietar la cruda competencia entre los hermanos Cano.

El planteamiento general de Cámara pasaba por conceder libertad creativa a los artistas y organizar relaciones para toda la vida: “En este negocio son raros los divorcios, el abandono de una compañía por otra, pero tienes que hacer lo necesario para que ambas partes se sientan cómodas”. En contra de lo habitual en el mundillo, se negaba a lamentar la mítica ingratitud de los artistas y sus consiguientes bandazos: “A un artista solo puedes pedirle talento. No son Gandhi, no pueden pensar también en los demás”.

Se esforzó particularmente en la exportación de música española, partiendo de la sólida base del mercado hispanoamericano –”no nos damos cuenta de lo que supone el idioma común” –, pero atreviéndose a aventuras tan audaces como lanzar a Mecano en Francia, sin olvidar la explotación exhaustiva de bombazos globales como Macarena o Aserejé. En medio de cualquier vorágine, era un iceberg de calma y sensatez: sus máximos excesos eran una copa de Cointreau y algún habano ocasional.

Camilo Sesto y José María Cámara en 1997.
Camilo Sesto y José María Cámara en 1997.efe

Culo inquieto, Cámara aceptaba los retos. En 2003, se trasladó a Manhattan, como vicepresidente de Proyectos Estratégicos de BMG. Se trataba de rentabilizar el fondo de catálogo de compañías como RCA. Allí concibió el disco con los treinta números uno de Elvis Presley, siguiendo el modelo del recopilatorio de The Beatles –máxima calidad sonora, presentación digna– con el añadido de la muy efectiva remezcla de A little less conversation. Y el detalle de pagar regalías a la familia Presley, a lo que RCA no estaba obligada legalmente, ya que el cantante había (mal)vendido sus derechos. Cámara gustaba de recordar que era el álbum más vendido de Elvis en todo el globo.

A la vuelta a España, se mantuvo en primera línea pero también fue afectado por los constantes terremotos generados por el giro a lo digital. No es que se sintiera amenazado por los nuevos tiempos: en contra de la demonización de Napster, opinaba que las discográficas necesitaban pactar con los nuevos actores (aunque luego se escandalizaría ante los acuerdos de las multinacionales con Spotify). Entre tantas turbulencias, ideó una estructura bicéfala para Sony BMG, que compartió con su protegido Carlos López. No funcionó.

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En 2007, se recicló en productor teatral. Se consideraba el inspirador de Hoy no me puedo levantar, el musical de Mecano; reconocía que el argumento era tramposo, pero pedía un margen de tiempo: “Estamos empezando una industria desde cero”. Como presidente de Drive Entertainment, puso en marcha los musicales de Los 40 o Joaquín Sabina. Con la siguiente empresa, SOM Produce, se especializó en la adaptación de títulos de éxito como Billy Elliott o La jaula de las locas. Gestionaba el Teatro Alcalá, el Teatro Rialto, el Teatro Calderón y el Teatro Nuevo Apolo.

Sospecho que Cámara rechazaría un argumento tan sentimental, pero ahora uno tiende a especular que el cierre derivado de la pandemia le quitó impulso vital. A pesar de su mala salud, su imaginación seguía en ebullición: perfilaba un musical titulado Espérame en el cielo. Pensaba en voz alta: “El problema será convencer a la gente de que se pueden divertir con canciones que hablen de la muerte”. Sin duda, hubiera encontrado la fórmula.

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