‘Thor: Love and Thunder’, los traumas y las risas de los dioses dirigidos por un niño de siete años
La ironía con uno mismo y la autoparodia no tienen por qué funcionar siempre, y esta vez Taika Waititi ha cruzado la línea
En una secuencia paradigmática de Thor: Love and Thunder, cuarta entrega en solitario del superhéroe del martillo en el universo cinematográfico de Marvel, Matt Damon, que repite cameo cómico tras su celebrada intervención en Thor: Ragnarok, interpreta a Loki en una risible obra de teatro en la que se burlan de la pomposidad de los discursos, los traumas y las conversaciones alrededor de los hijos de Odín. Es un momento satírico, un guiño para la risa del fan y del no tan fan, pero el problema es que, salvo por el grotesco maquillaje y los pedestres efectos especiales de la obra, no hay demasiada diferencia con demasiados fragmentos, ya en serio, del resto de la película, con la tontería de algunos de sus textos y de sus situaciones.
La ironía con uno mismo y la autoparodia no tienen por qué funcionar siempre, y esta vez Taika Waititi, el director que en Thor: Ragnarok, la tercera entrega, compuso la propuesta más luminosa y divertida de la serie, ha cruzado la línea. Demasiados momentos en los que la sublimación del cachondeo muta en ridículo. Rémora a la que hay que sumar, salvo algún instante puntual, un aspecto visual sin suficiente atractivo ni identidad, entre lo kitsch y lo majestuoso. Y, sobre todo, un brutal contraste entre el drama de ciertas subtramas del relato central, que nunca se sabe muy bien cuál es, y la sobredosis de estupidez del resto. Justo lo que hace que esa grandilocuencia forzada y pretendidamente idiota de la secuencia del cameo de Damon haga saltar las alarmas. El cáncer y las sesiones de quimioterapia del personaje de Jane Foster, la amada de Thor interpretada por Natalie Portman, y el, por otro lado, y visto individualmente, magnífico prólogo, con el nacimiento del villano carnicero de dioses Gorr viendo morir a su pequeña hija en el desierto, encajan como agua y aceite con la guasa del resto de la función. La modulación del tono le ha fallado esta vez a Waititi.
Incluso en las interpretaciones cada uno termina yendo por su lado, salvo el intocable Chris Hemsworth, que siempre sale indemne de lo que le echen, con su carisma de tío bueno que cae bien a todo el mundo. Portman pone seriedad en el asunto, pero Bale, con el personaje trágico de la historia, parece estar interpretando a Shakespeare en cada línea, mientras Russell Crowe debuta en Marvel con un Zeus desmitificador con el que seguramente se lo haya pasado en grande. Y no es solo que cada uno de los personajes tenga una función distinta. Es que la gravedad de unos y la efervescencia de los otros se contagian mutuamente en el peor de los sentidos.
Quizá la parte final remonte un poco respecto del desaguisado inicial, pero a Love and Thunder, con apuntes sobre el amor y la rémora de las religiones, no dejan de afectarle cuestiones narrativas. Por ejemplo, que el objetivo principal de los personajes —el rescate de unos niños secuestrados— se muestre o se olvide caprichosamente en el relato; que la narración parezca a veces cortada en montaje y a última hora, y ahí la presencia en los créditos del prestigioso actor británico Simon Russell Beale, luego casi invisible en la película, puede ser la mejor de las pistas; o que, en fin, las potentes canciones de Guns N’ Roses entren con toda su fuerza para acompañar a las imágenes, aunque Waititi no tenga muy claro cómo cortarlas del continuo secuencial, salvo bajando poco a poco el volumen, lo que puede dar a entender que nunca hubo una confluencia reflexionada entre banda sonora y visualización.
Con la mejor de las intenciones, hace unos días Hemsworth afirmó en una entrevista que Thor: Love and Thunder “es la película que haría un niño de siete años”. Se refería al espíritu libre y desbocado de su director, pero el caso es que quizá lo haya clavado.
Thor: Love and Thunder
Dirección: Taika Waititi.
Intérpretes: Chris Hemsworth, Christian Bale, Natalie Portman, Russell Crowe.
Género: aventuras. EE UU, 2022.
Duración: 119 minutos.
Estreno: 8 de julio.
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