‘Don Gil de Alcalá', una genialidad de Penella vestida por Sagi
En pleno siglo XXI ya bien mordido, esta ópera se defiende desde una conexión casi automática con un público que no tiene que saber por qué todo funciona prodigiosamente, pero que lo hace
De la ópera cómica Don Gil de Alcalá se podrán comentar muchas cosas: su parentesco innegable con la pieza teatral El sí de las niñas, de Moratín; su declarado mestizaje entre la música europea, clásica y ligera, y el ámbito latino, tanto en música como en texto; y un largo etcétera. Pero, en pleno siglo XXI ya bien mordido, esta ópera se defiende desde una conexión casi automática con un público que no tiene que saber por qué todo funciona prodigiosamente, pero que lo hace. Funciona de una manera casi mágica una música conducida desde una sorprendente orquesta de cuerda, con el único añadido de dos arpas, que a veces se atreve hasta con Mozart. ¡Un músico valenciano, como era Manuel Penella, renunciando a los vientos en su orquesta! Se dice que era para recrear un ambiente dieciochesco, pero además hay que poder y la orquesta de Penella en este Don Gil se encuentra entre lo más sorprendente que ha dado el repertorio zarzuelístico.
Pero hemos dicho ópera y no zarzuela, y es que Don Gil es ópera atravesada por la levedad de la zarzuela, y no solo. La asociación de ideas y posibles referencias que se agolpan en esta obra es de tal magnitud que marea para ser una producción española, Mozart (no mucho, pero lo suficiente como para dar vértigo), Rossini, Donizetti y hasta Puccini, por no hablar del cine, que enseguida consiguió llevar el título a la gran pantalla en México en los últimos meses de vida de Penella.
Y, sin embargo, lo que más sorprende es la relación entre música y texto, ambos del propio Penella, como sucedió en su otro gran éxito, El gato montés. Funciona bien prácticamente siempre, de hecho, roza el milagro y debería convertir a esta ópera cómica en pieza obligada de cualquier enseñanza de teatro musical español.
Y, de hecho, aquí está, casi pidiendo perdón por presentarse al repertorio, ¡qué escándalo y que desfase!
Casi con la misma modestia con la que se presenta este Don Gil al Teatro de la Zarzuela, por quinta vez en su travesía por el desierto de la posteridad, así parece haberla acogido otro grande de lo pequeño, Emilio Sagi. Decía Sagi en los previos que esta ópera es como un pequeño Mozart, pero queriendo decir que un pequeño Mozart es una enormidad. Y, desde el respeto, Sagi dicta una lección inolvidable, no cambia ni el momento ni el carácter de la historia, ¿alguien recuerda algo así en las últimas décadas? Mueve a los personajes con la prudencia que dicta el que quiere que una historia se comprenda al instante, sin dobles o triples lecturas. ¡Qué revolución para los tiempos que corren! Y todo con elegancia y con una comprensión de las posibilidades del Teatro de la Zarzuela, el que fue su teatro durante muchos años, que consigue que el espectáculo se vea y se oiga bien en toda la sala, que los cambios escénicos no ensucien, de hecho, casi no hay cambios; en suma, es una lección magistral de lo que debería ser una puesta en escena en los turbulentos tiempos que corren. Y, como esta producción se realizó ya en Oviedo, su ciudad natal, es obligado pensar que Sagi puede pensar en montajes de eficacia prodigiosa que funcionen en dos ciudades, al margen de que se trate de sus dos ciudades. Todo ello sin olvidar su excepcional equipo en el que destaca el que fue su adjunto y colaborador Daniel Bianco para la escenografía y ahora es el director del Teatro de la Zarzuela.
Y queda la música, desde esa excepcional orquesta de cuerda que nos cuenta todo con sus cuarenta instrumentos, un lujo porque podrían ser menos. La conducción musical ha estado en unas manos a tener en cuenta y no solo para el difícil foso de La Zarzuela, las del onubense Lucas Macías, una solidísima batuta española, no lo olviden.
En cuanto al reparto, excepcional en general, tiene una uniformidad tal que resultaría quizás injusto señalar nombres, pero quizá más injusto aún sería no subrayar al gran tenor canario Celso Albelo, que es otro de los lujos de esta producción junto a la soprano Sabina Puértolas, que tiñe su papel de un color mozartiano de muchos quilates. Que nadie piense que el resto del reparto desentona, pero lo dejo a la curiosidad del aficionado que no debería perderse esta producción bajo ningún concepto.
Don Gil de Alcalá
Dónde: Teatro de la Zarzuela (C. de Jovellanos, 4, 28014, Madrid)
Cuándo: Entre el 5 y el 22 de mayo. 20.00 horas (domingos, a las 18:00 horas).
Precio: De 5 a 44 euros.
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