La milana bonita de ‘Los santos inocentes’ alza su vuelo sobre los escenarios
La novela cumbre de Miguel Delibes se estrena por primera vez en teatro con Javier Gutiérrez y Luis Bermejo como actores principales
En un mundo rural de señoritos sin escrúpulos y criados serviles, la milana bonita de Los santos inocentes, obra cumbre de Miguel Delibes (1920-2010), alza por primera vez su vuelo sobre los escenarios. El Teatro Calderón de Valladolid, ciudad natal de Delibes, acogerá el próximo viernes el estreno de la primera adaptación teatral de esa apabullante historia de miseria, abusos y humillaciones en un pueblo de Extremadura bajo la dictadura franquista, que ya tuvo una exitosa versión cinematográfica dirigida por Mario Camus en 1984 y que ahora por fin llega a las tablas. La producción, dirigida por Javier Hernández-Simón y con un reparto encabezado por Javier Gutiérrez (en el papel de Paco El Bajo), Luis Bermejo (Azarías), Pepa Pedroche (Régula), Jacobo Dicenta (señorito Iván) y Fernando Huesca (Don Pedro), emprenderá después de su presentación en Valladolid una larga gira por España con cerca de un centenar de salas ya comprometidas hasta la primavera de 2023, fecha en la que se representará en Madrid, en un teatro público todavía sin desvelar.
La adaptación teatral, firmada por el propio Hernández-Simón junto con el escritor Fernando Marías, fallecido el pasado febrero, intenta huir del imaginario tópico de la obra de Delibes, publicada en 1981, y de la mítica película que dirigió Camus tres años después y con la que Alfredo Landa (Paco El Bajo) y Paco Rabal (Azarías) consiguieron el premio ex aequo de interpretación masculina en el Festival de Cannes. “Hemos buscado una voz propia, que no fuera copia de nada y que estableciera un diálogo con el espectador”, aseguraba el director tras un ensayo general con público el pasado sábado en el centro Paco Rabal de Madrid, que levantó ovaciones entre los espectadores.
“Para mí ha sido un reto enorme, no solo porque es una obra maestra de la literatura y el cine que nunca antes se ha adaptado al lenguaje teatral, sino por el imaginario colectivo que representa y la mitología que la rodea. Vencido el miedo inicial a las comparaciones, nuestra meta fue contar esa historia para el teatro, dar voz a lo que cuenta Delibes, a ese diálogo que plantea sobre quiénes hemos sido, quiénes somos y quiénes seremos como sociedad”, explica Hernández-Simón, que trabajó en la versión junto a Fernando Marías a lo largo de dos años. “Los santos inocentes es una novela perfecta, por eso nuestra labor se enfocó en transcribir fielmente la historia, bajo esa mirada lúcida e inmisericorde de Delibes, dentro de una estructura teatral con planteamiento, nudo y desenlace”, añade el director, que cree de manera firme que la obra del escritor vallisoletano va más allá de esa época concreta de aquellos años sesenta en una España empobrecida y sumida en una dictadura. “Nos pone ante un espejo para que nos reflejemos en él y reflexionemos sobre el porqué de ese miedo atávico al poder, de esa incapacidad de decir no al poderoso. Delibes nos advierte de que como sociedad debemos estar siempre alerta para no repetir los errores del pasado”, añade el director.
En un solo espacio, la puesta en escena recrea el campo y el cortijo, los cotos de caza, la pobreza de la chabola y la opulencia de la casa de los señoritos, todo bajo el vuelo de decenas de aves. Al aceptar sus papeles, tanto Javier Gutiérrez como Luis Bermejo eran conscientes del riesgo de las comparaciones con Alfredo Landa y Paco Rabal. Cuentan con ello. Saben que cada espectador trae consigo su propia imagen de Paco El Bajo y Azarías. Lo primero que hizo Gutiérrez fue liberarse de “ese yugo, de ese peso”: “Claro que me inspiro en Alfredo Landa, pero yo conozco bien el mundo rural y sé lo que es trabajar en el campo, conozco a ese criado servil y resignado que forma parte de nuestra memoria. La novela habla de un pasado, pero todavía sigue existiendo esa España que pisotea a los que están por debajo. Es triste, pero necesario volver a Delibes para recordar esas reminiscencias del poder feudal, la explotación y humillación que hoy todavía persisten”, señala el actor, orgulloso de interpretar a un personaje que defiende la educación como la manera de salir de la pobreza y gozar de libertad. “Me emociona especialmente formar parte de este teatro popular que es tan necesario y con el que, más allá del prestigio y las buenas críticas, aspiro a tocar la fibra del espectador. Me la juego igual en el Arriaga de Bilbao que en el pueblo más pequeño de Castilla-La Mancha. Me dedico a esta profesión para contar historias como Los santos inocentes, para que la hermosura, la honestidad, el realismo y la poesía de Delibes vaya directa al corazón del espectador”.
Bermejo ríe a través del teléfono cuando escucha que un asistente al ensayo del pasado sábado susurraba a su acompañante: “Este Paco Rabal lo hace muy bien”. “Sabemos que el público llega con mucha información a este montaje, ya sea a través de la novela o la película, que son dos obras magistrales. Es un desafío que nos acompaña en esta propuesta escénica, que es el de revisar esta historia tan reveladora y hacerla en estos tiempos. Pero para mí, Paco Rabal ya se ha difuminado. A mí, que soy de un pueblo de Extremadura, me resuenan las voces de mis abuelos, de mis tíos, de mi padre. Los santos inocentes se hace eco de todas esas voces familiares mías y de esta manera, con esta obra tan hermosa, honro la figura de todos mis muertos” explica el actor, para quien su mayor deseo sobre el escenario es reivindicar ante el espectador, con palabras sencillas y tiernas, a toda la buena gente del campo, como su Azarías, un hombre que vive al raso y es feliz. “Es también una obra que intenta reparar esa memoria olvidada, que abre un melón muy grande en relación a la educación y los clasismos que hoy todavía perviven. Todavía hay comarcas en España en las que la miseria está camuflada o edulcorada, bajo esos mapas de carretera y relucientes carteles”, termina Bermejo, que saca su corazón extremeño para llamar desde el teatro a su milana bonita.
Babelia
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