Javier Gutiérrez: “Mi gran baza es mi físico”
El actor estrena la serie ‘Los reyes de la noche’, donde interpreta a un trasunto del periodista deportivo José María García en el marco de la guerra de audiencias de la radio en los noventa
Llega al imponente edificio histórico de Telefónica en la Gran Vía de Madrid donde hemos quedado, que para eso es la productora de su última serie, y lo reciben a cuerpo de rey, que para eso la serie se llama Los reyes de la noche, y el entrevistado viene con las credenciales de protagonizar Bajo cero, Estoy vivo y Vergüenza, grandes pelotazos de audiencia dentro y fuera de la casa. Cierto que, aún conociéndola de leídas, choca su escueta estatura física, pero aún sorprende más su absoluta falta de ínfulas. Conserva, dice, los pájaros en la cabeza y los pies en la tierra del chaval que vino de Galicia a Madrid y se gastó sus últimas 150 pesetas en ir a ver a un anciano José María Rodero hacer del Cid en escena. Él, como el Cid, y como Rodero, también quiere morir con las botas puestas.
¿Cuándo percibe uno que ha llegado en la mirada del otro?
Muchas gracias, pero yo no me veo así. No sé muy bien lo que es llegar. Mi objetivo, si ha habido alguno en mi vida, ha sido trabajar de continuo de actor y llenar la nevera. Esta es una profesión de dientes de sierra. Un día estás y otro, no. Lo que sí he tenido es perseverancia, paciencia y creer mucho en mí mismo.
¿Nota cuándo está cumbre?
Casi de inmediato. Igual que noto cuando he fallado.
¿Cómo? ¿Levita, o se hunde?
No sé, hay algo especial. Luego, desde fuera, igual no es para tanto, ni tu acierto ni tu fallo, pero la sensación no te la quita nadie. Antes sufría muchísimo con las críticas. Ahora, me divierto con las malas y no me creo del todo las buenas. Soy mi primer crítico. Tengo mucha vergüenza y amor propio y, cuando no estoy contento con mi trabajo, metería la cabeza bajo tierra. Siempre pienso que se han equivocado eligiéndome, que no voy a dar la talla ni a entender al personaje.
En Reyes de la noche encarna a un locutor deportivo sin escrúpulos. ¿Lo ha entendido a él?
Bueno, que cada uno apechugue con lo suyo. Y eso que le hemos quitado hierro. Era un mundo y una fauna mucho más salvaje de lo que podemos intuir. Era una época oscura, pero, quizá también más auténtica, más sin filtros. Hoy se echa de menos un poco más de aquel salvajismo, en otro sentido. Hoy vamos con el bozal de la corrección política puesto. No pretendo imitar a nadie, si acaso, que quede cierto perfume. Que la gente que no conoció aquella época tenga una idea de cómo eran los comunicadores de entonces, sus egos, su ambición, su falta de escrúpulos. No los justifico, trato de recrearlos.
¿Cómo clava a seres despreciables sin serlo, presuntamente?
Me considero buena persona, pero es cierto que últimamente me estoy especializando en tipos retorcidos. No me gusta hablar de la cocina del actor, de cómo llega uno a abrir ciertas puertas para llegar al personaje o conquistar al público. Pero trato de que siempre tenga un poco de humanidad, por muy cabrón que sea. Todos tenemos una grieta por donde entra la luz. Mi trabajo es hallarla e iluminarla.
Y eso que tiene dicho que no se llevaba bien con la cámara.
En esta profesión ves a hombres y mujeres bellísimos que, solo con eso, tienen mucho terreno ganado. Pero hay otros, y pienso en los grandes: Rodero, Sacristán, López-Vázquez, que, sin serlo, se quedan en la retina. Yo creía que, con mi estatura, nunca podría triunfar en el cine. Hasta que me di cuenta de que mi gran baza es mi físico: mi apariencia de hombre normal, de españolito medio. Comprendí que la cámara es una aliada, que saca todo de ti, que ante ella menos es más, que no hay que hacer mucho más que mirar, porque todo lo que te pasa tiene que estar por dentro.
En las entrevistas habla de lo difícil que resulta conciliar su oficio con el cuidado de sus hijos, uno de ellos discapacitado. Los hombres no suelen hacerlo...
Bueno, a la fuerza ahorcan, no me considero mejor ni peor, pero sí he restado horas de sueño, y he ido muchas veces a trabajar sin dormir, y también he gozado mucho, no todo son malos momentos. En las entrevistas hablo desde la sinceridad y la honestidad. No pretendo caer bien ni mal. Si no tengo nada que promocionar, me quedo en casa. Soy una persona de perfil bajo [sonríe].
¿Conoce bien la culpa?
Sí. Durante un tiempo de mi vida he priorizado lo profesional por encima de lo personal y, no me arrepiento, pero, si pudiera rebobinar, cambiaría ciertas cosas. Me habría perdido muchas menos cosas que, con el paso del tiempo, considero importantes.
En Instagram declara su amor a su nueva pareja. ¿Se enamora uno a los 20 como a los 50?
En mi caso, no. Vas quemando etapas, y ahora sé que la vida va en serio. Cuando vas cumpliendo años cuesta más enamorarse porque vienes de fracasos, batacazos, desamores que te hacen daño, y, cuando tienes hijos, piensas más con quién quieres compartir la vida. Cuando ocurre, ocurre, pero ya sabes a qué te expones.
¿Vamos con la coraza puesta?
Creo que tenemos miedo a enamorarnos, a que alguien nos haga temblar el piso, pero a la vez lo estamos deseando y, cuando llega, no sabemos gestionarlo. Creo que tiene que ver con nuestra falta de saber darnos al otro. No estamos educados para amar.
¿Con qué se parte de risa?
[Piensa 15 segundos] ¿Sabes qué pasa? Que me cuesta muchísimo reírme. Sí que me enternezco, soy muy sensible, no soy un llorón, pero es muy fácil tocarme la patata. Soy de fibra sensible.
Y cabrearse, ¿le cuesta?
Nada. Me cabreo a diario. Soy muy temperamental. Creo mucho en la justicia, y en la justicia social, y estamos viviendo un tiempo que saca lo peor de mí como ciudadano. Tenemos unos políticos que no nos merecemos. Desde el comienzo de la pandemia no han estado a la altura y nos han embarcado en un clima asfixiante, insoportable. Espero que no tengan que arrepentirse de habernos traído hasta aquí, porque nos están colocando en una tesitura muy complicada.
¿Cuánto se crece en escena?
No sé, estaría mal que yo lo dijera. Depende del proyecto, ya te he dicho que cuando tengo un pepino entre manos, soy muy consciente de ello. Pero no es tanto que me crezca, sino que me siento fuerte. Mi madre tiene la costumbre de abrazar a los árboles para sentir su energía y llenarse de ella. Yo siento eso. Que ser una persona bien plantada, con buenas raíces, independientemente de tu altura o tu envergadura, te puede hacer aguantar todos los envites que vengan.
REY DE LA NOCHE
Aunque el teatro es su “gasolina”, "no hay nada que me ponga más cachondo ni me dé más miedo que una noche de estreno", dice, nadie que haya visto la mirada a cámara de Javier Gutiérrez la olvida (Luanco, Asturias, 50 años). Sobre todo desde 'La isla mínima', la película de Alberto Rodríguez que le valió un Goya en 2012. Ahora estrena 'Los reyes de la noche' (Movistar), una serie sobre la guerra de egos en la radio deportiva de los noventa. A José María García deben de pitarle fuerte los oídos.
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