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Estrellita Brodsky: “En un mundo perfecto el arte latinoamericano estaría más integrado en los museos”

La coleccionista estadounidense, de origen uruguayo y venezolano, ha sido pieza fundamental en la promoción del arte latinoamericano en museos como el Tate, el Pompidou, el Metropolitan y el MoMA

La coleccionista estadounidense de origen latino Estrellita Brodsky
La coleccionista estadounidense de origen latino Estrellita Brodsky

Mentora de muestras extraordinarias en museos tan prestigiosos como la Tate Modern, el Metropolitan, el Pompidou, el Museo del Barrio o el MoMA, Estrellita Brodsky desliza una frase que define su esencia: “En un mundo perfecto, no habría necesidad de que los grandes centros tuvieran un departamento de arte latinoamericano, porque este estaría perfectamente integrado al conjunto”.

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La claridad, el pragmatismo, el buen gusto y el carácter definen su trabajo como coleccionista, mecenas, comisaria, historiadora de arte y filántropa, tanto sola como junto a su compañero, el estadounidense Daniel Brodsky, expresidente del patronato del Metropolitan, coleccionista y desarrollador inmobiliario. Ambos obtuvieron el Premio Iberoamericano de Mecenazgo 2019. Al conversar con ella, se entiende que no es casualidad que algunos monstruos sagrados como Julio Le Parc, en cuya obra y en la de Jesús Soto se doctoró en la Universidad de Nueva York, o Artur Lescher le hayan regalado joyas artísticas directamente inspiradas en su figura.

Es estadounidense, aunque su familia proviene de Venezuela y Uruguay en una genealogía que se remonta al presidente uruguayo Juan Idiarte Borda (1844-1897). “Mi amor por el arte empezó siendo pequeña, porque a mi padre siempre le gustó”, explica. “Y crecí viendo grandes obras de creadores venezolanos en la esfera pública, desde Soto hasta Otero y Cruz-Diez. Eso me encantaba. Incluso intenté ser artista, aunque no llegué demasiado lejos. Y luego empecé a coleccionar, pero siempre conviviendo con la idea predominante, estando en Estados Unidos, de que los latinoamericanos éramos salvajes que crecíamos en la jungla, cuando, por ejemplo, el Uruguay era la Suiza de América, con un nivel cultural medio notable. Así que mostrar la interconexión que existe en el arte latinoamericano me interesaba. Soy el producto de distintas culturas, y hasta cuando hablo no sabes si soy uruguaya, norteamericana, centroamericana o estadounidense. Porque entendiendo otras culturas, la gente puede no solo respetarlas, sino comprenderse mejor a sí misma”.

Añade Brodsky que uno de cuyos grandes logros ha sido conseguir que el MoMA aceptara crear el Estrellita Brodsky Curator of Latin American Art, cargo fundamental para impulsar su pasión por indagar en el brillante, heterogéneo y hasta hace pocas décadas marginado arte de Latinoamérica: “Todavía me fascinan el constructivismo ruso y el impresionismo, especialmente Caillebotte, y cuando comencé a estudiar el arte latinoamericano, a diferencia de la literatura latinoamericana, e incluso cuando hice el máster en el Hunter College, no formaba parte de los programas académicos de las mejores universidades, algo que recién cuando hice mi doctorado comenzó a ser cada vez más común. Más tarde pude plasmar en mis estudios la pasión que siempre sentí por los artistas cinéticos, una corriente que a mi juicio sigue estando infravalorada”.

“Las colecciones particulares están bien, y lógicamente tenemos un espacio personal, ANOTHER SPACE, dedicado al arte Latinoamericano y artistas latinx dentro de un contexto global sin fines de lucro para que la gente se acerque a verlo, pero es importante que el público se exponga directamente al arte, pues es una manifestación humana que nos vuelve más sensibles”, asegura una mujer que no solo se preocupa de contagiar su pasión a través de las palabras, de las muestras que impulsa y del verdadero apostolado en que se abanderó en torno al arte latinoamericano, sino de la ayuda concreta que presta para que jóvenes que de otro modo no tendrían acceso a una educación de alta calidad sean becados. Y agrega: “De todas maneras, me gustan mucho los diálogos en tonos de grises y la posibilidad de abrir discursos, en lugar de decir ‘esto es así o no es’”.

Antes de terminar, la cofundadora de la Daniel and Estrellita Brodsky Foundation desgrana cómo su colección particular ha evolucionado. “Al principio era abierta e incluía cosas bastante predecibles, como las europeas. A medida que mis estudios y mis viajes a América Latina se profundizaron, la búsqueda se especializó, pasando por los grandes de Brasil hasta los cinéticos, el constructivismo de Torres García o los artistas políticos quizás más inaccesibles, o cuyas obras son menos adecuadas para tener en una casa, como las de Marta Minujín o las del gran artista argentino Tomás Saraceno. Incluso me gusta colgar juntos a creadores que en la vida real no se llevaron demasiado bien, como Soto y Le Parc. Y, ¿sabes qué? ¡En la pared se entienden perfectamente!”.

“En un mundo cada vez más digitalizado”, continúa Brodsky, “yo valoro especialmente el papel que tienen las galerías, que son los actores que de algún modo mantienen a los artistas y seleccionan sus mejores obras. Incentivar y potenciar a artistas jóvenes es algo que pueden hacer como nadie las galerías pequeñas. Aunque, claro: existe el problema de que luego las galerías grandes los toman. Allí todo se torna monolítico y homogéneo, se pierde individualismo. Eso no me gusta”.

¿Y qué pasará con su colección cuando ya no esté? “Yo he ido donando obras importantes a museos cuando han mostrado interés y las han querido realmente, cosa que seguiría haciendo si me garantizaran que las expondrán. Pero a mis hijos el arte les gusta mucho desde pequeños, y lo coleccionan. Así que ya veremos”.

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