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Crítica | Guerra de mentiras
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Guerra de mentiras’, el embuste que culminó en la invasión de Irak

La escenificación de las patrañas que se dijeron sobre las armas de destrucción masiva contadas con el tonto útil como marioneta

Imagen de 'Guerra de mentiras'. En el vídeo, tráiler de la película.
Javier Ocaña

En los servicios de espionaje, la presión de los de arriba, desde los despachos, para que los de abajo, la gente de campo, sean capaces de descubrir asuntos de formidable interés que les permita seguir en sus puestos, o llevarse las loas y ascender, suele tener consecuencias irreparables. Lo hemos visto en las películas, entre ellas algunas adaptaciones de clásicos de John le Carré y Graham Greene, y lo sabemos también por la vida real, donde el caso del iraquí Rafid Alwan se convierte en el paradigma más reciente: un ingeniero que llegó a Alemania como refugiado y que, a finales de los noventa y principios de los 2000, con la intención de quedarse en el país y obtener un régimen privilegiado, comenzó a hablar a los servicios secretos alemanes de las armas biológicas de destrucción masiva del régimen de Sadam Husein. Sin apenas datos.

Cuando poco después se produjeron los atentados del 11-S, la concatenación de acontecimientos trágicos, de egos heridos, de intereses estratégicos y de necesidades de contraataque acabó llevando a aquella pequeña patraña, la de un hombre en busca del paraíso occidental, hasta el gran embuste de la invasión de Irak. La película alemana Guerra de mentiras, dirigida y coescrita por Johannes Naber, da cuenta del proceso. Un trabajo más interesante por lo que desvela al público en general que por la calidad intrínseca del producto, que en determinados momentos parece atropellado por la ridiculez real del proceso, difícil de narrar en un tono serio pues sus elementos tienen mucho de absurdo, y sobre todo por un trecho final de pura acción un tanto delirante.

Fría y plana en su puesta en escena, de convencional serie de televisión, Guerra de mentiras se sostiene sin embargo durante buena parte del relato gracias al evidente interés del conflicto, a las imágenes de archivo —con Colin Powell y Joschka Fischer empantanados en la gran trola ante Naciones Unidas—, y al retrato del personaje más atractivo de la historia: el de un científico alemán, experto en armas biológicas, que se había pasado tres años en Irak buscando lo que se temía que tuviera Sadam sin encontrar nada, al que encargan los interrogatorios y el enlace con el químico iraquí. Es decir, el arquetipo de sabio del conocimiento, pero ignorante en cuestiones políticas y estratégicas, al que manejan los mandos según conviene. El tonto útil de siempre.

Guerra de mentiras

Dirección: Johannes Naber.

Intérpretes: Sebastian Blomberg, Virginia Kull, Dar Salim, Michael Wittenborn.

Género: espionaje. Alemania, 2020.

Duración: 108 minutos.

 

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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