Concluye el juicio a la “barbaridad” arqueológica del yacimiento Iruña-Veleia
La Fiscalía y la acusación insisten en pedir prisión para el director de las labores por falsear hallazgos
Nadie se cree a Eliseo Gil. Nadie piensa que encontrara restos arqueológicos de valor incalculable. El director del yacimiento de Iruña-Veleia no ha convencido ni a la Fiscalía ni a la acusación particular, que representa a la Diputación de Vitoria, durante las más de dos semanas que ha durado el juicio para dirimir si falseó los hallazgos en las excavaciones entre 2005 y 2006. El arqueólogo aseguró que habían topado con grafitos que modificaban la historia de las representaciones del Euskera y del cristianismo. Sin embargo, todo apunta a que estos descubrimientos del siglo III y IV fueron burdamente adulterados para incluir en ellos esos presuntos grafitos históricos. Este miércoles se han presentado las conclusiones en la última sesión del caso. El jueves las partes mostrarán sus informes finales y otorgarán a los acusados su derecho a la última palabra antes de que el juicio quede visto para sentencia.
Gil, que gestionaba la empresa Lurmen y la subvención de 3,7 millones de euros que esta recibió, encara una petición de prisión de cinco años y medio que demanda la Fiscalía por un delito continuado sobre el patrimonio histórico y otro de estafa en concurso con un delito de falsedad en documento público, además de autor por omisión. La Diputación de Álava eleva el castigo a siete años y medio. Ambas han definido como "barbaridades" y "daños irreparables" las intervenciones en el yacimiento, y creen "clarísimo" que hubo manipulación. La defensa del acusado insiste en su absolución por entender que las pruebas y testimonios en su contra son "endebles" y "malintencionados". La Fiscalía sostiene que son 291 las piezas, contra las 476 indicadas primeramente, las que se modificaron.
El director de los trabajos ha asistido a las sesiones en el juzgado de instrucción 1 de Vitoria junto a Rubén Cerdán, cuyos análisis avalaron que los descubrimientos eran auténticos y no falsificaciones. Cerdán, poseedor de un cuestionado título de física nuclear por la universidad de Tel-Aviv, se enfrenta a dos años y medio de cárcel. El Ministerio Público ha subrayado que los informes que efectuó son "pura literatura" y no están acreditados. "Eliseo Gil se aprovechó de Cerdán para dar relevancia a unos hallazgos que no se correspondían con la realidad", ha manifestado el letrado de la Fiscalía.
Hallazgos solo en el lavado
Una de las claves del juicio ha sido cómo dieron con los objetos con muescas supuestamente excepcionales. Tres de los arqueólogos que operaban en el yacimiento y que lo abandonaron porque rechazaban el método de trabajo —Miguel Berjón, Ángel Apellaniz y Carlos Crespo— afirmaron en la tercera jornada ante la juez que nunca se encontraron elementos relevantes sobre el terreno, sino que todos aparecían en la zona de los lavados. La investigación pone a Eliseo Gil en la diana, pues los estudios sobre los materiales revelan que las grafías de las incisiones guardan semejanza con muescas grabadas por Gil en otros materiales, como una letrina que se construyó como réplica y que el acusado adornó.
Las sesiones han ido aportando versiones que zarandean al director de Larmen, que ha insistido constantemente en la veracidad de las piezas. Los policías que asistieron a las labores se expresaron con rotundidad: "Se ha constatado una concatenación de perplejidades, irregularidades, anomalías e indicios de criminalidad de todo tipo”. Los arqueólogos citados han ido narrando casos que les hicieron empezar a desconfiar de lo que estaba ocurriendo en el yacimiento.
Un hito lo protagonizó Óscar Escribano, que admitió haber falsificado uno de los vestigios, por lo cual ha aceptado un año de prisión, aunque no será encerrado por carecer de antecedentes. Así se abrieron las dudas en el yacimiento, reforzadas por casos como el de un plato mortuorio que se descubrió entre la tierra sin aparentes grafitos hasta que, de nuevo tras pasar por el sospechoso lavadero, se veían inscripciones. El arqueólogo Raúl Sánchez, que lo limpió in situ, no daba crédito. Así lo expresó en sede judicial, donde sostuvo que era "imposible" que tanto material "se les hubiese pasado" en las exploraciones sobre el terreno. Ahora solo queda que la magistrada dictamine si lo que se vendió como una revolución histórica fue solo una gran estafa hecha con un punzón.
Babelia
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