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Galdós, “escritor de genio espléndido”

Un documento de los archivos de la Academia Sueca revela que el presidente del comité defendió en 1915 el Nobel para el autor

Miquel Alberola
Benito Pérez Galdós, en su madurez.
Benito Pérez Galdós, en su madurez, en una imagen sin datar.ALBUM / SFGP

Benito Pérez Galdós (1843-1920) fue candidato en tres ocasiones al Premio Nobel de Literatura. Excedía los requisitos, pero nunca obtuvo el galardón. Se interpusieron los méritos de otros candidatos en 1913 (Rabindranath Tagore) y 1915 (Romain Rolland). Y en medio, el estallido de la Primera Guerra Mundial, que interrumpió los premios. Pero sus principales adversarios estaban en España. El conservadurismo ultracatólico español se empleó a fondo, sobre todo en 1913, para impedir que el galardón recayera sobre el autor de Fortunata y Jacinta. Dos años después, el comité del Nobel volvió a considerar su candidatura a iniciativa propia. Fue su última oportunidad.

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En las deliberaciones archivadas en la Academia Sueca, según una traducción inédita de Juan Capel, el presidente del comité del galardón, el historiador Harald Hjärne, defendió que Pérez Galdós fuera premiado “en calidad de escritor de genio espléndido, noble y generoso, altamente considerado y ciertamente relevante en su país”. La propuesta del autor de Misericordia, que recibió el apoyo de instituciones científicas y literarias españolas en 1913 y 1914, no había sido renovada desde España. Hjärne lo atribuyó a la “preocupación e incertidumbre” que causaba que los galardones se concedieran en medio de la guerra europea. Sin embargo, el comité optó por proponerlo de nuevo.

No obvió que en 1913 su candidatura suscitó “un virulento movimiento de protesta contra su elección” en España, “confirmado por numerosas notas y telegramas”. Hjärne se refería a la campaña auspiciada por la derecha católica, a través de varios medios afines como el carlista El siglo Futuro, para desacreditar al escritor ante la Academia Sueca por “anticatólico”, “revolucionario” y “sectario”. Como alternativa, postularon a Marcelino Menéndez Pelayo. A Estocolmo llegaron cientos de telegramas, tarjetas postales y cartas en francés (La Gaceta del Norte aseguraba el 13 de febrero de 1912 que “en alguna provincia se recogen ya millares de firmas”. Incluso el L'Osservatore Romano, llamó a atenerse “a las máximas de conducta fundamentales que corresponden a las instrucciones pontificias” a “varios católicos” que apoyaron al comité de homenaje al autor de Electra, que tanto ruido metió en sentido abiertamente anticatólico”.

La escritora Yolanda Arencibia, autora de Galdós. Una biografía, libro distinguido con el premio Comillas, considera que fue “una vergonzosa campaña de descrédito”. “Galdós perdió el Nobel el día que escribió Doña Perfecta, donde retrataba a una señora ultracatólica. Pero aquella campaña era más política que religiosa. Se decía que Galdós no representaba a la España de aquel momento. Los conservadores presentaron a Marcelino Menéndez Pelayo como alternativa, cuando el propio Galdós dijo que él también lo hubiera votado”. El escritor mexicano José Emilio Pacheco lo condensó en un poema en el que describía a Galdós entre “el odio de media España” y “la indiferencia de la otra media”: “Le arrebataron / el premio Nobel / y se burlaron / del olor a garbanzos / que hay en sus libros”.

Tarjeta postal en francés a favor del Nobel para Marcelino Menéndez Pelayo y en contra de la candidatura de Pérez Galdós distribuidas por los circulos católicos. Ilustración recogida por Benito Madariaga de la Campa en 'Galdós en la hoguera'.
Tarjeta postal en francés a favor del Nobel para Marcelino Menéndez Pelayo y en contra de la candidatura de Pérez Galdós distribuidas por los circulos católicos. Ilustración recogida por Benito Madariaga de la Campa en 'Galdós en la hoguera'.

Sin embargo, “ese movimiento había remitido” al año siguiente, admite Hjärne en su intervención. Lo apoya en “las propuestas presentadas tanto en nombre de los firmantes como en los términos en que se expresan”, y que se podían resumir en que, “a pesar de toda la diversidad de opiniones y de las luchas partidarias”, el galardón “no solo sería una distinción bien merecida para él sino también un honor para toda la nación”. El presidente del comité, pondera la obra de Pérez Galdós, de la que confiesa haber leído una parte en español y conoce algunas traducciones al sueco como Doña Perfecta, Marianela y Gloria. También la valoración que de ella hacen algunos estudios generales, como la Enciclopedia Británica o La historia de la novela en España durante el siglo XIX, de Andrés González-Blanco, que considera al escritor “el principal representante de la novela nacional, a pesar de los ensayos críticos”.

Con todo, el presidente asume que no ha podido entrar “en conocimiento” con la “enorme producción” del autor más que “en parte”. “Mis declaraciones dependen por ello de las impresiones generales que hasta ahora he tenido ocasión de percibir de primera o segunda mano”. Francisco J. Uriz, que ha sido distinguido en dos ocasiones con el Premio Nacional de Traducción por la Academia Sueca (en 1996 por la antología Poesía nórdica (Ediciones de la Torre), y en 2012 por el conjunto de su obra) considera que había “muy poco traducido” de Galdós en comparación con su voluminosa obra, aunque "era lo normal en la época": "Pero los miembros del jurado leían en varias lenguas", añade.

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Pese a que el “movimiento había remitido”, Hjärne empleó una parte de su intervención en rebajar el carácter “revolucionario” de Galdós: “Fue diputado un par de veces, pero apenas para ocupar un escaño en alguna mayoría ocasional. Se cansó pronto de la actividad propiamente política. Se le considera liberal, pero en edad madura no ha manifestado nunca mayor entusiasmo por partido alguno y ha actuado con la mayor calma y moderación incluso cuando los ánimos se han encrespado a veces en torno a su nombre”. El presidente del comité culmina la caracterización del escritor como “hombre retraído, silencioso y discreto”, que es “reacio a hablar de sí mismo y explayarse, sobre todo, con la habitual elocuencia de los españoles”.

En el recorrido sobre sus libros, señala que los Episodios Nacionales, “con arreglo a la opinión más generalizada en España, debería ser considerada la obra más importante del escritor”. Incide en que “cuanto más avanza, especialmente en la quinta serie [Revolución y Restauración], la labor va derivando hacia descripciones de la vida de la época y adquiere así un mayor parentesco con las novelas contemporáneas”. Aunque “la novela histórica es un género muy mezclado y debatido”, Hjärne destaca que “a partir de ahí se elogia a Galdós por su fidelidad a la realidad”, si bien, apunta, “hay que estar versado en esa disciplina para apreciar la validez de los elogios”.

Crítica externas e internas

En ese sentido, critica las acusaciones que se hicieron a Galdós desde Francia de “enaltecer siempre un chovinismo censurable, sin razón al parecer porque ni exagera las gestas guerreras de los españoles contra los franceses ni perdona sus debilidades y payasadas”. También quita hierro a “los reproches de la crítica interna por haber tratado con parcial predilección a ciertos héroes históricos”, como el general carlista Tomás de Zumalacárrregui: "Galdós no se muestra como hombre de partido sino que mantiene una postura genéricamente patriótica".

Asimismo, considera que las comparaciones que se hacen de su obra con los relatos del período napoleónico de Erckmann-Chatrian o la Comédie humaine, de Honoré de Balzac, no están más justificadas que “las huellas dejadas por Zola, Ibsen o Tolstoi” en otros trabajos. “Las similitudes invocadas, que posiblemente salten a la vista por todas partes, se deben sin duda y esencialmente a la índole, en cierto modo, de los asuntos tratados. Pero no son asuntos prestados de fuera, sino tomados directamente de la vida y del imaginario español”, subraya. Respecto a los ecos de Charles Dickens o Makepeace Thackeray que pudiera tener Galdós, afirma que el modelo realista de Galdós entronca con la novela picaresca, “que en forma depurada ha dado tan rico colorido incluso a Don Quijote” y que estos escritores ingleses “están en deuda con la escuela castellana”.

Revés de la tarjeta postal que se envió en 1913 a la Academia Sueca.
Revés de la tarjeta postal que se envió en 1913 a la Academia Sueca.

Hjärne pone énfasis en la ecuanimidad de Galdós: “No es de los que plantean en modo abstracto asuntos de debate” cuando aborda su época. “La fuerte tensión y la creciente inquietud en su España contemporánea se presentan para él como frutos sustanciales del dualismo entre la modernidad europeizante y las energías populares tradicionalmente nacionalistas”, es decir, “entre liberales y católicos o clericales”. Pero no lo afronta “de una manera estrecha, unilateral o llena de prejuicios, sino que intenta hacer justicia al menos a las dos partes en sus múltiples conflictos”. Defiende, en ese sentido, que en su obra “no se destaca hostilidad alguna contra el cristianismo o contra la Iglesia”. Ni siquiera, señala, en Doña Perfecta o en Electra, dos de las obras que más urticaria han generado en los “españoles excesivamente clericales”, en las que “apenas trata aislados rasgos de fanatismo de todos aquellos que se ensimisman de devoción y sacristía”.

“Si Galdós manifiesta alguna inclinación”, enfatiza, “bien puede ser, conforme a las palabras que pone en boca de su Gloria, reconciliar a don Quijote con Sancho Panza, tratar de cubrir la desdichada brecha que el tiempo ha abierto en España entre el excelso idealismo y el esfuerzo cotidiano a pie de obra”. La propuesta presentada por Hjärne fue apoyada por otro miembro del comité, Per Hällström, que defendió a Galdós como “escritor genuino y fascinante”. Para Hällstrom, Galdós “debería haber obtenido el premio Nobel hace mucho tiempo”, pero la balanza se inclinó hacia el poeta francés Rolland.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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