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Las zambombas jerezanas sueñan con colarse en el Diccionario

Podemos Jerez reitera a la RAE que reconozca la acepción de la palabra que se refiere a las juergas flamencas navideñas

Jesús A. Cañas
Una mujer baila en la celebración de una zambomba en Jerez de la Frontera, Cádiz.
Una mujer baila en la celebración de una zambomba en Jerez de la Frontera, Cádiz.Juan Carlos Toro
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Fuego, flamenco, vino de Jerez y la juerga está montada. Si para el resto de España una zambomba no es más que un instrumento musical rústico, en Jerez de la Frontera (Cádiz) no hay quien utilice esta palabra para referirse solo a esta acepción. Tanto allí como en Arcos de la Frontera la definición de zambomba es: fiesta popular navideña celebrada alrededor de una candela, en un patio o en la calle, en la que se cantan villancicos flamencos mientras se degusta gastronomía típica. Y estos días navideños las zambombas se celebran con profusión.

La celebración viene de antiguo, al menos desde el siglo XVIII, pero su recuperación en los últimos años ha sido tal que en 2015 fueron declaradas bien de interés cultural (BIC) y ahora Podemos Jerez ha solicitado a la Real Academia Española (RAE) que reconozca e incluya la acepción local y fiestera en su Diccionario.

En el patio de la bodega de los Museos de la Atalaya (un imponente palacio decimonónico donde se exponen casi 300 relojes de época), los carillones marcan las dos de la tarde. Sillas de anea en corro alrededor de una candela, una barra con una carta de vinos generosos, ibéricos y dulces navideños. Todo está dispuesto para que arranque la zambomba que celebra el Instituto Andaluz del Flamenco (IAF) para conmemorar los dos años de que la fiesta fuera declarada BIC. El olor y calor de la leña reconforta en el frío mediodía, pero en breve ya no será tan necesaria.

“La zambomba es participativa por definición. Hasta el más soso y tímido deja de serlo aquí”, relata Miriam Morales, directora comercial de los Museos de la Atalaya.

Pero para que la magia surja, la labor de flamencos como Pepe Alconchel, Alberto Sánchez, Agustín Caracolillo de Paterna y Juan Diego de Luisa es primordial. Ellos son algunos de los que llevan el peso vocal de esta fiesta que surgió como una reunión popular en los patios de las antiguas corralas o casas de vecinos de Arcos y Jerez. Hoy, Juan Diego, guitarrista, se afana por recuperar romances y villancicos antiguos, conservados por la tradición oral, para musicalizarlos y cantarlos. “El origen de todo esto está en Arcos, donde se cantaban romances. Con el tiempo, los gitanos de los arrabales de Jerez adaptaron al flamenco estas letras”, reconoce De Luisa poco antes de arrancarse a actuar.

En el repertorio, lo mismo se le canta al Niño Dios que se le emborracha con madroños o se relatan amoríos y riñas entre parejas. “Como buen ritual popular salen estos giros y juegos de la picaresca”, reconoce Mari Ángeles Carrasco, directora del IAF. Su institución lucha por “salvaguardar y conservar” la singularidad de unas zambombas que a punto estuvieron de desaparecer en los años 70. De hecho, el decreto de la Consejería de Cultura que las convirtió en BIC las define como “un auténtico ritual” en el que se entrelazan rondas, bulerías y otros palos flamencos. Hoy, con las casas de vecinos ya desaparecidas y las fiestas recuperadas y en efervescencia en Jerez y alrededores, el reto no está en la cantidad, sino en la calidad.

El grupo de Alconchel acumula 35 actuaciones estas Navidades, entre las que se encuentra la zambomba del pasado sábado del IAF. Comenzaron a cantar desde mediados de noviembre y continuarán hasta Nochebuena. Tan solo el pasado fin de semana se celebraron más de 30 festejos de este tipo, organizados por peñas flamencas y locales de hostelería. “Son una industria cultural que ya se exporta por Andalucía”, defiende Manuel Ruiz, impulsor de la propuesta de inclusión en la RAE, doctor en Historia y militante de Podemos Jerez.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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