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El cine que unió a México y España

Ángel Miquel detalla en su libro los comienzos de las relaciones cinematográficas de estos países 'Crónica de un encuentro' incluye 150 ilustraciones de la época

Programas de mano de películas protagonizadas por Jorge Negrete.
Programas de mano de películas protagonizadas por Jorge Negrete.Colección privada de Lluís Benejam

Cuando en su visita a España en mayo de 1938 Jorge Negrete dio un paseo a caballo por la Gran Vía de Madrid vestido de charro, sus seguidoras le acosaron de tal manera que el cantante y actor volvió al hotel con el traje hecho jirones. Es una de las anécdotas con las que el historiador Ángel Miquel (1957, Cohauila) retrata en su libro Crónica de un encuentro: el cine mexicano en España, 1933-1948 las relaciones de España y México a través de la industria cinematográfica en esos 15 años.

Su pasión por el cine —durante sus años en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde estudió Historia del Arte, Miquel pudo conocer y trabajar con grandes expertos en la materia— y su búsqueda de “un reencuentro personal con España” —su padre emigró a México tras el golpe de Estado de Franco— mantuvieron vivo su deseo de escribir esta obra los 10 años que pasó compaginando su trabajo diario con la recolección de datos para el libro, que registra el estreno de casi 200 películas en Madrid, Sevilla y Barcelona; incluye más de 450 críticas de estas cintas; y reproduce 150 ilustraciones con las que se publicitaron.

Con esta obra, Miquel pretende explicar al público cinéfilo de España y México “cómo se construyeron las condiciones desde principios de los años treinta que permitieron la primera coproducción entre ambos países en 1948”. Por eso eligió desbrozar ese periodo de 15 años en el que prácticamente pasó todo, ya que antes de 1933 el intercambio cinematográfico era casi inexistente.

La incorporación del sonido a las películas, que comenzó a dar resultados aceptables en la segunda década del siglo XX, abrió el camino a las más de 40 cintas que se estrenaron en España en los años treinta. El avance destapó la oportunidad de crear una industria en español que pudiera competir con las producciones de Hollywood en México y España.

Cartel de la película 'Mare Nostrum', de Rafael Gil.
Cartel de la película 'Mare Nostrum', de Rafael Gil.Colección privada de Lluís Benejam

La historia se presenta en un formato atractivo, ya que las ilustraciones le imprimen un aire de época, y Miquel la edulcora con anécdotas curiosas. Como, por ejemplo, que los Gobiernos de ambos países aprovecharan el intercambio comercial para vetar las cintas que incluían tópicos vejatorios o denigrantes para mexicanos y españoles. Es decir, prohibieron la difusión de películas que explotaran la imagen del español gitano, torero o bandolero y analfabeto; y del mexicano delincuente borracho, vago y lujurioso, al que normalmente un héroe estadounidense detiene por sus fechorías.

A su paso por Madrid para presentar su libro, Miquel asegura por teléfono que lo que más le ha impactado de la información recopilada ha sido ver que el cese de relaciones oficiales entre el Gobierno mexicano y el régimen de Franco no supuso el fin del intercambio cinematográfico. Más bien lo contrario. El historiador explica que el flujo de exiliados al país norteamericano mejoró la calidad de sus películas, sobre todo la escenografía, ya que México acogió a grandes expertos de la industria. De hecho, seis cintas del popular personaje mexicano Cantinflas tuvieron un guionista español emigrado a México. “Me sorprendió que se mantuviera un intercambio cultural en una época en la que el cine era el medio de comunicación más importante entre los países”, afirma Miquel.

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