Alonso Quijano y la gripe española
'Don Quijote Suite' es lo más ambicioso y comprometido que se ha planteado José Carlos Martínez desde que llegó a la dirección de la Compañía Nacional de Danza
No siempre es apropiado contar en una recensión las entretelas de un espectáculo, relatar los pormenores y accidentes de lo que sucede entre bambalinas, pero en ocasiones, como esta que nos ocupa, sí es más que pertinente, para valorar en justicia lo que se vio sobre el ancho escenario del Auditorio Víctor Villegas de Murcia el pasado sábado día 14.
La Compañía Nacional de Danza estrenaba en la noche de San Valentín Don Quijote Suite, con coreografía de su director artístico José Carlos Martínez, basado en las versiones tradicionales de Marius Petipa (1869) y las de Alexander Gorski (a partir de 1900). Es atinado señalar que Gorski es el máximo responsable de lo que vemos hoy (y que recoge Martínez) pues fue él quien inventó los papeles del torero Espada, la bailarina Mercedes su acompañante (a veces llamada la bailarina callejera) y también La Reina de las Dríadas del acto blanco de la obra; se sabe que como ya no había más música del original del Ludwig Minkus, Gorski acudió al franco-ruso Anton Yulévich Simon (1850-1916). Martínez ambienta su suite en una taberna.
Salir adelante con media plantilla diezmada por la gripe es una heroicidad, sobre todo sabiendo que la CND carece de recambios y dobles elencos solventes. Martínez, que es cartagenero y esto era un figurado regreso a casa, a pocas horas de subir el telón barajó suspender la función: el mismo día 14 llegaron a estar en las urgencias hospitalarias murcianas hasta cinco miembros de la plantilla, además de algunos técnicos. El auditorio estaba a rebosar de público, y es que, tradicionalmente, hay en Murcia una nutrida población fiel tanto al ballet clásico como a la danza española. Una vez conjurados los nervios y las toses, la función salió adelante.
Lo más conseguido por la Compañía Nacional es la escenografía
Don Quijote Suite es lo más ambicioso y comprometido que se ha planteado Martínez desde que llegó a la dirección de la CND hace tres temporadas; le faltan dos para agotar su compromiso de mandato, contractualmente renovable, ya se verá. El futuro de las compañías nacionales de danza y ballet españolas no lo podría adivinar ni Madame Blavatski precipitando cartas. La suite cervantina es el aperitivo (un work in progress) de lo que se verá en el Teatro de La Zarzuela en diciembre.
Finalmente, con mucho paracetamol interpuesto, la tropa se apretó los corchetes y la velada discurrió armónica, a veces con alguna baja en las formaciones de grupo y en general en tono poco exultante, lo que sí se pide a esta pieza. La Sinfónica de Murcia bajo la batuta de Gonzalo Berná versionó la partitura de Minkus desde una perspectiva estilística poco ortodoxa si hablamos de ballet académico, si nos atenemos a lo que se oye en los fosos de los teatros de ópera o entes líricos donde Don Quijote es título habitual y repertorio de casa. En cuanto a la danza, lo más conseguido hasta ahora es la escenografía de la taberna, que se atiene a canon, según qué versiones, esa venta aparece en el segundo o en el tercer cuadro. La licencia de meter la suite entre mesas y arcos carpaneles no perturba y arropa a los bailes. Son unos telones antiguos de buen gusto y bien pintados. Otra cosa es cómo se han ensayado los bailes de carácter (fandangos, seguidillas, aires de bolero), cómo se ha tocado su meollo rítmico y sobre todo sus acentos estilísticos y braceo, en el decir de Souritz, pseudo-españoles.
El programa se completó con los Tres preludios, de Ben Stevenson, e In the middle, somewhat elevated, de William Forsythe. En la primera, la solista coreana Seh Yun Kim se mostró musical y concentrada, mientras junto a ella al madrileño Iván Sánchez lo pudo el “terror del debutante”.
Babelia
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