El genio recortado
La creatividad vivió acogotada en Europa, y especialmente en España, por los recortes públicos, por la brutal subida del IVA (un 13%), por las salidas de tono del responsable de Educación y Cultura, José Ignacio Wert (el ministro peor valorado)… Todo en medio de la encrucijada por los nuevos modelos que plantea la libre circulación de contenidos por las redes. Aun así, hubo chispas muy destacables de grandeza.
Hay veces en las que, para explicar el pasado, hay que hablar del futuro. Es lo que ocurre con el catatónico estado de la industria cultural en España. No se trata ya de diseccionar y detallar el páramo en el que los recortes a discreción decretados por el Gobierno de Mariano Rajoy han dejado el sector de las artes (600.000 empleos y el 4% del producto interior bruto). Hay que tratar de palpar lo que vendrá, lo que viene ya: sin demasiado asomo de duda, un 2013 de color gris oscuro.
La actividad en lo que se refiere a la puesta en marcha de rodajes cinematográficos, montajes teatrales, proyectos editoriales, bibliotecas públicas, política de exposiciones por parte de los museos y organización de festivales y ciclos musicales va a experimentar en el inminente e incierto ejercicio 2013 el temible axioma del “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. No es un vaticinio/gama bola de cristal, sino la predicción lógica después del estado catatónico de la cultura tras el hachazo del 30% a sus presupuestos, que –no por menos esperado– provocó una auténtica conmoción entre los agentes culturales de este país a finales del mes de septiembre. Hachazo del que no solo no se libra nadie, sino que cae con especial crueldad en algunos de los buques insignia de la cultura española: Museo del Prado (-29,5%), Museo Reina Sofía (-25,5%), Biblioteca Nacional (-19,6%), Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (-22,6%), Teatro del Liceo (-32,6%), Teatro de la Maestranza (-50,2%) y Teatro Real (-33,3%), por citar solo a las víctimas de más relumbrón. En el caso del Teatro Real, su director, Gerard Mortier, avisó con palabras meridianas: “Estamos al límite; si me quitan un euro más, me voy”.
Siéndolo por su indudable carácter simbólico, las malas noticias para estos auténticos mastodontes culturales no son lo más grave. Por debajo del gran escaparate está la vida diaria de todo un tejido cultural, a menudo anónimo, que se resquebraja. Por ejemplo, 2013 va a ser un año especialmente duro para los responsables de la red de bibliotecas públicas, quienes en muchos casos contarán con un presupuesto de cero euros para la compra de libros. Admirables casos aislados como el de la Biblioteca Pública de Guadalajara, que prácticamente se autogestiona gracias a la inventiva de sus responsables y de la solidaridad de sus socios (cerca del 70% de los habitantes de la ciudad) son solo eso: excepciones.
Mortier, director del Teatro Real, avisó: “Estamos al límite; si me quitan un euro más, me voy”
El año 2012 vio a los cómicos desfilando por el centro de Madrid, más concretamente frente a lo que antes fue el Ministerio de Cultura (hoy Secretaría de Estado de Cultura). El 19 de julio, y con Javier Bardem abriendo la manifestación, las pancartas rezaron cosas como “La cultura no es un lujo”. Y esa es precisamente la sensación que a muchos les queda de este año: en tiempos de crisis, la cultura no es un bien esencial, así que a por ella. Y el razonamiento tendría su defensa… si no se hubiera vapuleado de igual manera en estos 12 meses transcurridos la investigación científica, la sanidad pública y la educación pública.
Los recortes llegaron de manera efectiva y en tiempo real. Otras cosas no llegaron. Por ejemplo, la tan cacareada y más necesaria que nunca ley de mecenazgo, pilar central del programa electoral del Partido Popular en materia cultural y en cuya gestación y aprobación este Gobierno se ha revelado, por el momento, absolutamente incapaz. Así que, ahora mismo, el cine, el teatro, el arte, la música, etcétera, ya pueden esperar sentados hipotéticas inyecciones económicas procedentes del ámbito privado. Y la ecuación es sencilla: recortes públicos + carencia de estímulos a la inversión privada = cultura en vía muerta.
El paisaje de la desolación quedó completado el 1 de septiembre con una brutal subida del IVA cultural. Las salas de cine, los teatros, los conciertos y festivales, los museos privados y la venta de obras de arte se vieron, de la noche a la mañana, gravadas con un 21% del impuesto sobre el valor añadido, lo que suponía un incremento de 13 puntos porcentuales. Consecuencia: una caída masiva en la asistencia a conciertos, cines, teatros y museos. Distintas asociaciones profesionales ofrecieron cifras que establecían pérdidas económicas de en torno a un 30% provocadas por el ivazo.
El año termina como transcurrió: con un divorcio absoluto entre los gestores culturales del Gobierno, con el ministro José Ignacio Wert a la cabeza, y los actores culturales. La reciente aprobación, en Consejo de Ministros, de la asunción del llamado “canon digital” –o compensación por copia privada en concepto de derechos de autor– por los Presupuestos del Estado llevará a las sociedades de gestión de derechos de autor a percibir 5 millones de euros en 2013… frente a los 115 de 2011. Y hablando de derechos de autor, no hay que olvidar cómo empezó este 2012 que ya se va: con la detención en Nueva Zelanda de toda la cúpula de Megaupload, la mayor web mundial de alojamiento de archivos. El FBI desmanteló la organización capitaneada por Kim Dotcom por infracción contra los derechos de autor y mandó a la cárcel al propio Dotcom y a cuatro de sus socios. EE UU pidió la extradición del fundador de Megaupload, quien, por su parte, anunció, tras salir de prisión en libertad condicional, que reactivaría la web con otro nombre: Mega.
El año termina como empezó: con un divorcio absoluto entre el Gobierno y los ‘actores’ culturales
Menos mal que, frente a tanta cifra y tanta controversia, la cultura ofreció en 2012 algunas noticias positivas o directamente fascinantes. Fue, por ejemplo, el caso del mal llamado hallazgo de La Gioconda del Prado, allá por el mes de febrero. Mal llamado porque no se trataba stricto sensu de un descubrimiento, sino de un… redescubrimiento. La cosa es que la preciosa Mona Lisa bis, que los expertos del Prado atribuyeron a Andrea Salai o a Francesco Melzi, sendos discípulos de Leonardo da Vinci, había vivido largos años en las paredes de la pinacoteca, medio ignorada por el gran mundo y con un fondo negro que la banalizaba por completo. Debido a una petición de préstamo por parte del Museo del Louvre para una exposición, la pintura fue estudiada y restaurada. ¡Boom! La Gioconda del Prado había nacido, con un extraordinario paisaje sustituyendo a la capa negra y convertida casi en objeto de peregrinación: el día que los responsables del Prado la mostraron por vez primera al público en la sala 49 del museo, el colapso fue absoluto.
También en el capítulo artístico, las exposiciones del año en lo que a éxito de público se refiere (y también de crítica) fueron la de Hopper en el Museo Thyssen y El último Rafael en el mismo Prado.
¿Y el cine de 2012? Pues en blanco y negro. El irresistible éxito de la francesa The artist en los Oscar y la muy buena acogida –de crítica, que no de taquilla, pero esto, ay, es un clásico hispano-español– de Blancanieves, de Pablo Berger, y de El artista y la modelo, de Fernando Trueba, sellaron la inesperada victoria del blanco y negro en la gran pantalla. Aunque la gran noticia en forma de éxito comercial se tituló Lo imposible. La película de Juan Antonio Bayona, ambientada en la costa de Asia durante la devastación causada por el tsunami y protagonizada por Naomi Watts y Ewan McGregor, desbancó a Los otros, de Alejandro Amenábar, como película española más vista de la historia: seis millones y medio de espectadores.
La sal y la pimienta en los mentideros literarios la puso Javier Marías al rechazar con prisa, pero sin pausa, el Premio Nacional de Narrativa. La buena nueva no pareció ir más allá, a pesar del circo que montó, de un ejercicio de coherencia. “Ya había dicho que no aceptaría nunca ningún premio oficial”, dijo el galardonado no galardonable.
Babelia
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