La fiesta del vino
Vila Viniteca reúne en Barcelona a una treintena de bodegas para presentar la nueva cosecha de 2011
Centenares de personas abarrotaron ayer las calles del barcelonés barrio de la Ribera. El objetivo, disfrutar de los primeros vinos de la añada de 2011, caldos jóvenes que a finales de noviembre y desde 1994 se convierten en protagonistas de la Fiesta del Vino Joven, organizada por Vila Viniteca. De esta manera se presenta en sociedad a los mejores vinos tempranos del país.
Lo excepcional de este año fue la demostración callejera que realizaron dos toneleros de la bodega riojana Muga, conocida por elaborar el vino con las técnicas de antaño, que ante la presencia de un sorprendido público se dedicaron a fabricar barricas. "Las condiciones no son las mejores, por el espacio y la temperatura", se disculpaba Jesús Azcárate ante una multitud agolpada a su alrededor al inicio de la calle Agullers y que taponaba la entrada a la fiesta. La curiosidad y el reconocimiento de la gente recompensaba la incomodidad por el limitado espacio. Azcárate, considerado como el último cubero, comenzó en este arte de elaboración artesanal allá por 1972, heredando de su padre una tradición casi perdida hoy en día por la utilización del acero inoxidable. En la bodega de Muga, en Haro (La Rioja), dirige el taller en el que fabrican 1.500 barricas al año.
En su complicada tarea de construir las barricas le acompañaba Gustavo Matute, de 32 años, con más de 10 en el oficio. La pregunta más repetida a los dos artesanos era por qué ponían la barrica alrededor del fuego. "Para ablandar la madera, que se abombe y poder meter las cellas", respondían a los curiosos espectadores. Con la madera lo suficientemente caliente, golpeaban con un martillo los aros metálicos que aguantan la estructura, ya solo falta ponerle las tapas. Mientras Jesús y Gustavo construían las barricas al inicio de la calle, todo el resto de Agullers, y varias calles colindantes, la gente, pagando 5 euros por vaso, cataba alguno de los más de 30 vinos jóvenes de otras tantas bodegas de todo el país.
Las bodegas, encargadas de suministrar vino desde ambos lados de la calle, habían venido desde diversos lugares de la geografía española. De la rioja alavesa llegó Gonzalo Sáez de Samaniego, de la bodega Ostatu, que se felicitaba por la cantidad de jóvenes que disfrutaban del placer de los caldos. Desde más lejos, de Pontevedra, llegaba el primer vino de la nueva cosecha de Terras Gaudas, con una muestra sin filtrar, traída a Barcelona para la ocasión. "Nosotros no embotellamos hasta diciembre, pero la ocasión lo merece", declaraba el encargado de servir a los asistentes, cuyas botellas, aun sin etiquetar, se vaciaban con sorprendente rapidez. Y es que Barcelona es una ciudad donde el vino gallego tiene buena acogida.
Una quincena de establecimientos de la zona se encargó de dar a los visitantes tapas y platillos con los que poder llenar el estómago. Por algún euro más, o incluso gratis, los comercios gastronómicos de la zona aprovecharon el evento para dar a probar algunos de sus mejores productos.
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