El mayor glaciar de España triplica sus pérdidas por las olas de calor
El estudio más detallado del hielo del Aneto muestra que está en estado “terminal”: “En unos 10 años ya no será un glaciar”
Esta semana, un grupo de biólogos y geógrafos ha ascendido al glaciar del Aneto, el mayor de España, para estudiar una especie de moco negro que está apareciendo sobre la superficie del hielo. Son crioconitas, un microcosmos de bacterias, arqueas y polvo, que es un marcador más de que el glaciar está en estado terminal. Estas manchas negras acumulan calor y aumentan la fusión del hielo, ya de por sí castigadísimo tras dos años de temperaturas veraniegas de récord.
Justo ahora se acaba de publicar el estudio más completo que se ha realizado de la evolución de esta masa de hielo, que es una de las más emblemáticas de los Pirineos y recibe miles de visitantes cada año. El trabajo ha usado diferentes métodos para estimar el retroceso del glaciar desde 1981 hasta la actualidad. Los resultados se leen como una necrológica. El glaciar sigue una tendencia de desaparición cada vez más acelerada y las últimas olas de calor han triplicado su retroceso. Solo en 2022 el hielo perdió tres metros de grosor de media, como un piso de techos altos. Es la cifra más alta jamás registrada y coincidió con un año de temperaturas récord en toda España.
La lógica parecía indicar que la desaparición de los glaciares pirenaicos se debería frenar. Cada vez queda menos hielo que fundir y este se acumula en las zonas más altas y sombrías. Pero el nuevo estudio muestra que la fusión del Aneto es cada vez más acelerada. Desde 1981 el grosor del hielo ha perdido 30 metros, el equivalente a un bloque de diez pisos. La extensión total se ha reducido a menos de la mitad, un 64%. En 1850, cuando comenzaron a ascender las temperaturas del planeta de forma continuada, había 52 glaciares en esta cordillera. En 2020 quedaban 21 y se ha perdido casi el 90% de toda su superficie.
Le quedan diez años
Nacho López-Moreno, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología y veterano estudioso de estos glaciares, resume las consecuencias del trabajo, publicado por la Unión Europea de Geociencias. El trabajo alerta de que el estado del glaciar del Aneto es “terminal”. “En los últimos años, el glaciar venía perdiendo un metro y medio de grosor al año. Teniendo en cuenta que de media queda un grosor de unos 11 metros, en unos 10 años el Aneto ya no será un glaciar. Pero si además tenemos veranos como el de 2022, aguantará mucho menos”, resume.
El equipo de López-Moreno lleva años estudiando los últimos hielos perpetuos de España con un nivel de detalle sin precedentes, y con una dedicación personal única. Tan pronto se descuelgan por una pared para recuperar una estación meteorológica aplastada por la nieve, como remontan grandes pendientes o levantan campamentos improvisados para pasar la noche en pleno invierno. Para este último estudio, el equipo desplegó un georradar, una especie de serpiente tecnológica de la que tiraban cinco personas y que fueron arrastrando una y otra vez a lo largo del glaciar. Fueron dos días de trabajo y más de siete kilómetros caminados por el hielo. A esos datos se han sumado las fotos de alta resolución tomadas con dron desde 2020 y el empleo de fotografías aéreas tomadas por el Instituto Geográfico Nacional. “El georradar lanza una señal que atraviesa el hielo, rebota y según lo que tarde en volver sabemos su espesor exacto en cada punto”, explica Eñaut Izaguirre, geógrafo de la Universidad del País Vasco. Esos datos fueron “vitales” para poder comparar con los modelos de relieve desde 1981 hasta 2022, añade.
“Con el deshielo estas montañas se están volviendo más peligrosas”Eñaut Izaguirre, Universidad del País Vasco
El Aneto tiene su muerte anunciada. Apenas queda ya superficie para acumular nieve en invierno. Se ha partido en dos áreas y es inminente que la parte mayor se fragmente en otros tres sectores, lo que acelerará su desaparición. El hielo dejará de fluir ladera abajo —característica esencial de un glaciar— hasta que ya solo quede un helero inmóvil justo debajo del Maldito, el pico vecino del Aneto. “Con el deshielo estas montañas se están volviendo más peligrosas”, explica Izaguirre. El hielo que hay en las grietas de las rocas se derrite y caen cada vez más bloques. Los desprendimientos son mayores en pleno verano, cuando el glaciar recibe más visitantes. Y los escombros acaban tapizando el hielo y actúan como radiadores que aceleran la fusión. Es algo muy parecido a lo que sucede en los Alpes y en la mayoría de las cordilleras del mundo, pero en España los glaciares están mucho más cerca del final.
Uno de los testigos más espectaculares de la rapidez con la que están desapareciendo los últimos glaciares de España es un lago de aguas turquesas que se formó en 2015: el Innominato. A 3.150 metros de altitud, es el más alto de todo el Pirineo. Es uno de los lugares más apropiados para entender cómo irá cambiando el paisaje y los organismos que lo habitan a medida que desaparece el hielo, formándose ibones, lagos pirenaicos. Ixeia Vidaller, investigadora del IPE, explica que el equipo ha calculado cómo será el paisaje del Aneto cuando ya no quede hielo. “En las zonas más profundas probablemente se formen otros dos o tres ibones que se sumarán al Innominato. Aunque pueden caer tantas rocas desprendidas de las paredes que podrían llenar esos depósitos”, señala.
Las altas temperaturas registradas en 2022 también han hecho estragos en el otro gran glaciar pirenaico, el Monte Perdido, donde se están desprendiendo bloques cada vez mayores que llenan la montaña con su rugido. En 2022 este glaciar perdió casi cuatro metros de espesor medio, un récord absoluto, explica Jesús Revuelto, investigador del IPE. “Los años más favorables los glaciares del Pirineo se mantienen, pero cuando llegan años malos, las pérdidas lo descompensan por completo. Los glaciares se están quedando confinados en las zonas más precisas, más frías y sombrías, pero a pesar de ello siguen derritiéndose de forma acelerada”, detalla.
Es posible que este año sea casi igual de malo que el anterior. A pesar de que las temperaturas no han sido tan altas, aún quedan por delante dos meses de fusión hasta las primeras nieves del otoño. Si vienen unos pocos veranos más así, es probable que los glaciares desaparezcan esta misma década.
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