Los últimos selfies ‘vintage’ de Madrid
El vacío legal en el que se encuentran 'los minuteros' está empujando una actividad centenaria a la desaparición
Hay una actividad callejera con más de 100 años de historia en Madrid que está cerca de desaparecer. Provistos de cámaras hechas a mano que emulan modelos de comienzos del siglo XX, unos personajes prometen a cualquier viandante una experiencia fotográfica a la antigua usanza: retratos de época que tardan varios minutos en tomarse y revelarse (de ahí su nombre). Los últimos seis fotógrafos minuteros de Madrid reivindican su arte frente a la inmediatez de las cámaras digitales y el vacío administrativo que les expone a ser expulsados por la policía local de las plazas y parques donde colocan sus trípodes.
"No se puede ejercer el oficio dentro de la actual regulación existente y que, por tanto, no es posible solicitar autorización". Esa es la respuesta definitiva que el Ayuntamiento ofreció el pasado 11 de abril a Alberto Cañizares, presidente de la Asociación Fotográfica La Cámara Minutera, una agrupación fundada en diciembre del año pasado y que, asegura él, reúne a unos 30 minuteros de toda España. Tras medio año de conversaciones con el Consistorio, los minuteros se encuentran de nuevo en el punto de partida, sin una forma de regularizar su actividad. "Somos un servicio a la sociedad y una actividad artística, y si nos se nos ampara nadie querrá continuar la tradición", alerta.
"Nos hemos confiado desde la aprobación de la proposición", reconoce Cañizares. El 19 de agosto de 2017, el PSOE presentó en el Pleno de Distrito Centro una proposición en la que se demandaba crear un documento que garantizara a los minuteros el ejercicio de su profesión, además de modificar las ordenanzas relacionadas con las actividades más relacionadas con los minuteros para incluir sus actividades. La proposición fue aprobada con los votos de Ciudadanos y Ahora Madrid, pero medio año después no solo no se ha desarrollado, sino que en el Plan Anual Normativo del Ayuntamiento para 2018 no se ha contemplado ningún cambio en este sentido, asegura el Consistorio.
Al igual que las estatuas humanas o bailarines, estos fotógrafos representan actividades artísticas ocasionales que no requieren de una autorización previa para establecerse en la calle, según han señalado fuentes de la Junta del Distrito Centro. No obstante, deben ajustarse a las normas de uso del espacio público (no obstruir vías de emergencia, entradas de viviendas o de locales, puntos de acceso al transporte público o aceras de menos de tres metros) y seguir las indicaciones de la Policía Municipal en cuanto a regular la concentración de viandantes. Este último requisito es el causante de la incertidumbre a la que los minuteros se enfrentan cada vez que asientan su estudio de fotografía portátil.
"También lo hemos intentado por instancias generales para pedir los situados en los mercadillos, pero no nos dejan ejercer", lamenta Cañizares. La Ordenanza Municipal Reguladora de la Venta Ambulante no prevé una actividad como la que realizan los minuteros, lo que también les ha obligado a "cobrar la voluntad" en lugar de un precio fijo. "El papel de fotografía y los químicos son bastante caros. Son cosas que tienes que repetir muchas veces a la gente", relata Eva Setién (nombre artístico de Eva González), fotógrafa minutera que suele frecuentar la Plaza Mayor o el mercado de El Rastro del barrio de Lavapiés.
Setién, junto a su pareja Héctor Gomila, llevan cinco años dedicando buena parte de su actividad laboral a este tipo de fotografía. "Es lo que nos salvó durante los años de la crisis", asegura Setién. Gomila asegura que su oficio difícilmente tendría futuro si tuvieran que pasar por el aro de la mercadería ambulante. "Ser autónomo no te compensa. Aquí tienes algún día bueno y muchos malos y dependes demasiado del clima", explica.
Más que una foto
En la fotografía minutera, cada imagen supone todo un ritual. Setién mide con precisión la distancia entre la cámara y las sillas donde los modelos posarán, les coloca unos complementos típicos de comienzos de siglo XX y los sitúa en la postura correcta. Mientras tanto, Gomila enfoca el aparato y toma la foto de la que se conseguirá el negativo. Después vuelve a tomar una imagen, esta vez del negativo, para extraer la imagen final. Tras pasar unos minutos en remojo, Setién lava el papel fotográfico para quitarle los restos de químicos que pudieran dañarlo. Todo el proceso dura unos 10 minutos. "Se trata de sacar una foto, pero ellos también se llevan la experiencia y un buen recuerdo", afirma Setién.
Miguel Orejón, minutero a tiempo completo que frecuenta los paseos del parque del Retiro, cree que es cuestión de tiempo que se acabe regularizando la situación de los fotógrafos minuteros por el "aumento del interés en lo vintage", aunque teme que ello conlleve consecuencias negativas para su profesión. "Cuando algo se vuelve demasiado popular tiende a mercantilizarse y pierde su esencia. La fotografía minutera trata de vivir la calle, conectar con la gente, es una fotografía humanista", explica.
"Si desaparecen los 'minuteros', perderemos todos"
La concejala socialista Mar Espinar reivindicó en la Comisión de Cultura del 19 de febrero la protección de los fotógrafos minuteros, a lo que la secretaria general técnica del área, María Teresa Jiménez Ortiz, respondió que "se trata de una actividad cuya regulación y, por tanto, protección no corresponde competencialmente al Área de Cultura y Deportes sino a las juntas de distrito correspondientes".
Espinar ha criticado a Ahora Madrid por no comprometerse con la proposición que habían aprobado el pasado mes de octubre."El gobierno está poniendo en peligro esta profesión y ratifica, una vez más, el desprecio a los acuerdos plenarios. Si los fotógrafos minuteros no pueden trabajar en las calles de Madrid, la ciudad perderá un fragmento de su historia reciente. Perderemos todos", ha señalado.
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