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Los engaños de la mente para que pensemos que estamos delgados (cuando hace tiempo que no es así)

A veces pasar más tiempo de pie basta para que la ilusión se desvanezca, otras no hay más camino que la reflexión o la ayuda profesional

Es mejor no esperar demasiado tiempo para atajar el sobrepeso.
Es mejor no esperar demasiado tiempo para atajar el sobrepeso.Zena Holloway (Getty Images)
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El cerebro va por libre con mayor frecuencia de la que pensamos, como si viviera en una dimensión paralela a la realidad, al menos a la del grupo. Hasta tal punto es así que hay personas que se sienten delgadas incluso cuando rebasan su peso saludable en algo más de un par de kilos. Susana Rodríguez Vargas, psicóloga especializada en trastornos de la alimentación en O.R. Activa, explica que la mente “puede llegar a distorsionar la imagen que nos ofrece el espejo, convencernos de que la forma de nuestro cuerpo es diferente y hacernos sentir a gusto con ella. Aunque sea perjudicial para nuestra salud”.

Lo bueno es que, si se le hace trabajar, la mente también nos ayuda a comprender la causa de la distorsión, que puede ser tan llamativa como las siguientes.

Pasas demasiado tiempo sentado y tu cerebro deja de pesarte

Según un estudio reciente, tenemos una especie de gravitostato en los huesos, algo así como un chivato que avisa al cerebro cuando registra un exceso de peso, con la intención de que ponga en marcha mecanismos para quemar más grasa. El problema es que solo funciona cuando uno está de pie (ahora es un buen momento para contar cuántas horas al día las pasas en esta posición). Si te tiras todo el día despanzurrado en el sofá, ese mecanismo no se pone en marcha y es posible que tu cerebro siga convencido de que tienes bastantes menos redondeces de las que en realidad enmarcan tu figura. Solo saldrá de su error en cuanto pongas los pies en el suelo. Además, cuanto más tardes en hacerlo más difícil será ponerte en marcha. “Si te pasas todo un día sentado o tumbado, al levantarte te pesan hasta las pestañas y tienes más dificultad para mover tu cuerpo”, dice la psicóloga. Pero en una sociedad en la que el sedentarismo es un problema de primer orden, probablemente eso ya lo sabías…

Si no cambio de talla, ¿cómo voy a engordar?

Es el engaño más fácil, pero no lo subestimes. El chándal y los vestidos sueltos permiten esconder los michelines de las miradas insolentes, y no aprietan, así que, por muy inconscientemente que sea, uno acaba buscando tallas más grandes que la que tiene. Es la versión de vestuario de meter los problemas debajo de la alfombra, y se reproduce en el polo opuesto del tallaje. “También están los que se enfundan en tallas más pequeñas para autoengañarse de que son más delgados, aunque les resulte incómodo. Suele ser resultado de una conducta de autoevitación: no van de compras para no toparse con la frustración de que han aumentado de talla. También están los que sí van de compras pero se niegan a asumir su nueva talla y se llevan la de antes aunque apenas puedan respirar. Ellos se siguen viendo igual y culpan a los fabricantes, al etiquetado… Se sienten confusos ante esta nueva situación y no tienen la percepción de aumento peso”.

Resistirse a actualizar la talla durante demasiado tiempo puede ser una señal definitiva.
Resistirse a actualizar la talla durante demasiado tiempo puede ser una señal definitiva.Doucefleur (Getty Images/iStockphoto)

Por tu espejo no pasa el tiempo (pero sí por los michelines)

Fuiste un figurín de niño y en la universidad pero, con los años, y tal vez debido a cierta relajación de las buenas costumbres, esa esbelta silueta ha ensanchado demasiado. Pero no ha sido de un día para otro, y tú te sigues viendo bien. Si revisas las fotografías de juventud y encuentras que este es tu caso, no sufras, es bastante normal: “Los profesionales cada vez nos lo encontramos más en la consulta. Son personas que han sido delgadas toda su juventud, pero llevaban dietas hipercalóricas o descontroladas. Con la edad queman menos y aumentan de peso. También lo vemos en mujeres que cogen kilos tras el embarazo porque les cambia el metabolismo. Pese a la evidencia del espejo, ellos se siguen imaginando delgados como hace una década porque el cerebro trabaja con automatismos adquiridos y sigue haciendo las mismas codificaciones de antes”. No sufras, pero tampoco te acomodes. Si es tu caso, debes saber que es posible perder peso y no ganarlo jamás.

Eres hombre (de los de antes)

Durante siglos las mujeres han asumido la presión social de adaptar sus anatomías a los gustos de cada época. Y aún sucede. “Aunque está cambiando el paradigma estético hacia anatomías más ‘curvy’, se siguen llevando las mujeres delgadas. La publicidad nos bombardea con dietas de adelgazar protagonizadas por mujeres, ropa reductora…. Es normal que ellas tiendan a sentirse siempre por encima de su peso. Los hombres, en cambio, han vivido sin ese agobio. Nadie le va a decir a un amigo que ha cogido unos kilitos en el verano, ni hay cuchicheos porque al jefe le cuelgue la barriga sobre el cinturón. Ahora bien, ese patrón empieza a cambiar: los más jóvenes ahora se sienten obligados a tener una anatomía perfecta y empezamos a ver los mismos comportamientos patológicos que en las mujeres”, advierte Rodríguez Vargas.

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Ponte en la línea de salida de una carrera popular. Los corredores situados en la primera línea exhiben cuerpos magros y finos, pero entre los últimos del pelotón es fácil reconocer las redondeces, incluso a participantes con un evidente “exceso de carga”. “No es normal que alguien que hace mucho deporte tenga sobrepeso, pero sí hay perfiles de personas que fueron muy deportistas de jóvenes. Pasados los años, han relajado el nivel de entrenamiento o la dieta, han cogido peso, aunque se siguen viendo bien. Empiezan un plan para perder peso cuando su entrenador les dice que ese exceso de kilos no es saludable para sus tobillos o cuando el médico detecta anomalías en unas analíticas”.

La imagen se repite en el gimnasio: usuarios que lo dan todo entrenando y al salir se premian con una comilona. Me lo he ganado, suelen pensar. “Infravaloran las calorías de los alimentos y exageran el gasto calórico. Un cruasán puede tener 400 calorías, si solo han quemado 200 ese sistema de compensación no solo fracasa, sino que acaban cogiendo peso”, sostiene la dietista-nutricionista Juana María González, directora técnica de la Clínica Alimmenta. En inglés existe para ellos el término fat and fit, que se traduce al castellano como “gordo y en forma”, y los científicos estudian la llamada paradoja de los “fofisanos”, por la que cierto nivel de actividad cardiovascular podría contrarrestar las consecuencias metabólicas relacionadas con el exceso de grasa corporal. Incluso dejan caer que es mejor estar fit, aunque obeso (con un índice de masa corporal superior a 30), que ser sedentario y tener un peso ideal.

Harina de otro costal es el desgaste que puedan sufrir algunas articulaciones, como las rodillas o los tobillos, obligadas a soportar más peso del debido y en movimiento. Se calcula que el riesgo de sufrir una lesión se incrementa entre un 15% y un 48% cuando hay sobrepeso u obesidad. Y tanto las cirugías como el proceso de recuperación posterior se complican bastante.

Te rodeas de personas más gruesas

¿Por qué las modelos se fotografían entre chicos y chicas delgados por costumbre, y hay personas que siempre se mueven en grupos en los que todos sus integrantes tienen un físico algo más rotundo? Pues porque es lo natural, según Rodríguez Vargas: “El ser humano no deja de ser un animal, y busca sentirse integrado en su grupo y gozar de cierto estatus dentro de él. Si te sientes por encima de tu peso, instintivamente rechazas unirte a uno donde todos sean delgados porque tu estatus va a ser inferior (será más difícil ser líder, tendrás peores opciones para emparejarte…)”. Así, cambiando las referencias de su alrededor, hay personas que se esconden a sí mismas una ganancia de peso.

Siempre que lleves una dieta saludable y hagas ejercicio no es obligatorio que tu cuerpo se ajuste a los cánones estéticos
Susana Rodríguez Vargas, psicóloga

Por la explicación de la psicóloga, parece una mala estrategia. “Es frecuente que alguien con sobrepeso o con obesidad sienta rabia involuntaria hacia los delgados y vaya dejando de relacionarse con ellos. Te dicen ‘me da coraje mi amiga, que no engorda y come de todo. Así que he dejado de quedar con ella’. El problema es que al final entran como en una secta: solo se relacionan con personas con problemas con la alimentación o adictas a dietas milagro”.

Esta situación es especialmente delicada en familias cuyos miembros presentan todos cierto nivel de obesidad. “El vector más débil es el adolescente de esa familia, tal vez con normopeso o solo algo de sobrepeso. Se da cuenta de que los hábitos de alimentación de su familia le pueden conducir a acabar con obesidad y empieza a desarrollar una relación patológica con la comida. Por eso muchas veces hay que hacer terapia con toda la familia para atajar un trastorno de la conducta alimentaria. Pero también nuestra labor como psicólogos es fortalecer a la persona en su relación con su cuerpo. Siempre que lleves una dieta saludable y hagas ejercicio no es obligatorio que tu cuerpo se ajuste a los cánones estéticos que dicta la sociedad”. No habrá nada que esconder.

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