_
_
_
_

El número de anacardos que puedes comer en una sola sentada

Y por qué nunca se venden crudos

Anacardos

Acumula todo un rosario de nombres: además de anacardo, también puede denominarse castaña de cajú, merey, nuez de la India, marañón, o, en ambientes botánicos, Anacardium occidentale. Su nombre lo inventó el monje y naturalista francés André Thevet, al que la extraña forma del anacardo le recordaba un corazón invertido (ana significa ‘hacia arriba’ y ‘cardium’, “corazón”). Suele incluirse en el grupo de los frutos secos, aunque en realidad es la semilla del árbol.

El fruto o, mejor dicho, el pseudrofruto tiene aspecto de ñora anaranjada. Es comestible, aunque no tiene mucho éxito comercial, y suele destinarse a fabricar mermeladas.

Fueron los exploradores portugueses los primeros en apreciar su sabor al llegar a Brasil. Tanto que se lo llevaron en sus expediciones al Sudeste Asiático y, algo después, llegó también a África. Precisamente esas regiones son en la actualidad las mayores productoras de esta semilla, una diversificación geográfica que hace que sea posible encontrarlo en cualquier momento del año.

Tostada, nunca cruda

No te vuelvas loco buscándolos crudos. No se venden. Y todo porque llegan a este mundo protegidos por una cáscara exterior no comestible y cargada de urushiol, una sustancia muy tóxica que puede provocar reacciones alérgicas en la piel bastante severas con solo tocarla. Por esta razón los anacardos se venden siempre pelados y tostados, jamás crudos. El tueste no es buscado, sino la consecuencia de aplicar de calor para retirar completamente y con seguridad esa cáscara. Incluso en el caso de que el paquete ponga que son ‘crudos’, en realidad, siempre estarán tostados. Después de ese proceso también pueden freírse. El resultado serán anacardos pelados, tostados y fritos.

Los anarcados no se venden crudos. ¿El motivo? Una cáscara exterior que contiene urushiol, una sustancia muy tóxica.


Para conservarlos en casa recuerda que su alto contenido en grasa y la ausencia de piel y cáscara hace que se enrancien con facilidad. Así que guárdalos en un lugar seco, oscuro y fresco. Mucho mejor, en un recipiente de metal o cristal con cierre hermético. De esta forma aguantarán como poco un mes con sus cualidades intactas. Puedes incluso guardarlos en la nevera 2-3 meses, hasta 6 meses si los cierras al vacío. Otra opción es meterlos en el congelador entre 9 meses y un año.

Un bocado saciante

Solo el 6,9% del anacardo es agua. Frente a esto, un 43,1% son grasas y otros 32%, carbohidratos, lo que los convierte en alimentos altamente energéticos (577 kilocalorías) que deben consumirse con moderación. La ración adecuada se estima en unos 25 gramos (unos 15 anacardos). No los excluyas de la dieta, ya que son un alimento de los conocidos como ‘cardio saludables’ porque su contenido en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, cuando sustituyen en la dieta a las grasas saturadas, ayudan a la controlar los niveles de colesterol en la sangre.

No hay que perder de vista tampoco sus 17,5 gramos de proteínas. Una cualidad muy interesante si llevas una dieta sin proteína animal y que te ayuda a complementar las que aporten legumbres, semillas, hortalizas y cereales. Contienen además 1,4 gramos de fibra. Esto, unidos a su densidad en grasas y proteínas, hace que la digestión de los anacardos sea más lenta y generen una sensación de saciedad bastante prolongada.

Entre los minerales presentes en esta semilla destaca el magnesio (267 mg). Este mineral contribuye al funcionamiento normal de los músculos y el sistema nervioso. Además, es rico en cobre (2,1 gramos), con propiedades antioxidantes y clave en la pigmentación de la piel y el cabello. Una ración de 25 gramos cubre el 50% del valor de referencia de este nutriente para una persona adulta. En el apartado de vitaminas, destacan los folatos (68 mcg). Intervienen en la formación de las células sanguíneas y ayudan a disminuir el cansancio y la fatiga. Su falta en mujeres embarazadas puede ocasionar malformaciones en el feto.

Además, el anacardo es rico en triptófano. Es uno de los aminoácidos esenciales y precursor de los neurotransmisores serotonina y melatonina, dos hormonas relacionadas con el estado anímico y el sueño, respectivamente.

De aperitivo o en mantequilla

Poco a poco, el anacardo se ha hecho un hueco en nuestras despensas. También en el recetario. Puedes tomarlos simplemente de aperitivo o incorporarlos a ensaladas (enteros o troceados para añadir, además, textura crujiente), salteados de verduras, curries o acompañamiento de quesos. También se van incorporando a la repostería y a diferentes salsas, para añadir sabor y espesor.

Anacardo

El recetario vegano echa mano de los anacardos para elaborar cremas o mantequillas vegetales. También son una solución para los deportistas que buscan alimentos muy energéticos y ricos en proteínas. Prueba a untarlos en tostadas de pan integral o usarla para mojar brochetas de frutas. Y para días excepcionales, puedes darte un capricho haciendo tortitas con crema de anacardo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_