Tomillo: la especia que realza el sabor de la carne y hace más ligera su digestión
Cómo se debe conservar esta hierba aromática para que dure más tiempo
El tomillo es una especia que proviene de una planta aromática mediterránea que hace honor a su nombre. Su nombre genérico, Thymus vulgaris, proviene del verbo griego Thym, en alusión a su intenso y agradable aroma. Esta planta agreste tiene predilección por los suelos secos y soleados y, a la vez, resiste bien las heladas. Rara vez supera los 40 centímetros de altura.
Durante siglos, el tomillo se usó en ceremonias funerarias y como hierba medicinal por sus cualidades antibacterianas y expectorantes. En la actualidad, su valor es, sobre todo, como hierba aromática para la cocina.
El tomillo crece desde finales de invierno y hasta la llegada de los meses fríos, pero se encuentra en su forma seca a lo largo de todo el año. También puedes conseguir tomillo fresco en cualquier momento cultivándolo en una maceta y cortando las hojas que necesites en cada momento.
Envasado o cultivado en casa
Si optas por cultivarlo en casa, enhorabuena. Es una planta fácil, requiere poca agua y con que le dé el sol, lo tienes hecho. Hasta hace poco solo podías encontrarlo en viveros, pero ahora es frecuente ver macetas también en los supermercados. A la hora de compararlo, busca una planta de hojas frescas y tallos flexibles y aléjate de los tallos secos, marrones o mohosos.
Si te sobra, envuélvelo en papel de cocina húmedo, guárdalo en una bolsa perforada en la nevera.
Antes de usarlo lávalo bajo el chorro del grifo. Ya metidos en faena, a la hora de echarlo al guiso, hazlo a tu gusto: solo las hojas o toda la rama. En caso de que te sobre una vez fresco y cortado, envuélvelo en papel de cocina húmedo, guárdalo en una bolsa perforada en la nevera y no olvides usarlo en los próximos seis días. Otra opción es dejarlo secar: así puede durar entre cuatro y seis meses si está bien conservado en un recipiente hermético y en lugar fresco, seco y oscuro.
El tomillo también puede congelarse, pero no a las bravas o se pondrá irreversiblemente negro: has de hacerlo en aceite. Para ello, distribuye las hojas en una hielera, llena el espacio de los cubitos con aceite de oliva y ponla a congelar. Cuando se hayan formado los bloques, guárdalos en una bolsa zip. Podrás descongelar y utilizarlos de forma individual cada vez que se quiera aromatizar un guiso.
Más tomillo y menos sal
Sobre el papel, cada 100 gramos de tomillo son una fuente excelsa de nutrientes. En la vida real, dado que la ración normal viene a ser de 0,25 gramos, su valor nutricional es prácticamente inapreciable. Ahora bien, como sucede con otras especias, su sabor es tan intenso que enriquece los alimentos de forma natural y ayuda a reducir el uso de sal como potenciador de los sabores. Un recurso muy valorado en dietas de pérdida de peso, y, en general, dentro de una dieta saludable que busca no excederse en el consumo de sal.
Ese peculiar sabor a campo
El tomillo posee un sabor intenso que evoca el aroma a sierra mediterránea, con matices picantes y notas de clavo de olor, alcanfor y menta. Añadirlo a cualquier plato realza al instante sus matices campestres y sirve para potenciar el sabor de las verduras, sobre todo de los pistos. Otro truco: espolvoreado con sal marina sobre las patatas antes de asarlas les dará un toque serrano imbatible.
Su sabor y aroma evocan a la sierra mediterránea.
Además, es un complemento aromático muy apreciado en los platos de caza, barbacoas, brochetas o huevos fritos. También hace más digestivos los embutidos y los quesos curados.
Un toque de última hora para realzar una cazuela quiere decir añadir una ramita entera y retirarla antes de servir, así no saturas los aromas del comensal. Por cierto, introducir una rama en la botella de aceite de oliva, el vinagre o un jugo de limón y sal logra aliños más aromáticos.
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