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Ni menta ni hierbabuena, para un aliento fresco lo mejor es el jengibre

Solo es necesario un poquito de esta raíz para percibir su aroma

Jengibre
S.G.

Con su porte alienígena y su sabor exótico, el jengibre se ha convertido en los últimos años en un ingrediente más en nuestros mercados y supermercados. Su nombre botánico es Zingiber officinale, una planta de la familia de las zingiberáceas, donde también encontramos el cardamomo y la cúrcuma. Se caracteriza por crecer como un tallo subterráneo o rizoma horizontal y suele proceder de India, Jamaica, Fiji, Indonesia y Australia.

Posee un sabor intenso, entre picante y cítrico, producto de aceites esenciales como la citronela, el limonelo o el canfeno que lo convierten en un ingrediente muy apreciado para la repostería. También se incorpora en infusiones para amplificar su sabor.

En rodajas y al congelador

Puedes encontrar el jengibre con distintas presentaciones. La más fácil de usar es molido y envasado como una especia más, un tipo el que destacan sus matices entre picantes y dulces que hacen que funcione tan bien en repostería. También puedes encontrarlo como pasta fresca, en gotas, cristalizado y, por supuesto, fresco, una forma en la que resultan muy intensos sus matices alimonados.

Para que no se deteriore, guárdalo en un recipiente o una bolsa de plástico en el cajón de las verduras, así aguantará hasta tres semanas. Como suele venderse en porciones grandes, córtalo en rodajas y congélalo, lo que te permitirá usarlo cuando te surja la necesidad. Una vez descongelado, simplemente rállalo y añádelo al plato deseado. Eso sí, antes de aventurarte a sorprender a tus comensales, debes saber que el jengibre cuenta con detractores tan implacables como sucede con el cilantro, el ajo o el wasabi.

Exótico, sí, superalimento, no

El jengibre suele venderse como un superalimento, un reclamo creado por la maquinaria del marketing para potenciar las ventas de ciertos alimentos a los que se atribuyen muchas virtudes nutricionales e, incluso, curativas. Tanto más si su incorporación al mercado viene arropada por un halo de exotismo. En el caso del jengibre, se debe a sus polifenoles, sustancias de origen vegetal a las que se atribuye cierta acción antioxidante frente al daño producido por los radicales libres.

Su uso se limita a una cantidad muy reducida, únicamente para dar sabor, por lo que se le puede atribuir ningún tipo de valor.

Ahora bien, dado que su uso se limita a una pizca para dar sabor, no puede hablarse de valor alguno, ni nutricional ni de ningún otro tipo. Y, en cualquier caso, no te dejes embaucar este tipo de reclamos: ningún alimento posee superpoderes. Lo único que conduce a una buena salud es una dieta variada, equilibrada y saludable, no obstante, como ocurre con otras especias, al potenciar el aroma y sabor de los alimentos, contribuyen a que añadamos menos sal o azúcar a nuestros platos.

A lo que sí parece contribuir es a proporcionar un aliento fresco y duradero. En parte, por sus matices frescos y cítricos, aunque algunos estudios le atribuyen ciertas propiedades antisépticas que podrían ayudar a mantener a raya a las bacterias que causan el mal aliento.

Ese sabor tan de invierno

El jengibre en polvo es un ingrediente indispensable en las Speculoos, esas galletas de Advierto y Navidad típicas en Bélgica y Alemania y que cada vez tienen más presencia en España a lo largo de todo el año. Por eso es muy posible que algo que lleve jengibre te sugiera calidez y te transporte al invierno (de hecho, hay velas aromáticas con esencia de canela y jengibre que se venden, sobre todo, para crear atmósfera hogareña en Navidad).

Zumo jengibre

Prueba también a añadirlo a tus zumos, sobre todo los cítricos, batidos de frutas o infusiones.

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