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¿‘Heteromachitos’, ‘coitocráticos’ o faltos de juguetes eróticos satisfactorios?

Por qué los hombres van rezagados en el placer solitario

Hidden censored banana in hand on a blue background. Horny (aroused) penis, male erection and sexual education. Funny pornography
Andrii Zastrozhnov (Getty Images/iStockphoto)

Las mujeres no son más fogosas que los hombres, ni los hombres menos propensos a buscar su propia compañía íntima. Pero de cada 100 juguetes eróticos que se venden, solo 27 son para ellos. El 75% se los llevan las mujeres, según Manuel Pérez, director de la tienda erótica Be Lover Market. Se agotan las existencias para el mercado femenino, pero no tanto las de los productos dirigidos a ellos. ¿Por qué hay tanta diferencia? “De entrada, para ellas hay más oferta, lo que es normal: por razones fisiológicas, el área genital estimulable es mayor en la mujer que en el hombre. Tienen masajeadores, vibradores, succionadores, bolas chinas…”, explica Pérez. “Y se ha mejorado mucho en el diseño: los tienes de silicona y otros materiales sintéticos, muy suaves, hipoalergénicos, con colores bonitos, un ‘packaging’ divertido y softwares superavanzados que les permiten jugar a varias velocidades, crear patrones…”, añade.

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No menos importante es el hecho de que también las tiendas han cambiado: “Hasta hace unos pocos años solo los tenían en ‘sex shops’, que eran espacios sórdidos donde ellas no se sentían cómodas. Ahora se venden en tiendas luminosas, muy abiertas y con una estética similar a la de las parafarmacias, pero del placer. Por si fuera poco, el comercio ‘online’ se lo lleva hasta sus casas sin tener que dar explicaciones a nadie”, y el Satisfyer se agota...

El placer femenino asistido ha caído en gracia y en unos pocos años los dildos han saltado de los sex shops a los centros comerciales, se venden asociados a todo lujo de fantasías sexuales, de todo tipo de precio y con un generoso abanico de diseños. Pero los hombres... ¿qué hay para los hombres? Frente al vibrante mercado femenino, el de los varones se limita a dos grandes grupos: “Los masturbadores y los ‘plugs’ o estimuladores prostáticos. No ha surgido un juguete rompedor como hace un año fueron los succionadores de clítoris".

Una mujer aplica el aparato sobre ese punto de su anatomía y como mucho en tres o cuatro minutos llega al orgasmo, dice Pérez. "Algunas en segundos. Pero un varón coge un masturbador y casi es más trabajo darse placer con el juguete que con la mano”, dice. Sucede que la técnica manual de toda la vida va añadiendo velocidad o presión a medida que avanza la excitación, mientras que el nivel de vibración de esos aparatos casi siempre es homogéneo. O sea, que los fabricantes aún tienen que darle una buena vuelta de tuerca a los juguetes masculinos si quieren alcanzar un éxito similar al de los femeninos.

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Consideraciones técnicas aparte, hay un estigma rancio que lastra las ventas dirigidas al consumidor masculino: el hombre heterosexual mayor de 40 años lo ve innecesario, casi ignominioso, y destinado exclusivamente a usuarios homosexuales. “Es cierto que entre el público gay se venden mucho más, pero no porque sean específicos para ellos, sino porque son mucho más abiertos a explorar su propia sexualidad”.

Frente a este universo de hedonismo, el hombre aún vive lo de la estimulación genital por mero disfrute con mentalidad decimonónica. “En España todavía tenemos un sistema patriarcal con ‘heteromachitos’", opina Pérez. Desde ese punto de vista, el caballero hecho y derecho no necesita extras para llegar al orgasmo. En caso de tener un juguete para penetrarle a él —siempre para usar con una pareja femenina— no lo cuentan en el bar, ni mucho menos lo suben a Instagram.

Sucede todo lo contrario entre las consumidoras femeninas, que llegaron tarde a estos artilugios pero han desembarcado a lo grande. “Se lo recomienda una amiga, su hermana, el ginecólogo o el sexólogo para que explore sus propias zonas de placer, y se entronca con la corriente de empoderamiento femenino. Ella quiere disfrutar y no tiene por qué esperar a que llegue su pareja”, dice Pérez. Eso sí, en este auge de las ventas no se puede obviar un último factor: está de moda. “Mola tener uno. Si la amiga lo tiene, ella se lo compra y así comentan lo bien que lo pasan usándolo”.

Un camino hacia el adiós a la ‘coitocracia’

Las generaciones más jóvenes miran al sexo con un enfoque más abierto. Se acepta la relajación en las fronteras de género, se prueban relaciones libres y si algo puede dar gusto, se le da una oportunidad. “Poco a poco nos vamos quitando el peso de la ‘coitocracia’, esa obsesión por que la vida marital tenía sí o sí que acabar en coito vaginal, rápido y sin preámbulos”. Los mal llamados preliminares también cuentan, y la fantasía, la novedad y la exploración de nuevas cotas de placer son bienvenidas. “Se incorporan aceites de masaje, vibradores para usar en pareja… El acto sexual va más allá de un misionero sin alegrías para descargar material genético. La tendencia, tanto en compañía o en solitario, ya no es llegar al orgasmo a toda velocidad sino prolongar todo lo posible el tiempo de placer. Los juguetes enriquecen ese juego de alcoba”.

Nicola Tartaglia, urólogo, experto en salud sexual y autor del libro Diario de un sexólogo reconoce la existencia de esta tendencia, pero apunta que entre los varones sigue habiendo una auténtica obsesión por llegar al orgasmo. “Viene de un legado procreativo que sigue en el subconsciente del hombre. Necesita llegar al orgasmo y eyacular para la procreación”. Tartaglia también recuerda que “en nuestra cultura todo lo referente al placer de la zona perianal sigue siendo un tabú. No solo entre los heterosexuales. Muchos homosexuales también la desconocen, tanto en cuanto a placer como en el plano anatómico. Es lo primero que enseñamos en la consulta”.

El especialista señala una sorprendente consecuencia imprevista de la desinhibición femenina ante sus propios juguetes. “Muchos varones reconocen que no compran juguetes sexuales masculinos, pero que usan los de sus chicas. Y no solo para darles placer a ellas, sino para el suyo propio, por ejemplo, para masajear el glande. Para su propio placer, si están solos, la masturbación manual sigue llevando al máximo disfrute de forma mucho más fácil. De ahí que tampoco expresen esa necesidad que sí tienen las mujeres porque, por su propia anatomía, el orgasmo durante el coito es más difícil”. De ahí que haya que interpretar las cifras de ventas con otros ojos...

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