Estamos asistiendo con estupor al efecto de un virus en nuestro ecosistema tecnológico. Hoy, el asteroide Covid-19, procedente de ese espacio exterior que es la naturaleza, ha impactado en el ecosistema artificial que envuelve a la humanidad.
Estamos asistiendo con estupor al efecto de un virus en nuestro ecosistema tecnológico. Hoy, el asteroide Covid-19, procedente de ese espacio exterior que es la naturaleza, ha impactado en el ecosistema artificial que envuelve a la humanidad.
¿Tiene que llegar una situación catastrófica en esta sociedad actual para que, con muy alto riesgo, emerjan las potencialidades que contiene la sociedad digital para crear un nuevo modelo de vida?
¿Tiene que llegar una situación catastrófica en esta sociedad actual para que, con muy alto riesgo, emerjan las potencialidades que contiene la sociedad digital para crear un nuevo modelo de vida?
¿Tiene que llegar una situación catastrófica en esta sociedad actual para que, con muy alto riesgo, emerjan las potencialidades que contiene la sociedad digital para crear un nuevo modelo de vida?
Es una crisis de lo visual como garantía de certeza y de la pantalla como ventana. Y esta pérdida solo se podrá compensar asegurando en este mundo digital nuevas y sólidas formas de autoridad y de confianza.
¿Es posible abrir otro modelo de vida, ahora casi impensable, aprovechando que en el mundo digital se puede vivir de otra forma el espacio (sin lugares) y el tiempo (sin demoras)?
¿Es posible abrir otro modelo de vida, ahora casi impensable, aprovechando que en el mundo digital se puede vivir de otra forma el espacio (sin lugares) y el tiempo (sin demoras)?
Nos preguntamos qué sucederá con el producto más propio de la vida inteligente, las ideas, cuando aumente su vertido al mar digital y adquieran esa capacidad de encontrarse, de chocar, de mezclarse y recombinarse
Nos preguntamos qué sucederá con el producto más propio de la vida inteligente, las ideas, cuando aumente su vertido al mar digital y adquieran esa capacidad de encontrarse, de chocar, de mezclarse y recombinarse
Si el futuro está por construir, y su realización depende de nosotros, es inevitable que la responsabilidad por lo que vayamos a hacer nos sobrecoja. Y por eso estemos más predispuestos a escuchar distopías que utopías
Los robots no se han presentado aún ante nosotros, solo son vagas noticias, aunque sus relatos no dejan de impresionarnos. ¿Con qué nos encontraremos en unos años? ¿Y qué reconocimiento recibirán?
Las historias distópicas son hoy muy numerosas y bien recibidas por los moradores de esta construcción que ha crecido tan desmesuradamente en los últimos tiempos
Estamos en una encrucijada turbadora: comenzamos a estar capacitados para recrear artificialmente comportamientos que consideramos exclusivos de nuestra especie
No sabemos si un escenario sin pantallas, sin la mirada cautiva por la atracción de un pequeño espejo, permitiría la recuperación y reinterpretación de la palabra hablada y sus lugares
Con la realidad aumentada lo virtual se nos aparece. Y que esas apariciones (sí, podríamos calificarlas de fantasmagóricas) se producen entre nuestros objetos próximos y cotidianos.
La abundancia ha degenerado en exceso, y el desprendimiento, a causa de poder disponer de tanto, produce despilfarro, y este desperdicio provoca contaminación.
"Como protesta contra las locomociones colectivas, como el tranvía, la locomotora y el trasatlántico, que agrupan a seres libres en forma de mercancía para transportarlos, se ha inventado la bicicleta".
Asistiremos en los próximos años a los esfuerzos para que los mundos virtuales que está creando la tecnología se viertan en nuestras vidas, habiten entre nosotros, es decir, ocupando el lugar que pisamos
Hoy ya viajamos en la nave de Bowman, el astronauta de '2001: una odisea del espacio' que concibió Arthur C. Clarke. la nuestra, sin embargo, es una odisea por el espacio digital
Comenzamos a ser conscientes de que los robots reciben de nosotros una especie de mensaje en el que se transmiten normas de cómo proceder. Esto nos crea ya la preocupación acerca de qué normas tenemos que transmitirles
La vida es resistir al desorden de la entropía y para ello construye sin cesar cuerpos, fabulosas construcciones biológicas, una forma de orden (neguentropía).
El entretenimiento es necesario y beneficioso, pero el cuidado que hay que tener es evitar que la estrategia de la comunicación en esta sociedad en red —sobreinformada, disipada— se reduzca a esta fórmula.
Nuestra capacidad natural mezcla cada vez más el mundo que llamamos real y el virtual. Es nuestra naturaleza y también el poderoso empuje para la evolución humana.
Teníamos nuestro lugar ordenado, y un mundo en digital acaba de irrumpir, revolviendo lo establecido. Hay que darle lugar, pero esta ocupación obliga a desplazar muchas cosas que ante lo digital se muestran ya como trastos que estorban
Debemos aprovechar en este momento capital la capacidad que la evolución nos ha proporcionado para imaginar escenarios posibles, contrastarlos sin cesar.
La disipación de la información nos ha llevado a una sociedad con muchas emociones y pocas razones, junto con unos niveles de ruido que convendría rebajar
El reto de la educación no está en atender del codo hacia abajo —los dedos— para manipular los artefactos, sino del codo hacia arriba —las neuronas— para comprender el mundo en el que manipularlos.
Preocupa que la robotización nos despoje de poder emplear el tiempo en trabajar (aunque sea un trabajo alienante), pero quizá en el fondo está el temor al aburrimiento
Para conseguir un lugar de comunicación oral se deben cerrar dos puertas: la que deja fuera el ruido de la calle y la que deja fuera el laberinto irresistible de la Red
Las condiciones naturales que tenemos fruto de la evolución se expresan de manera muy significativa en nuestro mundo tecnológico, sobrecargado de señales sonoras y visuales. ¿Estamos preparados?
La obsolescencia y la virtualidad nos están poniendo a prueba en estos comienzos de nuestra vida en digital. Y es que afectan muy profundamente a la mentalidad, pues desquician valores que hasta ahora conducían nuestro comportamiento, como el de la posesión de las cosas