Ultrafalso (deepfake): el fin de otra certeza
Es una crisis de lo visual como garantía de certeza y de la pantalla como ventana. Y esta pérdida solo se podrá compensar asegurando en este mundo digital nuevas y sólidas formas de autoridad y de confianza.
Asistimos al desmoronamiento de otra certeza en este mundo digital. De una certeza que es fundamental en nuestra cultura: la de aquello que se puede ver. Porque fue una revolución cultural que la palabra hablada (percibida por el oído) se pudiera contener en un libro ante los ojos (ver) y sostenido y, por tanto, poseído por las manos (tacto). Y desde ese momento hasta nuestro móvil el mundo está a nuestro alcance y delante de nosotros, como cualquier otro objeto próximo. De ahí las fascinación del libro y de ahí también la atracción de la pantalla del móvil: la sensación de poseer y ver, en el libro, el mundo que te pueden contar desde infinitas voces; y en el móvil, un mundo sin fondo reflejado todo él en una pequeña pantalla sensible al roce de los dedos como una fina lámina de agua.
Cuando dábamos nuestros primeros pasos humanos por la sabana, a la intemperie, tan vulnerables, el sentido de la audición fue clave para la supervivencia, porque el de la vista nos presenta solo la mitad del mundo, así que amenazas y oportunidades de esa otra parte no la perciben los ojos. Pero el oído abre a un mundo sonoro esférico y envolvente, de ahí que lo que se oye genere una reacción emocional para disponer a los ojos a buscar rápidamente la fuente del sonido y la ponga delante, a la vista, marque la distancia, y confirme qué objeto es. El sonido, por envolvente, te posee; y la visión pone el mundo delante y a la distancia de un objeto. De ahí la confianza en la vista, porque nos hace pensar que es objetiva.
En este mundo de hoy pantallizado, todo hay que hacerlo ver, ya no solo para garantizar la certeza, sino incluso para que se le preste atención. Lo demás es ruido… aunque lo que se vea, por su exceso, resulte caleidoscópico. El conferenciante, el docente, ya no habla sin una pantalla de proyección, para de esa manera hacer ver lo que se está diciendo y que cuesta tanto escuchar. Y en una sociedad que se está anegando de datos hay necesariamente que hacerlos ver para que sean inteligibles.
Pues bien, cuando la tensión entre lo visual y lo oral, que viene desde el mundo clásico, parecía que definitivamente había elevado triunfante al ojo, la niebla de ceros y unos que empapa y reblandece hoy tantas certezas nos hace también perder la confianza de que sea cierto lo que vemos.
Estamos ante algo más que la desaparición de unas palabras escritas raspando el pergamino (palimpsesto) y escribiendo otras encima
El copia y pega de Larry Tesler, recordado especialmente en estos días por su fallecimiento, ya nos anunciaba las posibilidades de manipulación de un «texto blando» como arcilla húmeda en la que sus granos son ceros y unos; nada queda, por tanto, de la resistencia de los anteriores soportes a ser alterada la información registrada sobre ellos. El Photoshop nos convenció de que la imagen en la pantalla —formada de minúsculas gotas o píxeles— no era más que el vaho de ceros y unos sobre el cristal de la pantalla, así de inconsistente y frágil. Y ahora el fenómeno de lo ultrafalso (deepfake) permite identificar en la pantalla a una persona haciendo y hablando lo que no ha hecho ni dicho.
Estamos ante algo más que la desaparición de unas palabras escritas raspando el pergamino (palimpsesto) y escribiendo otras encima; mucho más que el maquillaje para ocultar los defectos o resaltar los rasgos; más, mucho más que la sustitución de un personaje por su doble e igualmente que el engaño consentido de los sentidos con cartón piedra o imagen sintética… Es una crisis de lo visual como garantía de certeza y de la pantalla como ventana. Y esta pérdida solo se podrá compensar asegurando en este mundo digital nuevas y sólidas formas de autoridad y de confianza. Como lo ha requerido siempre la oralidad. Y es que la oralidad digital que está emergiendo es más que palabra hablada.
¿Esta debilidad inesperada, esta desilusión, será una causa más que añadir a la recuperación y reinterpretación de la oralidad? Una oralidad digital que significa que hasta aquello que entra por los ojos se comporta como la palabra hablada, aunque en vez de estar sostenido en el aire y sus ondas lo sostiene un éter de ceros y unos.
Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexión, no es una predicción. Por él se mueven los alefitas, seres protéticos, en conexión continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracción del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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