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Los precios de las frutas frescas y de las papas no dan tregua a la inflación

El alza de casi el 40% en el IPC de algunos alimentos presiona con fuerza el costo de vida en mayo

Mercado en Cauca, Colombia
Una mujer compra frutas frescas en el mercado Silvia, en Cauca (Colombia), en 2022.David Lombeida (Bloomberg)
Camilo Sánchez

Los precios de los alimentos han vuelto a saltar a la primera línea del análisis macroeconómico tras el freno en la desescalada de la inflación evidenciada en mayo. Se trata de uno de los diques de contención para comprender el índice de 7,16% interanual recogido por segundo mes consecutivo. Un dato muy atado a la presión ejercida por los aumentos de las frutas frescas y las papas, dos productos típicos de las zonas templadas del país que, de momento, no dan respiro a los consumidores en los mercados colombianos.

Son dos productos englobados dentro de la división denominada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) como “alimentos y bebidas no alcohólicas”, que en conjunto sumó un aumento anual del 4,40%. Es decir, aunque todos los demás precios se hubieran mantenido estables, solo ellos habrían aumentado el costo de vida en 0,86%. A la hora de ir tras las causas, los encarecimientos recogen como común denominador los estragos dejados por las sequías de finales de 2023 y principios de este año sobre las cosechas.

Los incrementos más fuertes se localizaron en los tomates (42,8%), las moras (37,93%) y las papas (37,35%). La situación, de acuerdo con el índice del DANE, está relacionada con la escasez en la oferta. En la primera quincena de mayo todos los alimentos experimentaron una reducción en su acopio. Una realidad que se trasladó con celeridad a los mayores centros mayoristas y abastos del país, donde los comerciantes reportaron menor disponibilidad de los distintos tipos de papas con que cuenta el país, por ejemplo.

Se trata de una sumatoria de factores que han jugado de manera desfavorable para los consumidores y su capacidad de compra. “La sequía, sin duda, ha afectado los cultivos”, explica la jefe de investigaciones del centro de pensamiento Anif, Andrea Ríos. “Esto obviamente tiene un efecto rezagado y la situación climática de principios de año ha impactado la producción actual”, añade. Todo lo anterior se ha visto reflejado en el alza de los precios. El líder papero boyacense Orlando Molina recuerda que el costo de la papa sube “normalmente” de marzo en adelante: “Y este año aún más porque el verano comenzó en septiembre del año pasado y duró prácticamente siete meses. Mucha de la papa no nació y la otra se demoró muchísimo”.

Pero la subida pronunciada, continúa, solo ha beneficiado a un puñado de productores de los céntricos departamentos de Cundinamarca y Boyacá: “Los agricultores veníamos quebrados, sin recursos para sembrar. Los únicos que aprovecharon los precios de verdad fueron los de Nariño, algunos de Santander, donde suele caer riego y no tuvieron heladas”. Cuenta que la libra de papa ha promediado los 3.000 pesos, un repunte importante: “Nunca hemos tenido un precio por encima de esto, pero yo creo que solo entre un 10% y un 15% de los agricultores aprovecharon ese precio”, sentencia Molina.

Por el lado de las frutas, también se registró un tirón en los precios en 35 de los 36 grandes mercados comercializadores. “El precio de las frutas, y en especial de las moras, ha estado subiendo por las heladas y los cambios tan bruscos en la temperatura”, argumenta el productor de ciruela boyacense Argemiro Velandia. Asegura, además, que las grandes empresas de bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados, como Postobón, se han interesado en la denominada mora uva, materia prima de jugos o refrescos y con ello se ha generado una distorsión en su costo. “Todo esto viene desde la pandemia”, contextualiza el investigador de Dejusticia Randy Villalba, “y en lo que va de año también ha subido muchísimo la naranja, la zanahoria y el tomate de árbol”.

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Dice que la escalada se desató nada más salir de la pandemia, con los desbarajustes en los precios del petróleo, vital para su transporte y producción, así como los bandazos del dólar, que es la divisa que marca el precio de pesticidas, abonos químicos y otros suministros importados. “Hemos visto que los productos naturales han subido incluso más que los ultraprocesados, porque requieren muy pocos insumos como aditivos y edulcorantes para su producción. Esto, en todo caso, no es algo nuevo. Las frutas frescas y las papas están dentro de los cinco alimentos que más aumentaron de precio en 2023, según el sistema de información del DANE”, afirma Villalba.

Los precios de los alimentos, sin embargo, son muy volátiles. El de la papa, por ejemplo, parecía que cedía en el primer trimestre del año, según una encuesta a 400 consumidores confeccionada por la empresa digital LookApp. Pero desde que empezaron las lluvias, en abril pasado, los cultivos se han extendido y el agricultor Orlando Molina asegura que el “abono blanco y las semillas” están escasos: “Los precios venían muy malos hasta febrero de este año. Después todo el mundo se aficionó a cosechar de nuevo, y ya anticipo que a partir de agosto va a volver a haber unos precios bien complicados, por lo baratos”.

¿Qué podría hacer el Gobierno para estabilizar la situación? En opinión de Manuel Castillo, productor de moras en Boyacá, se deberían acometer más planes para incentivar la exportación a Europa, como en el caso de las uchuvas. “Todo este año ha habido mucha escasez. En las fincas se vendía la libra de mora tipo variedad a 2.600 pesos cuando nunca había subido de 1.500″. Cuenta que las granizadas del último trimestre de 2023 echaron a perder las cosechas. “Se quedaron en ceros. Además, la mano de obra está cara y escasa. Los muchachos hacen el bachillerato y se van. No hay quien ayude con la mitad del cultivo”.

A las debilidades estructurales del campo colombiano se suman los imprevistos climáticos. Y ahora se avecina la antítesis de las sequías con las lluvias extremas que traería consigo el fenómeno de La Niña. Los productores ya se quejan de que en paralelo al impulso en los precios también ha bajado el consumo. “Ningún extremo es bueno”, remata Andrea Ríos, “y si nos vamos al fenómeno de La Niña volverán los problemas de producción”. Un patrón que ha acentuado las cavilaciones del campesinado sobre el futuro con nuevos y previsibles sacudones en los precios para los consumidores.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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