El machismo también se sube al taxi: “Vuelvo a casa celebrando que estoy viva”
Casi la mitad de las taxistas han sufrido acoso o discriminación alguna vez cuando estaban trabajando, según una empresa de movilidad. En Barcelona reclaman cámaras de videovigilancia para aumentar su seguridad
Una ola de solidaridad entre compañeras baña al masculinizado sector del taxi desde hace dos meses, cuando una conductora en Cataluña denunció, gracias a una grabación, a un pasajero que se masturbó en su vehículo. Desde entonces, han ido saliendo a la luz los testimonios de otras que relataban experiencias similares, y en Barcelona reclaman al Instituto Metropolitano del Taxi (IMET) que recoja en su reglamento la colocación de cámaras de videovigilancia, como en otras autonomías, para velar por su seguridad. La taxista Josselyn Contreras, de 37 años, cuenta que percibe cada vez con mayor frecuencia el machismo y la violencia sexual. Ella trabaja en la capital catalana y recuerda cuando tres viajeros se negaron a pagarle y apedrearon su vehículo. “Si quieres cobrar el viaje, tienes que comérmela”. Esas fueron las últimas palabras que escuchó antes de “salir a toda prisa”.
El 47% de las taxistas ha sufrido acoso o discriminación alguna vez en el trabajo. El 14% asegura haber sido víctima en la última semana y el 16% en el último mes. La mayoría denuncian comentarios y humor sexista o acercamientos inapropiados. Así lo revela el Observatorio de la Mujer Taxista 2024, elaborado por la empresa de movilidad Freenow, tras entrevistar a más de 500 profesionales del sector.
Miriam Martínez, de 58 años y también taxista en Barcelona, confiesa que no trabaja en horario nocturno desde hace un año y medio. Lleva 20 años al volante, pero ha tomado esta decisión porque asegura que el acoso va en aumento, sobre todo, de madrugada. “A las 12, como tarde, aparco el taxi, aunque siga habiendo trabajo”, explica.
“Hay pasajeros que te dicen que pares un ratito y subas a su casa, que te pagan”, cuenta Martínez indignada. También denuncia haber recibido comentarios homófobos por llevar la bandera LGTBIQ+ en el vehículo. Desde que un hombre la atracó poniéndole sus manos en el cuello y una jeringuilla en el costado, siente más miedo. En pocos minutos cuenta una ristra de situaciones desagradables: “Una vez una pasajera le realizó una felación a otro viajero en el trayecto y me invitaron a sumarme. No sabía qué hacer, estaba deseando llegar al destino y terminar la jornada”. El 77% de las taxistas se sienten inseguras en los turnos de noche, según el mismo estudio.
Contreras, que tuvo que “poner el freno e invitar a bajar del coche” a un pasajero que le puso la mano en la pierna mientras intentaba conducir, cuenta que el riesgo ha aumentado en los últimos años. “Me veo muy expuesta. Voy entre cuatro paredes en un espacio muy reducido. Debo tener mucho control emocional para que no me afecte la impunidad de algún pasajero”, asegura. Denuncia piropos o preguntas inapropiadas, una de ellas, si tiene marido. “Me piden el número de teléfono para un servicio concertado, pero después quieren invitarme a comer”, añade. Martínez siente impotencia e indefensión: “Intento psicoanalizar a la persona antes de subirla al taxi, pero no tengo una bolita de cristal y puedo equivocarme”.
En Madrid, Martha Flores, taxista de 36 años, asegura que le han llegado a cancelar algún viaje por ser mujer, diciéndole adiós desde la acera. “Yo les devuelvo el gesto y sonrío”, cuenta. Un pasajero le llamó “zorra” tras enfadarse porque no conducía lo rápido que él quería. Inmediatamente, le expulsó del vehículo. “Si falta poco para que lleguen a su destino tienes esperanza de que no pasará nada, pero si aún queda camino vas en tensión”, confiesa.
María del Pilar Zarzuela, taxista de 58 años en Madrid, recuerda que un cliente se negó a pagarle porque no se iba a cenar con él y con su amigo. “Cobré porque amenacé con llamar a la policía”, explica. No es la única situación complicada a la que se ha enfrentado. Un hombre le pegó en la estación de Chamartín cuando le dijo que se bajara del vehículo porque se había subido en una zona de descarga de pasajeros, donde la carga no está permitida. “Salió a defenderme un compañero, la imagen fue bastante triste”, relata.
Otro viajero, antes de subirse al vehículo, introdujo el brazo por el hueco de la ventanilla de la conductora y agarró la cabeza de Zarzuela para intentar besarla en los labios. Ella le reprochó su actitud y decidió que no sería más su cliente, porque hasta entonces lo había llevado en alguna ocasión: “Nadie se ríe de mi esfuerzo ni de mi trabajo”. Aún tiene la imagen grabada de una fila de hombres gritándole desde sus coches cuando se generó un atasco porque un pasajero, con el 75% de discapacidad, se retrasó unos minutos en poder sacar su cartera para pagarle. “Mujer tenías que ser, hija de la gran puta, márchate de aquí”. Esas fueron las vejaciones que le profirieron en poco tiempo.
El Ayuntamiento de Madrid cuenta con 15.776 licencias de taxi. Solo un 5,3% pertenecían a mujeres en 2022, según reporta Freenow, una cifra que se incrementa ligeramente cada año. La empresa de movilidad revela que el 98% de las taxistas no ha denunciado estas situaciones de acoso, “principalmente porque piensan que no sirve para nada o porque es difícil demostrarlo”. El portavoz de Élite Taxi, Tito Álvarez, solicita una regulación del uso de las cámaras de videovigilancia en el reglamento del IMET de Barcelona para aumentar la seguridad: “Queremos que no se pongan de perfil en este tema”.
En Cataluña, los Mossos d´Esquadra y la Guardia Urbana recibieron en enero 26 denuncias de usuarios y taxistas y un total de 373 en el año 2023, de las que 326 fueron por presuntos delitos contra el patrimonio, 23 por lesiones y seis contra la libertad sexual sin violencia, según Europa Press. Por el momento, la Consejería de Territorio realiza un estudio sobre el marco legal vigente para que las entidades locales tomen medidas de seguridad en los taxis y el IMET prioriza la mejora de la conexión con el teléfono de emergencias 112, ya instalada en los taxis, pero que no convence a todos en el sector porque consideran que no es lo suficientemente eficaz. Fuentes del IMET, sin embargo, defienden la medida porque “en caso de peligro permite una reacción inmediata por parte de las fuerzas de seguridad”. La entidad aún no contempla la incorporación de cámaras en su normativa. La Comisión de Presidencia, Seguridad y Régimen Interior del Ayuntamiento de Barcelona acordó estudiar el establecimiento de un protocolo de actuación ante agresiones machistas a mujeres taxistas.
En Madrid, la Federación del Taxi, la Asociación Gremial del Taxi y el Gobierno regional firmaron un protocolo en 2008 para la utilización de cámaras de videovigilancia en el interior de los vehículos: los conductores deciden si instalarlas o no. Para aumentar la seguridad, María del Pilar Zarzuela pide una mejor iluminación urbana en las calles menos céntricas y la utilización de una cámara no solo interna, sino también externa. Sin embargo, ella no lleva ninguna. Se siente bastante segura trabajando con la aplicación de Freenow porque el cliente queda registrado. Flores confiesa haberse inventado que su jefe estaba escuchando la conversación del vehículo para salir airosa de una situación desagradable.
Todas llevan seguro en sus puertas y coinciden en que sus compañeros también están expuestos al riesgo, algunas conocen a varios que han vivido circunstancias violentas. “El peligro está ahí para ambos, aunque quizá por ser mujeres vivimos más situaciones de acoso sexual”, cuenta Martínez.
Pilar Cordero, de 58 años, y Mónica Crisan, de 50, también taxistas, dicen que nunca se han enfrentado a una situación de acoso en su vehículo. “Tenemos que luchar todos por mejorar la seguridad, pero es importante que las mujeres se sigan sumando a este sector”, reivindica Cordero, quien reconoce ser prudente antes de subir a un cliente al taxi.
A todas les encanta su trabajo y no piensan renunciar a él. El 98% de las taxistas se siente muy acogida por sus compañeros y el 72% destaca la facilidad de conciliación, según el estudio de Freenow. “Esta profesión la han hecho para mí”, dice Cordero. Eso sí, Martínez, al igual que sus compañeras, quiere trabajar tranquila: “Solo pido respeto. Me he visto obligada a recortar mi horario de trabajo sin quererlo. Vuelvo a casa celebrando que estoy viva, pero con la tensión de que mañana será otro día”.
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