Los taxis de Madrid llegan a todo el mundo
La colonia Santo Ángel, en Ciudad Lineal, se construyó en 1956 para la Cooperativa Autotaxi y, ahora, la transversalidad de sus habitantes sigue dando lugar a conexiones peculiares
Los taxis de Madrid llegan a cualquier lado. Incluso hasta la estación de esquí de Vail, en Colorado.
Sandra Hernández, ingeniera industrial madrileña, se fue a Denver por unos meses, destinada por la empresa en la que trabaja para un proyecto. Un día, una compañera de trabajo le preguntó si le apetecía ir a pasar el fin de semana a la estación de esquí de Vail, a poco más de una hora y media en coche. Dijo que sí y se fueron para allá.
Mientras descansaban de un baño de aguas termales, dos señoras estadounidenses de unos 60 años ―una se llama Cindy― se metieron en el agua. Una de ellas escuchó cómo Sandra decía algo en castellano y le preguntó si era española.
―Es que yo nací en Torrejón―, le dice. Vivíamos en Madrid y teníamos unos vecinos de los que nos hicimos muy amigos. Su padre era pintor. Se llamaba Garbayo. Fernando Garbayo.
Aquí, le cambia la cara a Sandra.
―Fermín, se llamaba Fermín.
―Creo que era Fernando―, replica Cindy pensando que Garbayo puede ser un apellido muy común en España.
―No, se llamaba Fermín y era mi abuelo.
Aquí, a quien le cambia la cara es a Cindy.
―Recuerdo que tenían un hombre y una mujer desnudos dibujados en la puerta de su casa.
―Sí, mi abuelo y mi abuela.
La puerta a la que hacen referencia representa a Adán y Eva con los rostros del artista gráfico y pintor Fermín Hernández Garbayo y su mujer, Mercedes de Lucas. Sigue en su sitio, aunque ahora la abre y la cierra otra familia.
“¿Tú sabes la cantidad de casualidades que se tienen que dar para que alguien que vivió en esta colonia y que reside en Austin se encuentre 60 años después con la nieta de sus vecinos en una bañera de aguas termales de una estación de esquí en Colorado?”, se pregunta Saúl Hernández (64 años, Madrid) a las puertas de su casa en la colonia Santo Ángel, en Ciudad Lineal.
“Esta colonia se construyó en 1956 para la Cooperativa Autotaxi de Madrid. Las viviendas se sortearon entre las licencias de los taxistas. A mi abuelo le tocó una. Nosotros nos vinimos para acá en 1961, cuando yo tenía tres años”, cuenta Saúl. Recuerda que la familia Whitney se mudó a España porque Fayne, el padre de Cindy, era piloto y vino a trabajar a la base de Torrejón ―”muchos taxistas tenían otra vivienda en el centro y alquilaban esta a los americanos”― y recuerda a su mujer Betty y a sus otros hijos Kathy, Susie y Danny. “Me hice muy amigo de Danny. De hecho, cuando trasladaron al padre a la base de Stuttgart, fui a pasar un verano con ellos. Inolvidable”.
Sandra y Cindy intercambiaron sus direcciones de correo electrónico. Fayne, ya viudo, tiene ahora 89 años. “El otro día me envió una foto que debe ser del año 62, en la que salen Cathy, Sussie, Danny, mi hermana y yo. Se ve la puerta con la ilustración y el Renault 44 de mis padres”, dice Saúl.
“Los americanos eran un perfil ideal para alquilar estas casas. A ellos les gustaban porque se parecían más a su estilo de vida, tenían un nivel adquisitivo alto y eran inquilinos que sabías que no iba a estar muchos años, con lo cual no ibas a tener problemas con la ley de arrendamiento”, explica Ángeles Montero (69 años, Madrid), arquitecta ―”también empecé Bellas Artes, pero me interesaba más ser económicamente independiente”― e hija de taxista. Llegó a la colonia con tres años.
Ángeles cuenta que el peculiar diseño urbanístico de la colonia responde a “un desarrollo problemático del proyecto. En principio iban a ser pareados, pero diversos problemas con el administrador obligaron a construir adosados. Es decir, que tuvieron que hacer las casas más pequeñas y encajarlas en el espacio que había. Y la obra se encareció mucho, lo que hizo que hubiera personas que tuvieron que dejarlo”.
Las casas originales tenían unos 90 metros divididos en dos plantas, con salón, cocina, habitación y baño abajo y cuatro habitaciones y baño arriba. “Son casas muy bien hechas. Tienen una cimentación muy profunda, porque aprovecharon el desnivel que había en el terreno. Es cierto que el ladrillo característico de la primera planta de la fachada tenía mucha arena y poco cemento, porque en aquella época era muy caro, pero aguantan bien”. Las viviendas originales tenían el zócalo chapado en granito, con ladrillo visto en la planta baja y enfoscado o revestimiento en color blanco o marfil en la segunda. El tejado a dos aguas, poblado por tejas curvas.
Bajando por la calle Santo Ángel, se llega a una zona de comercios. Aquí, en su día, había panadería, pescadería, frutería y lechería. También la carnicería de Herminia Muñoz (87 años) y de Agustín Calleja (88 años), que regentaron durante casi 50 años. Nacieron en Valdesandinas y Vecilla de la Vega, dos pueblos de La Bañeza (León) que están a 11 kilómetros de distancia. Se conocieron en Madrid. Tienen seis hijos.
“La relación con la clientela era muy buena. Me acuerdo de casi todos ellos. Los americanos nos traían los pañales de la base de Torrejón”, dice Herminia. “Fiábamos a la gente y no había ningún problema. Lo apuntábamos en un papel y listo. Lo que más vendíamos eran filetes, porque Agustín tenía una carne especial, que elegía en el matadero. Abríamos todos los días por la mañana y por la tarde. Cuando empezamos a cerrar los sábados hubo gente que se quejó. Todavía hoy, cuando nos cruzamos con algún vecino, nos dice que cuánto se acuerda de nuestros filetes, porque los había comido de pequeño. Y nosotros también nos acordamos de ellos, claro”.
―¿Y qué carne era vuestra preferida?
―La tapilla y la cadera.
Justo enfrente de la zona comercial se ubica el taller de la Sociedad Cooperativa Madrileña de Servicios de Autotaxi. Lleva abierto desde que se construyó la colonia.
Desde aquel encuentro en las aguas termales de Vail, la familia Whitney y los Garbayo mantienen el contacto por correo electrónico. “¡Hubiera dado dinero por haber vivido ese momento!”, dice Saúl. Le falta un mes para jubilarse. Se le escapa un poco la sonrisa al decirlo. Eso sí que no tiene precio.
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