_
_
_
_

Por qué el canto de ‘los ahujos’ hace saltar las alarmas: “O virtuosas vírgenes o putas”

El “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas!” del vídeo del colegio mayor Elías Ahuja remite a contextos en los que sigue sin detectarse el machismo y se entiende como “tradición”

Colegio mayor Santa Monica
Dos alumnas del colegio mayor Santa Mónica, con dos carteles para protestar por los insultos recibidos por parte del Elías Ahuja, el jueves.Jesus Hellin 2022 (Europa Press)
Isabel Valdés

“Putas ninfómanas” escondidas en “madrigueras” que tienen que salir para “follar” como “conejas”. No son gratuitos ni los términos elegidos ni la construcción de la frase que gritan, como “tradición”, los hombres del colegio mayor Elías Ahuja, en Madrid. A un lado, decenas de chicos abriendo persianas y bramando de forma sincronizada; al otro, las universitarias que viven en el Santa Mónica, grabándolos. Octavio Salazar, jurista experto en género, analiza la escena: “Enfrente, ellas, como objeto disponible al que te puedes dirigir con un lenguaje humillante, porque con ‘puta ninfómana’ se tiene claro la percepción del sujeto al que te diriges y lo que la sexualidad implica. Lleva a esa división tradicional de la mujer: virtuosas vírgenes o putas, sin terrenos intermedios. Ahí seguimos instalados”. En esa concepción de mujeres “encerradas” que salen para estar “disponibles” para los hombres. Aún hoy, dice también Salazar. Viernes 7 de octubre de 2022, el día en el que entra en vigor la ley del solo sí es sí, que tiene como objetivo blindar la libertad sexual de las mujeres con el consentimiento, explícito, como eje.

Edificio del Colegio Mayor en Madrid.Foto: EL PAÍS | Vídeo: EFE

El experto también señala que este machismo está “magnificado porque se graba y se comparte”, pero que sucede en “muy variados espacios” de forma “normalizada”. El vídeo de ese folclore universitario lleva 48 horas extendiéndose por las redes, los medios de comunicación e incluso estuvo presente en el pleno del Congreso del jueves. Pero es un ejemplo, solo uno, de lo que ocurre cada día y de lo que recogen informes, estudios y estadísticas: que la reacción al avance del feminismo y la violencia machista, en todas sus formas, también las entendidas como leves, se extienden más entre los hombres jóvenes.

Y desde “hace décadas”, ahonda Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, “los datos que tienen que ver con el comportamiento sexual y la juventud, y lo que vienen diciendo expertos educativos, es que el caldo de cultivo donde se desarrollan las primeras relaciones está caracterizado por la cultura de la violación, como el contexto de las piezas culturales en las que se mueven, el acceso temprano a la pornografía y la ausencia de educación sexual”. Una educación afectivo sexual y en igualdad de género que ha incorporado ya, como obligatoria, la ley de libertad sexual; y también lo hará, cuando termine de tramitarse, la reforma de la norma que regula el aborto.

Esa educación también va dirigida a cambiar la perspectiva sobre estos comportamientos. “La humillación es un elemento que se integra sin ningún problema en la construcción y mantenimiento de esas primeras relaciones”, recalca Soleto. Constituye tanta parte de ciertas actitudes y comportamientos, que sobre este coro y su performance se han repetido palabras como “normal” o se ha dicho que “lleva años pasando”. Lo esgrimen como argumento ellas, las mujeres del Santa Mónica, a las que iba dirigido el “putas ninfómanas”. “No nos ofenden. Pobrecillos, es una tradición”, contaban este jueves.

“Apelar” a esa tradición es “tiranía”, dice Mar Venegas, profesora de Sociología en la Universidad de Granada y autora de un análisis sociológico de la política afectivo sexual en la adolescencia. “Por tradición la maté porque era mía”, añade. O el “mi marido me pega lo normal”, suma Salazar recordando el libro del exdelegado contra la violencia de género Miguel Lorente. Además, sigue Venegas, en ellas, en las mujeres del Santa Mónica se ve “esa conciencia de disculpa” frente a comportamientos machistas y patriarcales.

“Todavía” hay que recordar que “ni un hombre es machista por el hecho de ser hombre ni una mujer feminista por el hecho de ser mujer”; y ese grupo poblacional, “ahora representado en un partido político como Vox, no ha llegado hoy; estaba ya ahí y refleja a una parte de la sociedad anclada en estereotipos e ideas obsoletas”, señala Venegas. Obsoletas pero vigentes. Las cifras, en general, hablan de avances importantes en la sociedad española, pero aún lejos de erradicar el machismo y las estructuras patriarcales. Hace solo unos días, un estudio del Instituto de las Mujeres revelaba que más de la mitad las jóvenes de entre 18 y 25 años han tenido sexo sin deseo.

Salazar, que trató el jueves el tema en una de sus clases de Derecho en la Universidad de Córdoba, cuenta cómo salió en la conversación “la propia estructura, donde unos y otros también contribuyen a la construcción” del “poder”. Una “violencia estructural evidente, que también explica que ellas hablen de divertimento”. Las sometidas aceptan también el sometimiento, lo disculpan. “Patrones de manual de algo que vemos como muy evidente, pero no lo es”. O no tanto, dependiendo de los contextos en los que se den. A partir de ahora —sin efecto retroactivo— la ley del solo sí es sí incluye, tipificado como delito, cuestiones como el acoso callejero; o la sumisión química como agravante.

La directora de la Fundación Mujeres subraya que “si como sociedad nos escandaliza este comportamiento, tenemos que dar por buenas las conclusiones de estos estudios, que hay emergencia en una intervención concreta para erradicar todos los elementos que hacen que la cultura de la violación sea el contexto en el que se construyen [las relaciones de los jóvenes]”.

¿Hay algo positivo en el vídeo, su viralización, en los artículos y programas que se le han dedicado en las últimas horas? “Que se visibiliza”, afirma Lourdes Gaitán, doctora en Sociología y fundadora del Grupo de Sociología de la Adolescencia y la Infancia (GSIA). “Si esto lleva pasando tantos años y ahora se denuncia, significa que nuestro nivel de tolerancia frente a la falta de respeto a la dignidad es bastante más bajo”. El problema, “la naturalización” de comportamientos como el de los ahujos, es algo, según Gaitán, “insostenible”.

La solución, según la socióloga, debe ir más allá de la educación afectivo sexual —en la que todas coinciden que no solo es necesaria, sino urgente—: “La conciencia no solo se forma en las aulas. También en los hogares, no vale con decir, ‘hay que practicar’, y para eso hace falta educar a los niños, pero también a los adultos”. Para asimilar esa educación, más bien reeducación, en el Elías Ahuja los universitarios tendrán que asistir a un curso de igualdad de género y participar en actividades solidarias, según un comunicado del centro.

Y en otros terrenos, relataba el jueves en una columna María Concepción Torres Díaz, doctora y profesora de Derecho, la legislación es aplicable en casos como este. Algo “necesario”, añadía. “Leyes que —como la de igualdad de 2007— conceptúan las conductas de acoso sexual y de acoso por razón de sexo como conductas discriminatorias y obligan a las administraciones públicas, así como a los agentes no estatales, a actuar en el marco de la llamada diligencia debida”.

Además de la Ley 3/2022, de 24 de febrero, de convivencia universitaria, que tipifica las conductas de acoso y violencia de género en el marco del régimen disciplinario como “muy graves”. Y la del solo sí es sí, la de libertad sexual, en vigor desde este viernes. Una norma que nació hace seis años del caso La Manada, del proceso judicial que siguió al caso, de lo que este provocó en la sociedad española y del terreno que ganó el movimiento feminista.

Una ley también a la que Salazar vuelve para recordar el voto particular de uno de los jueces, Ricardo Javier González, en una de las sentencias, la de la Audiencia Provincial de Navarra en abril de 2018, y cómo se parece “la juerga iniciática con la que no se puede disfrazar” lo que ha ocurrido en el Elías Ahuja con “el jolgorio y el regocijo” de aquel voto.

Fratrías e impermeabilidad

Dice la socióloga Rosa Cobo que lo ocurrido en el colegio mayor "tiene todos los elementos que definen a las fratrías masculinas, rituales de confraternización a efectos de mostrar tanto su superioridad, como la de colocarlas a ellas en una posición de inferioridad" y que, al mismo tiempo, los gritos misóginos "tienen como función hacer que las mujeres sean un objeto transaccional de cohesión de los propios chicos. Se reproduce violentamente la idea de que las mujeres somos putas". Al igual que el jurista Octavio Salazar hacía la referencia a que no hay terreno intermedio entre "las virtuosas vírgenes o putas", Cobo dice que las mujeres, según estos discursos misóginos, son putas si están disponibles sexualmente y también si no acceden a sus exigencias sexuales. Una "misoginia en estado puro", "peligrosa", en cuanto supone "un discurso de odio contra las mujeres".

Como todas las expertas consultadas, y la opinión general de teóricas y profesionales de este ámbito, "es preciso que el curriculum educativo incluya formación sobre igualdad y violencia patriarcal para contribuir a desactivar ese substrato sexista que impregna la cultura en que se forman nuestros jóvenes". Más allá de la generalidad, necesaria, de la educación, Cobo se hace una pregunta: "Si algunos de ellos formarán parte de las élites de la derecha española en el futuro".

Recuerda a Simone de Beauvoir cuando teorizaba sobre "que el dominio masculino solo puede subsistir si tiene cómplices en el interior de ese sistema". Las mujeres del Santa Mónica, el colegio al que iban dirigidos los gritos, "han actuado como cómplices de la misoginia masculina". Y en este sentido, cree que "también hay que tener en consideración la afinidad de clase entre ellos y ellas". Colegios "elitistas con un marcado carácter de clase", donde opina que "ha sido superior ese carácter que la profunda misoginia de los exabruptos de los participantes en ese ritual". Algo que, según su análisis, "muestra la impermeabilidad de la ideología de la derecha a los discursos feministas". Específicamente en España: "Esto no ocurre con la derecha en otros países, como en Francia, por ejemplo. Sin embargo, uno de los ejes la derecha católica española es la defensa del viejo modelo jerarquizado entre hombres y mujeres que se concreta en la familia patriarcal. Ese es su modelo y su respuesta ha sido coherente con ese modelo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_