“Espero que Odyssey haya aprendido”
Victoria Stapells respiró aliviada cuando los dos aviones Hércules despegaron de la base militar de MacDill, en Tampa (Florida), con el tesoro de La Mercedes. Fue el 24 de febrero. España había ganado finalmente la batalla legal que le había enfrentado durante cinco años a la empresa de cazatesoros Odyssey por la propiedad de las 594.000 monedas.
El oro del buque español, hundido en combate en 1804, regresaba a España y Stapells sintió que ya podía poner el cierre a unos años complicados en su vida. La investigadora canadiense, con nacionalidad española y habitual colaboradora de las Administraciones españolas desde que llegó a Sevilla en 1976, había sido contratada por Odyssey en 2006. El encargo era simple: recopilar en los archivos toda la información que pudiese sobre varios pecios hundidos en varias partes del mundo, entre ellos el Nuestra Señora de las Mercedes.
“Mi contacto en la empresa me había dicho que querían la información para hacer documentales. Nunca pensé que fuesen a ir a por el tesoro y a sacarlo por Gibraltar en mitad de la noche”, dice Stapells en su estudio de Sevilla, un rincón donde la mitad de la estantería está dedicada a la investigación histórica y la otra mitad a su otra pasión, la ópera.
Cuando Stapells vio las noticias del hallazgo del tesoro, el 19 de mayo de 2007, se dio cuenta de que quizá se había metido en un lío. Pronto recibiría la llamada de los agentes de la Guardia Civil que investigaban el caso. Odyssey trató de impedir que hablase con ellos. “Me ofrecieron sacarme del país y me amenazaron con una demanda por incumplir el contrato de confidencialidad”, cuenta Stapells. La investigadora pasó a los agentes toda la información que había entregado a Odyssey. Poco después, su declaración jurada ayudó a los abogados de España a defender en el juzgado de Tampa la tesis de que Odyssey siempre supo la identidad del barco que se encontraba detrás del Cisne Negro, el nombre en clave con el que la compañía había bautizado el hallazgo. Stapells también declaró que había informado a la empresa de que se trataba de un buque militar de importancia histórica para España.
“Lo pasé mal durante todo el caso. Llevo viviendo aquí mucho tiempo, mis dos hijos viven aquí. Quiero a este país. Y de pronto yo había dado información a una empresa con la que España tenía un problema”.
A pesar de sentirse tranquila, una vez que vio cómo España recuperó su patrimonio, la investigadora lanza algunas preguntas. “¿Qué pasará ahora?”, dice Stapells recordando la treintena de instituciones que solicitaron al Ministerio de Cultura la cesión de monedas para exhibirlas en museos.
A Stapells también le pica la curiosidad por saber qué ha pasado con un ambicioso proyecto que Cultura encargó a ella y a un equipo de investigadores poco después de que estallase el caso Odyssey. “Teníamos que compilar fichas de todos los naufragios de la época colonial para catalogar los barcos hundidos en América. Entregamos tres volúmenes sobre Cuba, Panamá y Santo Domingo. No sé qué pasó con esto. Por lo que yo sé no se siguió investigando”.
Me pidieron datos de ‘La Mercedes’, pero no pensé que fuesen a sacar el tesoro"
Esa es la parte que más le preocupa ahora a la investigadora. Que España sepa exactamente qué es lo que tiene en el fondo del océano para que nunca más vuelva a pasar algo como lo de La Mercedes. “Para proteger hay que saber qué es lo que tenemos. Y para ello es imprescindible investigar en los archivos y bibliotecas de este país”, comenta.
La historia de Odyssey y La Mercedes acabó bien para Stapells y para los intereses del Gobierno español, que defendió a capa y espada el retorno del tesoro. Odyssey fue la perdedora. Sus esperanzas de salir a buscar otros tesoros españoles son harto escasas y, después de las decisiones judiciales, gran parte de su negocio está en cuestión. “Espero que ellos también hayan aprendido y que si quieren seguir buscando tesoros lo hagan con el acuerdo de los Gobiernos que perdieron sus barcos”, concluye Stapells.
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