Un gran consorcio científico español investigará los enigmas moleculares de la ELA
Un proyecto con casi cuatro millones de financiación pública reunirá a los máximos expertos del país para estudiar la progresión de la enfermedad neurodegenerativa
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Decía el escritor y periodista Martín Caparrós en un artículo reciente en El País Semanal que la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es “una condena”. Él, paciente con esta enfermedad degenerativa, lo sabe bien. La dolencia, que afecta a las neuronas motoras encargadas de controlar los músculos voluntarios, no tiene cura ni tratamiento efectivo para frenar su progresión. Simplemente, avanza, arrasando estas neuronas y provocando una atrofia muscular que, tarde o temprano, termina dejando al enfermo inmóvil, sin capacidad de hablar o respirar, pero con todas sus facultades mentales intactas. “La mayoría todavía andamos por ahí, con o sin silla, con o sin voz, con o sin desespero, intentando que, a falta de futuro, el presente dure todo lo posible”, escribía Caparrós.
La ciencia no ha sido capaz, todavía, de resolver algunas de las grandes incógnitas que rodean a la ELA —como su origen o de qué forma atajarla—, pero la comunidad investigadora no ceja en su empeño y acaba de sembrar una nueva semilla para intentar desentrañar estos misterios: es el proyecto SEED-ALS, que con casi cuatro millones de euros de financiación pública y la implicación de los mayores expertos de España en este campo (27 grupos de investigación de 13 comunidades), se volcará en descifrar durante los próximos dos años los enigmas moleculares de la enfermedad. “Queremos plantar una semilla. No vamos a tener la solución, pero queremos abrir camino para poder tirar del hilo”, explica Carmen Paradas, investigadora principal corresponsable del proyecto. La iniciativa está financiada por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) e impulsada por el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER).
La ELA afecta a unas 4.000 personas en España. Paradas, que es responsable de la Unidad de Enfermedades Neuromusculares del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla) y jefa de grupo en el CIBER de Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED), admite que se trata de una enfermedad “realmente dramática”. “Es de las enfermedades más crueles y eso imprime un carácter especial a esta patología: son pacientes jóvenes y con una progresión rápida, a los que no les puedes dar una explicación porque no lo sabemos y no tenemos remedio”, lamenta.
El tiempo apremia para todos, médicos y pacientes, y este proyecto de investigación imprime “velocidad” a la investigación, asegura Paradas: “Lo especial y lo que hace que tengamos muchas esperanzas es que es un proyecto ampliamente colaborativo entre las unidades clínicas y los laboratorios de investigación básica más punteros. Lo que pretendemos es avanzar más rápido en la investigación de la ELA, de la que se conoce muy poco sobre los mecanismos que la causan. Y, además, lo otro que la hace especial es que es un esfuerzo de dinero público para avanzar en mejorar la atención de los pacientes”. SEED-ALS son las siglas en inglés de Sinergia de esfuerzos para desarrollar y acelerar avances en la investigación sobre ELA (Synergizing Efforts to Develop and Accelerate Breakthroughs in ALS Research), pero es también un juego de palabras, pues, en ese idioma, seed significa también semilla.
Consciente de la complejidad y la heterogeneidad clínica y molecular de la enfermedad, Paradas insiste en que de esta investigación es un primer gran paso —”una semilla”— para acelerar la comprensión de esta dolencia. “Lo que se conoce de la ELA es lo que pasa una vez se ha desencadenado y su progresión. Pero no se sabe qué da lugar a que un paciente desarrolle la enfermedad y tenemos poco margen de maniobra para identificar el riesgo de una persona”, admite.
“No hay una causa única”
De lo que está segura esta investigadora es de que el origen de la ELA no va a estar en un solo mecanismo molecular. “No hay una causa única, ni siquiera en los casos genéticos [el 10%], donde hay una mutación, porque la mutación por sí sola no es suficiente para desarrollar la enfermedad. El origen de la ELA no es único. Hay varias alteraciones que, juntas, hacen que el paciente desarrolle ELA y eso es lo que intentamos desenmarañar”, insiste una y otra vez. De ahí la complejidad de la investigación en esta dolencia y la necesidad de aunar esfuerzos. “En enfermedades como la ELA, la luz no va a venir del estudio de un solo grupo. O nos unimos o no vamos a avanzar”, advierte. La ley ELA, aprobada en España hace unos meses, también plantea que el ISCIII disponga de una estructura científica dedicada específicamente a la ELA, pero este dispositivo todavía no está en marcha —el proyecto SEED-ALS es una iniciativa independiente de este compromiso que contempla la norma—.
La pretensión del gran consorcio científico es virar las tornas y estudiar los potenciales factores genéticos, metabólicos, tóxicos y de estrés, relacionados con el desarrollo de la ELA. La idea es investigar diferentes mecanismos de forma simultánea y disponer de un amplio grupo de pacientes de los que extraer los datos suficientes para conseguir una gran potencia estadística en los resultados.
Para ello, reclutarán a entre 600 y 800 enfermos, de los que analizarán muestras biológicas y datos clínicos. Toda esa información y los resultados clínicos y moleculares que se extraigan de las investigaciones se integrarán en una gran base de datos accesible a la comunidad científica y que podrá seguir enriqueciéndose con nuevos datos para ampliar el conocimiento de la ELA. “Queremos plantar una semilla y poder ir añadiendo datos para hacerla crecer”, explica la científica. El proyecto cuenta con la colaboración del Barcelona Supercomputing Center.
El consorcio también prevé ensayar potenciales tratamientos con modelos de enfermedad derivados de las muestras del paciente y con modelos animales. “Revertir la enfermedad es muy difícil, pero si tenemos la posibilidad de desarrollar terapias para ralentizar su progresión o si descubrimos la combinación de situaciones que ponen al paciente en riesgo, podemos modificar esa situación”, plantea Paradas. La “semilla”, por lo pronto, ya ha empezado a plantarse.
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