Una persona con párkinson desde hace más de 25 años vuelve a caminar gracias a una prótesis neuronal
Los investigadores estimularon la médula espinal directamente y así lograron evitar las caídas y bloqueos en la marcha
Cuando tenía 36 años, Marc Gauthier, un ciudadano de Burdeos (Francia), empezó a tener problemas de movimiento y coordinación, temblores y rigidez. Le diagnosticaron un párkinson muy precoz. A comienzos de siglo, le hicieron un doble implante en el cerebro. Por un lado, le instalaron un generador de dopamina, neurotransmisor clave en la organización del movimiento, y a la vez un estimulador cerebral profundo (ECP) en los ganglios basales, la parte del cerebro que debería producir dopamina de forma natural. Pero, tras una mejoría, las caídas volvieron e incluso se agravaron, también la incapacidad de levantarse o los continuos bloqueos mientras caminaba. Situaciones tan cotidianas como subir unas escaleras eran un suplicio; tras unos temblorosos primeros escalones, terminaba dándose la vuelta. Sin embargo, el domingo fue a tomar un café con Eduardo Martín Moraud, científico español que forma parte del equipo que le implantó una nueva neuroprótesis hace dos años. “Caminaba con normalidad y no tuvo problemas ni para entrar en el metro”, dice Martín. El propio Gauthier, que ahora tiene 63 años, describe: “Ya ni siquiera tengo miedo a las escaleras”.
Martín trabaja con Grégoire Courtine, profesor de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), desde que este le dirigía el doctorado. Junto a Courtine y la neurocirujana Jocelyne Bloch, del hospital universitario de la misma ciudad, llevan años investigando cómo ayudar a los parapléjicos a volver a caminar. En esta carrera de fondo, primero lo investigaron con ratas. Tras obrar lo más parecido a un milagro, probaron su forma de puentear las lesiones medulares que cortocircuitaban la comunicación entre piernas y cerebro en monos. Validado en un modelo animal, empezaron a probarlo en humanos con resultados positivos ya en 2018. El año pasado lograron que tres personas parapléjicas recuperaran su capacidad de caminar al día siguiente de la operación. “Ya en la beca que solicitó Courtine en 2009, mencionaba que este sistema podría aplicarse también en personas que tuvieran párkinson”, recuerda Martín. Y es lo que han hecho con Gauthier.
Los resultados del trabajo de este equipo, formado por una quincena de neurocientíficos, neurocirujanos, médicos, enfermeros y rehabilitadores, acaban de publicarse en la revista científica Nature Medicine. Tras años investigando con parapléjicos, puede parecer extraño que reclutaran a un enfermo de párkinson como Gauthier. En principio, una enfermedad neurodegenerativa que se produce en lo más profundo del cerebro no tiene mucho que ver con una paraplejia provocada porque un accidente le ha destrozado la médula a un joven. “Independientemente del origen del problema, todo control de las piernas pasa por la médula. En un caso no llega información al cerebro porque está seccionada, en el otro sí baja la información, pero es anómala”, explica Martín.
En la zona baja de la espalda, en la porción de la médula de las regiones lumbar y sacra de la columna, se encuentra un conjunto de neuronas motoras que son las encargadas de ordenar a los músculos de las piernas que se activen. También son las que reciben la información de las piernas sobre su estado, ya sea de movimiento o reposo, y la envían médula arriba. Es ahí donde han actuado ahora, olvidándose en cierto modo del párkinson. En esta especie de engaño al cerebro, la estimulación epidural ha logrado algo así como corregir aquella información errónea que llegaba de la corteza motora cerebral.
Ya ni siquiera tengo miedo a las escaleras”Marc Gauthier, enfermo con párkinson desde hace más de 25 años
Cuando Gauthier llegó a los cuarteles generales de NeuroRestore, el centro donde trabaja Martín y del que son codirectores tanto Courtine como Bloch, hace dos años, su sistema locomotor presentaba serios problemas. Muchas de las veces que tenía la intención de levantarse de la silla, sus piernas no respondían. Cuando lo lograba se caía cinco o seis veces al día y era incapaz de caminar unos metros sin verse obligado a detenerse como congelado. En los vídeos que han distribuido los científicos, hay dos escenas que encogen el corazón. En una se ve como una cuidadora ayuda a un tembloroso Gauthier a subir unos escalones. Cuando apenas llevaba tres o cuatro, se detiene y tiene que girar y darse por derrotado. Otra parece cómica, si no fuera por lo desgraciado de la situación. Con pasitos cortos y como temerosos, el bordelés llega hasta la puerta de un ascensor. Espera a que se abra y cuando lo hace, es incapaz de entrar, está bloqueado, y la puerta se vuelve a cerrar. Así varias veces.
Después del implante, el paciente pasó seis meses en Suiza, probando que todo el sistema y él se acoplaran en un programa intensivo de rehabilitación. Había que recuperar cosas que empezaron a perderse hace más de un cuarto de siglo. Desde que regresó a Burdeos, ha ido de viaje en varias ocasiones, es capaz de hacer caminatas de cinco kilómetros sin grandes problemas y, como le decía a Martín el domingo, se sentía muy bien y había perdido muchos miedos. En la segunda tanda de vídeos (ver arriba), después del implante y entrenado, logra levantarse de la silla, subir las escaleras él solo y entrar en un ascensor.
“Es impresionante ver cómo estimulando eléctricamente la médula espinal de forma selectiva, tal como lo habíamos hecho con los pacientes parapléjicos, podemos corregir los trastornos de la marcha causados por la enfermedad de Parkinson”, explica Bloch, la neurocirujana que le realizó el implante a Gauthier. Cada seis meses regresa a Suiza a una revisión. El francés usa la neuroprótesis más de ocho horas al día. Solo la apaga cuando prevé estar un rato sentado o cuando va a dormir, y la enciende al despertar.
Para llegar al final feliz de Gauthier, los científicos tuvieron que afinar primero su idea. Tenían mucho conocimiento acumulado de más de una década investigando con parapléjicos. Pero el párkinson es muy diferente. Tenían que aprender qué zona estimular con los electrodos, con qué intensidad, ver qué pasaba en la corteza motora para encontrar una relación entre movimiento de los músculos y la activación cerebral. No partían de cero, pero había muchas incógnitas a despejar. Lo que hicieron fue probar primero el sistema con nueve macacos rhesus a los que administraron un compuesto para inducirles un trastorno con síntomas como los del párkinson, estudiando después la cinética de los animales, y la compararon con la de 25 personas con párkinson y nueve sanas. Con esa información, después implantaron los conjuntos de electrodos en cuatro de los monos y empezaron a modular la señal, midiendo la respuesta de las extremidades y su correlato en la actividad cerebral. Comprobaron que el sistema descodificaba bien las instrucciones cerebrales. Llegó entonces el turno de Gauthier.
Solo es un participante y no sabemos si todos los individuos con enfermedad de Parkinson responderán a la terapia”Grégoire Courtine, profesor de la Escuela Politécnica Federal de Lausana
El francés ya ha regresado a Burdeos, con su implante. El conjunto de electrodos es de los que se usan para mitigar el dolor crónico en determinados tipos de pacientes. Ahora, una empresa suiza, ONWARD Medical, está diseñando unos específicos para colocar a los enfermos de párkinson. En paralelo, el equipo de Courtine ha recibido una subvención de un millón de dólares (unos 930.000 euros) de la Fundación Michael J. Fox para la investigación del párkinson para la siguiente fase del proyecto: poner implantes a otras seis personas. En una entrevista distribuida por su universidad, Courtine recuerda: “Solo es un participante y no sabemos si todos los individuos con enfermedad de Parkinson responderán a la terapia. Pero estamos comprometidos a desarrollar una tecnología con el auténtico propósito de [lograr] avances médicos adaptados a esta enfermedad”.
Como recuerda Martín, el científico español: “Es una enfermedad muy variable, que cambia con el paso del tiempo en el mismo paciente y se desarrolla de forma diferente en distintas personas”. De hecho, es tan heterogéneo que mientras algunos no desarrollan problemas motores hasta una fase muy avanzada, otros ven su marcha alterada desde el principio. De ahí la necesidad de probar el implante en cuantas más personas mejor. En enero empezarán a seleccionar a los seis candidatos de su segunda fase. Si sale bien, habrá una tercera. “Confiamos que en varios hospitales y países”, termina el español, antes de dar una esperanza a los miles de afectados por la enfermedad de Parkinson con la fabricación a gran escala de este ingenio.
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