Sheena Josselyn, neurocientífica: “Es muy sencillo borrar un recuerdo, con las herramientas apropiadas”
La investigadora en mecanismos cerebrales de la memoria viaja a España para hablar sobre crear y destruir recuerdos, algo que ha logrado hacer en ratones
Pensó que quería ser como la criminalista interpretada por Jodie Foster en El silencio de los corderos y, sin embargo, lleva décadas estudiando en un laboratorio cómo se forman los recuerdos. Sheena Josselyn es investigadora en The Hospital for Sick Children, profesora en la Universidad de Toronto y ocupa la Cátedra de Investigación de Canadá sobre Mecanismos Cerebrales de la Memoria, entre otros cargos. Hace unos días estuvo en Barcelona, donde pronunció ante más de mil personas y con cuatro pantallas gigantes la sesión inaugural del Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (”European College of Neuropsychopharmacology congress”). Su charla se tituló Crear y destruir recuerdos, algo que su grupo de investigación ha logrado hacer en ratones.
Hablamos con ella sobre la memoria, los recuerdos, sobre cómo se forman y desaparecen y por qué no recordamos nada antes de los tres años; sobre nuevas neuronas, experimentos que rozan la ciencia ficción y sobre si el saber realmente ocupa lugar.
Pregunta. Usted iba a estudiar medicina, pero al final escogió psicología. Quería dedicarse a la clínica, y estuvo haciendo incluso el seguimiento en prisión de agresores sexuales, pero terminó dedicándose al estudio molecular de la memoria. ¿Qué pasó en ese camino?
Respuesta. Bueno, yo iba a estudiar medicina, pero estuve un verano trabajando de recepcionista de mi médico de familia y me pareció que contestar al teléfono y escribir cartas era más emocionante que lo que él hacía. Algo que es obviamente muy personal. Lo que busqué fue una pregunta difícil que pudiera intentar responder, y me pareció que el funcionamiento del cerebro y la memoria era una de las preguntas más grandes que había. [Pero también] Me sentía muy inspirada por la película El silencio de los corderos y por el personaje de Jodie Foster, que se encontraba con ese genio malvado. Pensé que podía ser Jodie Foster en la vida real y de joven entrevistaba a agresores sexuales para evaluar cómo evolucionaban con el tratamiento, pero nunca encontré a mi Anthony Hopkins [ríe]. Así que volví a estudiar el cerebro, que nunca es aburrido.
P. ¿Y sabemos ya qué son la memoria y los recuerdos? ¿Son solo sinapsis entre neuronas, impulsos eléctricos?
R. Es una pregunta muy grande, qué es la memoria. Para ser sinceros, todavía no sabemos exactamente qué es lo que está pasando en el cerebro. Y eso es un problema, porque hay muchas enfermedades en las que la memoria puede estar afectada. Están las demencias, claro, pero también la depresión, donde la rumiación constante de malos recuerdos puede estar alimentándola y ser un factor importante. Y hay muchos mecanismos que desconocemos, más allá de las sinapsis. Por ejemplo, [hay casos en que] puedes estimular neuronas que no están comunicadas entre ellas mediante sinapsis y obtener algo muy similar a un recuerdo, y eso es increíble. Las sinapsis son importantes, pero ¿dónde se guarda exactamente la memoria? No lo sabemos.
P. A la forma física en la que se guarda la memoria la llaman engrama, que es lo que usted estudia especialmente. En sus charlas explica que esta idea ya viene de la antigua Grecia, pero costó mucho demostrarla, a pesar de la lógica que pueda estar tras ella. ¿Qué es un engrama?
R. Sí, la primera definición como tal se hizo a principios del siglo XX, y era un tanto filosófica. Un engrama vendría a ser “el rastro duradero de una experiencia en nuestro cerebro”. La definición ahora ha cambiado un poco y prefiero decir que es “un grupo de neuronas que parecen importantes para conservar un recuerdo”. El problema es que durante muchos años no pudieron encontrarse. Hay gente que cuestionaba su existencia, pero tampoco planteaban verdaderamente una teoría alternativa.
P. Algunos de los que lo buscaron, como el psicólogo Karl Lashley, llegaron a concluir que la memoria estaba en todos los lugares del cerebro y en ninguno en concreto a la vez. Pero ahora sabemos que hay diferentes tipos de memoria, que no sucederá lo mismo en mi cerebro cuando yo trate de recordar esta habitación que en el de la persona que quiera acordarse de lo que leyó en esta entrevista. Y también oímos hablar mucho del hipocampo, una zona concreta del cerebro que asociamos mucho con la memoria y que suele dañarse en el alzhéimer. ¿Era cierto entonces lo que decía Lashley?
R. Creemos que los componentes básicos de la memoria son los mismos, pero diferentes partes del cerebro se especializan en diferentes tipos de memoria. Si yo recuerdo cómo montar en bicicleta, eso es un recuerdo, porque hay una experiencia previa a la que recurro cuando tengo que montar en bici de nuevo. Pero es una memoria de procedimiento, y no se va a formar en el mismo lugar que el recuerdo de algún episodio que me suceda. Ese tipo de recuerdos [más biográficos] sí tienen mucho que ver con el hipocampo. Creo que la conclusión de Lashley era lógica en su momento, porque buscar esos engramas y las neuronas concretas implicadas es como buscar una aguja en un pajar, y por aquel entonces lo más que podían hacer era quemar el pajar entero. Ahora tenemos herramientas mucho mejores para encontrarla, sabemos que [las agujas] están en lugares concretos de la mayoría de zonas del cerebro. Y que cada una se comunica con muchas otras. El cerebro es increíble y dentro de él hay una comunicación masiva. Aunque un área esté especializada en un tipo de memoria, no significa que no esté escuchando al resto.
P. Su charla se titula “Crear y destruir recuerdos”. Usted y su grupo han sido capaces de eliminar ciertos recuerdos asociados con el miedo en ratones, ¿cómo lo hicieron?
R. Sí. Para ser sinceros, es bastante sencillo, una vez que tienes las herramientas necesarias y las aplicas de forma apropiada. Sabemos que hay un conjunto de neuronas dispersas que participan en almacenar este tipo de recuerdos [en sus experimentos entrenan a los ratones para que tengan miedo al oír ciertos sonidos]. Lo que hacemos es favorecer que algunas los guarden, y para ello excitamos unas pocas de ellas justo antes del experimento usando optogenética, que es una forma genial de manipular neuronas con luz. Después podemos inhibirlas en cualquier momento posterior, y el recuerdo que tienen asociado a ese estímulo prácticamente desaparece.
P. Y también lo probaron con los efectos que provoca la cocaína en el cerebro, ¿verdad?
R. Sí, es algo muy parecido. La cocaína hace muchas cosas en el cuerpo y en el cerebro, pero podemos localizar también un pequeño grupo de neuronas que son muy importantes en la sensación de recompensa. Usamos el mismo truco para asignar cuáles en concreto van a participar en el recuerdo y, cuando después las silenciamos, es como si el ratón no hubiera probado la cocaína en ese entorno.
P. Otros grupos han sido capaces incluso de implantar recuerdos falsos, ¿no?
R. Sí, eso es tan interesante... ¡En realidad esos experimentos son de mi marido! Querían implantar un recuerdo completo, y para eso usaron recuerdos asociados al olor, porque sabemos mucho sobre cómo se representan los olores en el cerebro. Lo que hicieron fue activar con optogenética las neuronas que reconocen un olor particular y, a la vez, activar otro lugar en el cerebro que provoca una reacción muy desagradable, para que asociaran una cosa con otra. Cuando después los expusieron por primera vez en su vida al olor real, le tenían miedo. Y al revés, en otro grupo de ratones asociaron la activación del olor con un estímulo agradable. Cuando por primera vez lo olieron de verdad, se acercaron a él porque les gustaba. ¡Implantaron recuerdos falsos por completo! Aquí tienes una historia de ciencia ficción [ríe].
P. Precisamente, todo esto recuerda a la película ¡Olvídate de mí!, en la que se borraban todos los recuerdos asociados a una persona. Imagino que estamos muy lejos de eso, pero ¿sería posible en algún momento hacer algo parecido?
R. Teóricamente... [hace una pausa] podría ser posible. La cuestión es que no se trataría de un recuerdo concreto, sino del concepto completo alrededor de una persona, que probablemente esté implicada en muchos, muchos, muchos recuerdos y de diferentes tipos. Teóricamente sería posible, pero en la práctica creo que nunca lo será. Hoy día podemos hacer esto para algunos tipos de recuerdos concretos, en un ratón y con técnicas muy invasivas. ¿Podemos hacerlo en humanos? Ahora mismo no, y no creo que quisiéramos. Pero sí podemos aprender mucho de ello para ayudar a personas con problemas de memoria o con trastornos de estrés postraumático, amortiguando la reacción a determinados recuerdos. No son solo experimentos tontos con ratones.
P. ¿Cómo podrían ayudar a pacientes con alzhéimer, por ejemplo?
R. Piensa, por ejemplo, cuando tienes algo en la punta de la lengua. Estás tratando de recordar un nombre, buscas asociaciones y, no sabes cómo, pero sabes que empieza por “p”. El recuerdo está ahí, pero debilitado. En las fases iniciales del alzhéimer, antes de que se produzca la muerte neuronal, hay recuerdos que pueden reactivarse por ejemplo con música, con un componente emocional. Estos estudios pueden ayudarnos a entender qué dirección tomar para encontrar otras formas de reactivarlos.
P. También han investigado cómo es que no tenemos recuerdos antes de los tres años, aproximadamente, y su explicación es que se debe a la formación de nuevas neuronas. ¿Por qué es así?
R. Sí, el cerebro es muy especial. Aunque todavía existe debate, parece que solo hay dos lugares en él donde siguen formándose neuronas nuevas: el sistema olfatorio y el hipocampo, y no sabemos por qué. La cuestión es que para formar recuerdos necesitan establecerse conexiones y circuitos, y las nuevas neuronas interfieren con ello. Esto sucede sobre todo en los primeros años de vida. En ratones equivalentes a 3-4 años de edad en humanos hemos visto que si reducimos la formación de nuevas neuronas, esos primeros recuerdos duran mucho más tiempo. Hay otros roedores como el degú que nacen con un cerebro ya prácticamente de adolescente, como si ya pudieran conducir, y no tienen esta amnesia infantil.
P. ¿Y qué valor tienen esas neuronas nuevas en adultos?
R. Bueno, en biología no se puede hablar de positivo o negativo... Pueden ayudar a crear nuevos recuerdos, pero nosotros creemos que también pueden deteriorar otros antiguos. Posiblemente estos últimos ya no se necesitan tanto y ayuden a eliminarlos. Todavía estamos estudiándolo.
P. Es decir, que el saber sí ocupa lugar.
R. Sí, absolutamente. Puede ser un ejemplo tonto, pero yo no necesito saber dónde aparqué el coche cada día de mi vida, porque entonces posiblemente no sepa dónde lo aparqué hoy.
P. ¿Cómo se accede a un recuerdo? ¿Qué pasa en mi cerebro para que ahora, por ejemplo, quiera recordar dónde estuve de vacaciones y lo logre?
R. Para eso usamos lo que conocemos como señales internas de recuperación, y la verdad es que no sabemos mucho sobre ellas. Sabemos mucho más sobre las señales externas a través de los sentidos: una imagen, un sonido... Como si ves un cartel de Londres por la calle y recuerdas: ¡ah, el sitio donde estuve de vacaciones!
P. ¿Y cómo puede ser que la activación eléctrica de un circuito permita que representemos en nuestra cabeza una imagen, una canción?
R. Sí, es muy complicado. ¿Es realmente una imagen en mi cerebro o son todas esas neuronas disparando y a eso lo llamo una imagen? ¡No lo sé! [ríe].
P. A veces no sabemos por qué recordamos ciertas cosas y otras no. ¿Qué podemos hacer para aumentar las posibilidades de recordar algo?
R. La memoria tiene algo de emocional, pero también mucho de repetición. Si quieres recordar algo: piensa sobre ello, piensa sobre ello. Y presta atención. Los móviles o la multitarea hacen que no procesemos lo suficiente lo que queremos aprender.
P. Entonces, ¿usted prohibiría los móviles en las escuelas?
R. No es una mala idea, desde luego.
P. Hace unos días se concedieron los premios Nobel. ¿Sabe a quién se lo daría si tuviera que ser en el campo de las neurociencias?
R. Sí, esa es una pregunta muy fácil: a Brenda Milner. Ha sido muy pasada por alto, pero es una figura pionera en el estudio de la memoria, de la psicología y de las neurociencias. Tiene 104 años ahora mismo, y llevó nuestro entendimiento de la memoria a otro nivel diseñando experimentos geniales y siendo muy audaz en sus conclusiones. Por ejemplo, estudió al paciente HM, que sufría epilepsia y al que extirparon ambos hipocampos. Él podía seguir una conversación contigo, pero si salías de la habitación y volvías a entrar ya no te recordaba. Milner lo estudió sistemáticamente para ver qué podía hacer y qué no, y con ello cambió la visión que se tenía sobre la función del hipocampo. Debería ser más conocida, pero no lo es. Seguramente lo sería si no fuera una mujer. Si ella fuera un hombre, sería el hombre, que diría Taylor Swift.
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