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España se arriesga a perder peso en la UE por el bloqueo político

Bruselas alerta de que el país puede descolgarse del motor europeo si persiste la parálisis

Pleno del Congreso de los Diputados, el pasado 17 de septiembre.
Pleno del Congreso de los Diputados, el pasado 17 de septiembre.@ Julian Rojas (EL PAÍS)

Bruselas observa con tanto respeto como frustración la incapacidad de España para superar una crisis política que, con diferentes mutaciones, agita al país desde hace más de un lustro. El último coletazo, con la convocatoria de las cuartas elecciones en cuatro años, ha golpeado la credibilidad de España en unas instituciones comunitarias que, en pleno proceso de renovación, contaban con la cuarta economía de la zona euro como uno de los puntales para una Unión que afronta peligrosas turbulencias. Las fuentes comunitarias consultadas advierten de que España se expone a perder peso en la configuración de los nuevos cargos europeos. La Moncloa opone que el Ejecutivo español nunca ha influido en Bruselas tanto como ahora.

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“El mensaje hacia Madrid se ha repetido una y otra vez en los últimos meses: la estabilidad vendría muy bien ahora que llegan sacudidas económicas”, apuntan fuentes diplomáticas en la capital comunitaria. El mismo mensaje que repiten fuentes de la Comisión Europea. Otros interlocutores en esta institución matizan que hasta ahora esa pérdida de terreno —sobre todo en el diseño de políticas— no se ha traducido en hechos.

Aunque oficialmente todos los mensajes son de respeto, el descarrilamiento de la legislatura tras las elecciones del 28 de abril ha sorprendido en una capital comunitaria que veía a Pedro Sánchez como uno de los líderes europeos con más potencial a corto y medio plazo.

La incógnita que se abre ahora sobre su futuro, pendiente de una nueva cita electoral, resta enteros a un Gobierno que, pese a no estar consolidado, era tratado como una de las referencias en un Consejo de la UE con déficit de pesos pesados. “Hacía falta un líder socialista que completase el tándem Merkel-Macron y la aparición de una personalidad joven en un país tan europeísta como España se interpretó como una alineación ideal para el futuro”, señala un alto cargo comunitario.

La apuesta de Bruselas se vio reforzada por la buena sintonía personal que Sánchez logró con la canciller alemana y con el presidente francés. El jefe del Gobierno español se incorporó de facto a una troika política que desde Berlín, París y Madrid parecía dispuesta a tomar las riendas de un club comunitario cada vez más fragmentado y disperso.

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Pero la alfombra roja que la UE desplegó para Sánchez se ha recogido, de momento. Una vez concluido el periodo de gracia, Bruselas está a la espera de que se dirima el futuro del actual presidente en funciones y de que se clarifique cuál puede ser su aportación al club.

El tropiezo coincide con un momento muy delicado, política y económicamente, para los intereses españoles en Bruselas. La reciente renovación de la cúpula de la UE, con la alemana Ursula von der Leyen como presidenta electa de la Comisión, ha desencadenado la inevitable remodelación de la estructura comunitaria y el relevo de numerosísimos cargos intermedios.

El Gobierno español se había propuesto aprovechar esta oportunidad para situar importantes piezas en unos puestos que, pese a su escasa visibilidad, son esenciales para la influencia de un país en el engranaje comunitario. Un objetivo que corre el riesgo de frustrarse porque los equipos se van a formar mientras España libra su enésima batalla electoral.

“Desde luego, la coyuntura política española no ayuda a abrirse camino”, reconoce un funcionario español con bazas para colocarse en los puestos de mando del organismo comunitario. La competencia es feroz y, más allá de los activos personales de cada aspirante, la capacidad de influencia del país de origen resulta esencial para alzarse con el cargo.

“El crédito de cada país en Bruselas depende de la estabilidad que puede ofrecer”, apunta un veterano funcionario de la Comisión. “Y el de España, de momento, está como mínimo en entredicho”, añade esa fuente.

Sánchez logró en julio anotarse tantos muy jugosos en el reparto de altos cargos de la UE, con Josep Borrell elegido como vicepresidente de la Comisión y Alto Representante de Política Exterior, y la eurodiputada Iratxe García elevada hasta la presidencia del grupo socialista en el Parlamento Europeo.

La cosecha remataba una buena racha que se había iniciado con la llegada de Luis de Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo durante el Gobierno de Mariano Rajoy, y la de José Manuel Campa a la presidencia de la Autoridad Bancaria Europea ya durante el mandato socialista.

Alianzas de Gobierno

El éxito de Sánchez respondía, en gran parte, a la buena acogida que le dispensó Bruselas tras su llegada a La Moncloa. Bruselas apenas disimuló entonces que su apuesta inicial tras las elecciones del 28-A era una gran alianza entre socialistas y Ciudadanos, que hubiera facilitado una legislatura larga con un programa acorde a las directrices de disciplina fiscal y reformas pactadas en la zona euro.

La decisión de su líder, Albert Rivera, de cegar esa vía llevó a Bruselas a aceptar como mal menor una solución a la portuguesa, con un Gobierno minoritario de Sánchez apoyado en una mayoría parlamentaria de izquierdas. La fórmula se ha aplicado con éxito en Lisboa, a pesar de la hostilidad que provocó inicialmente en parte de la zona euro, con Berlín a la cabeza. Y el primer ministro socialista, António Costa, encara el próximo domingo una reválida electoral con claras posibilidades de reforzar su mandato.

Por ahora, el fracaso de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones ha desbaratado la esperanza en que España se sume a un motor comunitario que renquea y precisa de apoyos más allá de Berlín o París. La sombra de otros jóvenes líderes recibidos en el pasado con entusiasmo en Bruselas, como el italiano Matteo Renzi o el británico David Cameron, empieza a pesar en el ánimo hacia el líder español.

La mayoría de los socios europeos llevan años conviviendo con esa situación y, con mayor o menor tardanza, forjan acuerdos que garantizan la gobernabilidad del país. Pero ninguno se ha visto obligado a acudir una y otra vez a las urnas porque los partidos elegidos no logren formar gobierno. España lo ha hecho dos veces en cuatro años.

El Gobierno rechaza con rotundidad que su situación de interinidad le reste influencia en Bruselas. “Nunca hemos estado mejor en la UE, nunca hemos influido ni mandado tanto. No constato hasta ahora ninguna pérdida de peso, ni siquiera en lo que está por venir. Seguimos contando y mucho”, argumenta una destacada fuente de La Moncloa.

Los toques de atención se multiplican

Bruselas mantiene la calma ante el interminable impasse político de España, pero los toques de atención se suceden. "El contexto político del pasado año, con un cambio de Gobierno en junio de 2018 y nuevas elecciones en abril de 2019, se ha traducido en una ralentización general de las reformas", avisaba ya en febrero el informe de la Comisión Europea sobre la revisión de los desequilibrios macroeconómicos en España. La impaciencia ha ido a más con un país que se ha convertido en el más expedientado por la Comisión por el retraso o la fallida transposición de las normas comunitarias. A finales de 2018 había 97 procedimientos de infracción abiertos.

Las llamadas políticas llegan al máximo escalafón del Ejecutivo comunitario. “España tiene que recuperar la estabilidad política”, urgía el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una reciente entrevista con EL PAÍS.

Los dirigentes socialistas no son ajenos a estos riesgos. En un debate organizado el pasado jueves por la Fundación Pablo Iglesias, el secretario de Relaciones Internacionales del PSOE, Héctor Gómez, se refería al bloqueo político. “Sí, condiciona, pero el 10-N es una oportunidad para superarlo”, argüía.

Más explícito se mostró Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano. "Si el 10-N se confirma que era un paréntesis, de acuerdo; si no, van 20 años frustrando el España vuelve. Aznar lo fio todo al atlantismo; Zapatero, a la Constitución Europea y Rajoy primero tuvo la crisis económica y luego estalló el procés. Ahora, con la inestabilidad y sin Gobierno, la reputación de España en Europa va a bajar mucho", avisa este experto.

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