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El ‘barco narco’ convertido en buque oceanográfico

El campus Cei.mar remodela una embarcación decomisada con cocaína en un laboratorio

Vídeo: Juan Carlos Toro
Ángeles Lucas

Crustáceos, cocaína y microscopios. Son los tres elementos que simbolizan el devenir de un barco camaronero utilizado para el tráfico de drogas y que acaba de convertirse en un equipado buque oceanográfico destinado a la investigación. Sábanas a estrenar sobre colchones nuevos ocupan ahora las bodegas de la embarcación, donde se llegó a esconder un alijo de cinco toneladas de cocaína distribuidas en 150 fardos. Todo ese material fue decomisado en una operación coordinada por Vigilancia Aduanera en 2004. El barco fue adquirido por la Universidad de Cádiz tres años después en una subasta y reformado para ser un laboratorio sobre el mar.

Con el viento en calma, el capitán del barco, Gonzalo de la Cruz, zarpa para adentrarse en el estrecho de Gibraltar desde el puerto de Cádiz y probar las recién inauguradas instalaciones del buque oceanográfico Ucadiz, el primero dependiente de universidades en España y el único de estas características en Andalucía.

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Tras seis meses de remodelación en los astilleros de Barbate (Cádiz), el barco dispone del equipamiento necesario para estudiar el litoral, conocer datos de primera mano sobre el cambio climático y descubrir patrimonio subacuático en una de las zonas más rica en pecios.

No queda apenas rastro de los letreros escritos en griego por los fabricantes de aquel barco, que inicialmente se llamó África I, ni de los ocho narcotraficantes que fueron detenidos en la estudiada operación contra la droga, cuyo valor ascendía los 200 millones de euros.

La química solo se utilizará ahora para la investigación con el nuevo equipamiento, valorado en 1,5 millones. Organizado en los 25 metros de eslora y 7,5 de manga, el barco tiene una decena de ordenadores, varios sonar, radares, dos laboratorios flotantes, uno seco y otro húmedo, una grúa, un compresor para cargar botellas de buceo, maquinaria para extraer pruebas de flora y fauna, y un vehículo operado por control remoto que permitirá estudiar los objetos reposados en los fondos marinos desde hace siglos.

Una especie de bolsa gigante llamada red Neuston se lanza desde la borda para recoger en un bote el zooplancton parduzco de la capa superficial del Atlántico. “De la película sacamos muestras que nos da información muy variada. Por ejemplo, durante la Expedición Malaespina que hicimos alrededor del mundo en el Hespérides detectamos cinco focos de plásticos con esta red”, cuenta desde la popa Fidel Echevarría, catedrático de Ecología Marina y coordinador del Campus de Excelencia Internacional de Ciencias del Mar (Cei.mar), que, entre otras instituciones, unifica a cinco universidades costeras andaluzas, una portuguesa y una marroquí. Es la entidad gestora del Ucadiz.

“Los primeros proyectos aprobados para el Ucadiz serán el estudio de la hidrodinámica en Trafalgar y de los metales de la cuenca pirítica de Huelva disueltos en el agua. También se utilizará para controlar la calidad ambiental según las directivas de la Unión Europea y aquí se harán las prácticas de los alumnos del primer máster de Arqueología Náutica y Subacuática de España, que se imparte en Cádiz”, anticipa Echevarría, que coordina las campañas del buque, con autonomía para un mes y que puede llevar con 12 investigadores a bordo.

Sobre la extensa proa, un instrumento con 12 tubos negros enumerados dispuestos en redondo dentro una estructura blanca conforman otro aparato de estudio llamado Roseta.Todavía con las complicaciones primerizas de una máquina a estrenar, se sumerge en el agua mediante una suerte de montacargas llamado pórtico y una vez dentro puede tomar pruebas de agua a distintas profundidades. “Esto nos permite hacer estudios muy exhaustivos. Cada uno de los tubos es gestionado por control remoto desde el barco y se puede abrir para que entre el agua cuando veamos las condiciones óptimas. Es una máquina muy compleja pero muy útil.Tiene sensores que miden la salinidad, la temperatura, la concentración de clorofila, el PH, el oxígeno disuelto o los sedimentos en suspensión”, resalta Miguel Bruno, responsable científico del proyecto de remodelación del barco.

En una de las pantallas de los ordenadores del laboratorio seco, donde se sitúa el centro de cálculo y la torre de procesadores, aparece una imagen con decenas de colores formando un plano con volúmenes. Es la recreación proyectada de un lector de batimetrías, es decir, de topografías de fondo oceánico. “Tenemos una sonda multihaz que nos da los datos, que se ajustan con un gps y planos satelitales. La herramienta nos permite estudiarlo con detalle. Por ejemplo, para la arqueología subacuática es fundamental, con la batimetría se pueden ver las ánforas, las anclas, formas de objetos…”, detalla Bruno, que justifica también la apuesta por esta embarcación en línea con la inversión en la economía azul, derivada de la riqueza que pueden aportar las aguas al desarrollo de los territorios.

“Al Ceimar no puede llegar un investigador que presente un proyecto que no aporte innovación en relación estrecha con la sociedad”, apunta desde la sala de mandos el rector de la Universidad de Cádiz, Eduardo Mazo, que avanza que el próximo patrono de Cei.mar será la Confederación de Empresarios de Andalucía. “Es la mejor manera de poner nuestras herramientas a disposición de las Pymes, que no tienen siempre apartado de I+D. Así les involucramos en la transferencia de conocimientos”, añade Mazo.

Andalucía se redimensiona así en la ciencia, el medio ambiente y el patrimonio. En Cádiz, por su ubicación, los estudios sobre cambio climático son clave, así como en la investigación del patrimonio subacuático por el trasiego histórico de navíos en sus costas. “La importancia del Estrecho es descomunal para estudiar el clima en el ámbito planetario, incide de forma directa. También es una punto neurálgico de pecios”, asegura Echevarría sobre el Atlántico

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.

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