Fatouma Harber, la gesta del periodismo digital en el corazón del Sahel: “Vivo en una cierta huida”
Una activista maliense intenta sostener un medio ‘online’ como forma de resistencia ante los grupos armados, mientras estos avanzan en su estrategia de acabar con las redes de telecomunicaciones en el centro y el norte de su país
En el corazón del Sahel, los grupos armados atacan las instalaciones de telecomunicaciones. Lo hacen como una forma de financiación porque, aunque las operadoras de telefonía no lo reconocen, algunos activistas aseguran que los extremistas chantajean a las compañías. Fatouma Harber (1978, Tombuctú), militante a favor de la democracia y de los derechos fundamentales en la región, es incansable en su convicción de que la información y la comunicación son buenos antídotos contra los radicalismos. Sin embargo, la efectividad de estos apagones en las comunicaciones ha provocado largos periodos de silencio, como el que se produjo a mediados del año pasado, cuando Gao o Tombuctú (ciudades ubicadas en el centro y el norte de Malí) quedaron completamente desconectadas del mundo durante meses.
Poner la diana en las comunicaciones es una estrategia de los grupos armados para dificultar la respuesta de las autoridades ante sus acciones. Además, incomunicar a las comunidades genera en los ciudadanos una sensación de abandono que, precisamente, se convierte en caldo de cultivo para el reclutamiento y refuerza el discurso de incapacidad y despreocupación de las autoridades. El cansancio de la ciudadanía aumenta, en la misma medida en la que se agotan las esperanzas.
Harber transmite el clima que se respira en la que fue la antigua joya cultural del desierto, y lo compara resignada con el que reinaba hace una década, cuando los grupos armados llegaron a tomar el control de la ciudad: “Hay una enorme diferencia respecto a 2012. Entonces, nadie quería escuchar hablar de esos grupos. Ocuparon la ciudad durante nueve meses, pero la gente nunca se unió a ellos. Hubo una resistencia pacífica, una oposición directa. Hoy, si los grupos armados llegasen, no creo que hubiese esa resistencia”.
Desde Tombuctú, esta infatigable bloguera ve cómo se degrada la situación. “Al final”, explica, “la gente se pregunta, ¿por qué seguir siendo republicana? Incluso duda de si vale la pena que vengan los otros [refiriéndose a los grupos armados], porque puede que ellos se preocupen por su bienestar. Llegan a pensar que, tal vez, si ellos vienen, habrá un poco más de justicia; si vienen, quizá habrá alguien que escuche. Creen que acabarán con nuestro calvario, porque el Estado no está haciendo nada para ponerle fin”.
La última encuesta realizada por Afrobarometer en Malí, en 2020, reveló que solo dos tercios de los participantes preferían la democracia a cualquier otro régimen
Los ataques a las redes de comunicación tienen consecuencias prácticas en la vida diaria, y en la moral de la ciudadanía. “No solo sirven para aislar a la población, sino también para romper la relación entre la gente y los gobernantes”, insiste Harber. “Como ciudadano, cuando estás dos o tres meses incomunicado, esperas que te den soluciones”, explica la activista. “Hemos organizado marchas para pedir que se restablezcan las comunicaciones y que se reduzca el precio del transporte entre Tombuctú y Mopti (ciudad ubicada a 400 kilómetros de distancia). Le hemos transmitido nuestras peticiones al gobernador y no hemos obtenido respuesta. El Gobierno no hace nada. Es como si no existiésemos”, subraya.
Para la bloguera, el efecto de silencio dinamita la confianza de la ciudadanía, en un contexto que ya es suficientemente frágil. A pesar de la trayectoria del país, la última encuesta realizada por Afrobarometer en Mali, en 2020, revelaba que dos tercios de los participantes preferían la democracia a cualquier otro régimen y que tres de cada cuatro estaban convencidos de que “las elecciones regulares, libres y transparentes” eran el mejor sistema para elegir a los líderes.
“Nosotros podríamos representar una oportunidad de contrastar el discurso, si pudiésemos hacer nuestra labor con seguridad”. Harber se refiere así a uno de sus proyectos más recientes, en el que ha vertido su convicción activista de que la información construye sociedades más democráticas. Se trata del portal Sahel News, una web de noticias sobre el conjunto de la región. La iniciativa ha ido evolucionando a partir de un proyecto lanzado por SankoreLabs, el espacio de innovación social impulsado por Harber, que la bloguera y docente sostiene con mimo y grandes dificultades en Tombuctú. “Nuestra fortaleza es que estamos en el corazón del Sahel”, explica la redactora jefa del portal. “La mayoría de los medios nacionales nunca está sobre el terreno. Nosotros sí, y nos hacemos eco de las preocupaciones y de las realidades del Sahel. Muchos medios hablan sobre lo que pasa en la región, pero la mayoría no tienen ni un solo periodista en Tombuctú o en Gao. Se conforman con copiar y pegar artículos publicados en línea. Nosotros apostamos por artículos auténticos, originales y basados realmente en los hechos”.
En colaboración con otras organizaciones malienses e internacionales, Sahel News pretende fomentar el periodismo de investigación y educar a periodistas, una propuesta que se suma a la formación en empleos digitales, que ya desarrollaba SankoreLabs. “Es difícil mantener las condiciones de seguridad”, advierte Fatouma Harber;, “hay que prestar mucha atención y trabajar muy discretamente. Intentamos pasar desapercibidos y que no nos identifiquen cuando salimos a zonas más aisladas para hacer reportajes”. Sin embargo, la iniciativa se ha complicado en los últimos meses, debido a los problemas de seguridad, que se han sumado a los de comunicación. “Tenemos un medio en línea sin línea”, bromea hastiada Harber, refiriéndose a los constantes cortes de la telefonía e internet.
Escuchando a Harber, la Red aparece como un cordón umbilical para su lucha. “Prácticamente, todos los recursos que consigo los gasto en buscar internet. Tengo todos los dispositivos que permiten conectarse. Cuando uno no funciona, pongo en marcha otro. A veces tenemos conexión de teléfono a la una o dos de la mañana y de internet a las tres o cuatro. Pero siempre hay un móvil o un aparato que, si consigue captar un 0,01 kilobits por segundo de ancho de banda, tiene algo preparado para difundir”, comenta. “Hay algunos organismos internacionales”, añade afilando la ironía, “que permiten acceder a internet, pero no siempre tienes sintonía con ellos. Por ejemplo, en la Minusma (la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí), pero lo nuestro no es un amor incondicional. Yo les digo que tienen que irse porque no nos sirven para nada, que solo se preocupan por mantener sus enormes salarios. Y eso no les gusta”.
Lo que hago le sirve a la gente. Creo que es importante que personas como yo se queden
A pesar de la determinación de Harber, la larga trayectoria de militancia le comienza a pesar. El cambio en la actitud de la ciudadanía, que ha constatado en la última década, también le ha hecho mella. “En 2012 hacía todo el trabajo de activismo, pero era anónima. Ahora ya no es posible, todo el mundo me conoce. Por eso vivo entre Bamako y Tombuctú. Si me ves en Tombuctú, para cuando quieres venir a buscarme, ya no me encontrarás. Vivo en una cierta huida. Hago investigación y denuncia en las redes sociales, así que no tengo más remedio. En Bamako también estoy un poco escondida, en una zona militar que, sin embargo, tampoco da garantías”, cuenta la bloguera, mientras recuerda cómo se ha revelado ante la adversidad. “Al día siguiente del golpe de Estado (ocurrido hace un año) les dije a los militares: ‘haced nuestras elecciones y marchaos’. Pero creo que no les gustó, porque no quieren marcharse”.
“Piensa cuál sería mi destino o el de cualquiera en la misma situación que yo, si un día esos grupos armados consiguen el control. O te vas o te fusilan, está claro. Pero el Gobierno de Malí parece que no se da cuenta”, comenta cansada. Harber aparta rápidamente los nubarrones que aparecen en la conversación. “Soy resiliente”, afirma categórica como para recordárselo a sí misma. “En realidad no quiero irme de Tombuctú. Tengo cosas que hacer allí. Lo que hago le sirve a la gente. Creo que es importante que personas como yo se queden.”
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