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tribuna
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‘American Psychobro’: vuelve el capitalismo sádico

Ya sea como villano o como héroe, el protagonista de la famosa novela de Easton Ellis parece más actual que nunca en tiempos de Musk y Trump

Christian Bale, en 'American Psycho'.
Christian Bale, en 'American Psycho'.
Lucía Lijtmaer

Masaje facial semanal, sauna en días alternos, antifaz de hielo para paliar las bolsas al amanecer. Mil abdominales varias veces al día, corte de pelo a la navaja cuando se antoje, barbero personal con hidratación de colágeno siempre que quiera. Y tras tanto cuidado minucioso, partirle la tráquea con un hacha al que te toque los huevos cuando te salga de los idems. Esa es la rutina de Patrick Bateman, el protagonista de la novela American Psycho, de Bret Easton Ellis, cuya adaptación cinematográfica cumple ahora 25 años.

Recordemos: Bateman es un yuppy de 26 años que se dedica en Wall Street a la fusión y adquisición de empresas en la década de los ochenta. Viene de buena familia, no tiene amigos de verdad, solo relaciones sociales y empresariales y le dedica la misma pasión a describir los platos de nouvelle cuisine con los que él y sus amigos se deleitan por las noches que a descuartizar cuidadosamente a sus víctimas. A las que, por cierto, no elige siguiendo ningún patrón. Bateman es un verdadero libertario: mata sin distinciones de edad, raza o clase social. Aunque en materia de género es bastante selectivo: mata sobre todo a mujeres.

Pese a que el personaje se creó sobre el papel hace más de 30 años y se llevó a la pantalla hace algo menos, en los últimos tiempos su materialización de la mano del actor Christian Bale aparece en memes por doquier en todas las redes. Tenemos imágenes de Bateman bailando con un hacha, riendo psicóticamente con la cara cubierta de sangre o simplemente sonriendo de manera irónica y sexi. ¿Por qué está este ser de ficción tan presente hoy?

Resulta sorprendente ver cómo un personaje que fue creado como crítica a la era Reagan ahora es idolatrado en muchos foros de incels obsesionados por su apariencia física, como si fuera un verdadero icono contemporáneo. Que lo es. Bateman, con sus flexiones y abdominales, es la encarnación de la cultura del esfuerzo, de la idea del sacrificio, según la cual si realmente lo deseas puedes conseguir no solo el cuerpo perfecto, sino todo lo que ambicionas. No deja de ser irónico, ya que Bateman en la ficción no es otra cosa que un nepobaby con tendencias psicópatas —Patrick es el hijo del dueño de la empresa en la que trabaja, y, como muchos otros pijos en su situación, no quiere ni tocar ese tema—.

Hace apenas tres meses, se anunció que Luca Guadagnino adaptaría de nuevo American Psycho. El regreso de Patrick Bateman es, pues, inminente. Y tiene sentido. El mayor icono del yuppy que conocemos en la cultura pop vuelve de la misma manera que toda tendencia cultural y social es pendular.

En este caso, su masculinidad responde casi como espejo a la cultura contemporánea del criptobro. Bateman especulaba en los ochenta con acciones de Bolsa, y en la actualidad sus fans son producto de la era cripto. El “club de chicos de Silicon Valley”, como describe la periodista Emily Chang en Brotopia, es simplemente una actualización misógina del yuppy Bateman que idolatra a Donald Trump y sueña con coincidir con él en alguno de los restaurantes de moda.

Hablando de Trump: no es casual que Bateman vuelva ahora como expresión del capitalismo más salvaje, ostentoso y amoral. Ya sea como villano o antihéroe admirado, su figura parece más actual que nunca.

En los foros se discute si Bateman, el personaje, es un ejemplo de macho alfa (dominante) o un macho sigma, un lobo solitario que no sigue las jerarquías ni las convenciones, y desprecia a las mujeres. Su misoginia y su estética yuppy son alabadas sin tener en cuenta la comicidad implícita de la obra literaria o la más explícita de la cinematográfica. Lo mismo pasa con Tyler Durden, encarnado por Brad Pitt de El club de la lucha, también adorado por incels y machos cripto. Ambos protagonistas fueron creados por dos escritores estadounidenses —Easton Ellis y Chuck Palahniuk— que pretendían satirizar los problemas de la masculinidad de los noventa con sendos villanos a la deriva. Ambos personajes de ficción ahora se han convertido en significantes vacíos para la nueva generación Z. Bateman, especialmente, se despoja en este presente de su concepción como farsa y es ahora, simple y llanamente, un modelo aspiracional.

En estos días circula un clip de vídeo en las redes: en su discurso de toma de posesión, el presidente Donald Trump declaró que el golfo de México se convertiría en el golfo de América. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton estalló en risas incrédulas, y pudimos ver a su esposo, el expresidente Bill Clinton, intentando hacer callar a su esposa. La risa de Hillary era adulta y burlona, y además de expresar el sentir de muchos ciudadanos, hacía quedar a Trump como un chiquillo estúpido. Recordé las palabras de Easton Ellis, creador de Patrick Bateman, cuando le preguntaban por el papel de las mujeres en la novela, que muchos consideran “problemático”. Con sorna, contestó: “Claro, como si los hombres en la novela salieran mejor parados…”.

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Sobre la firma

Lucía Lijtmaer
Escritora y crítica cultural. Es autora de la crónica híbrida 'Casi nada que ponerte'; el ensayo 'Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta' y la novela 'Cauterio', traducida al inglés, francés, alemán e italiano. Codirige junto con Isa Calderón el podcast cultural 'Deforme Semanal', merecedor de dos Premios Ondas.
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