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tribuna
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Ya votamos, ¿y ahora qué?

Terminamos un ciclo electoral histórico a nivel global con la sensación de que la democracia está más amenazada que nunca

Varias personas esperaban su turno para depositar el voto en las elecciones regionales en Aceh (Indonesia), el pasado 27 de noviembre.
Varias personas esperaban su turno para depositar el voto en las elecciones regionales en Aceh (Indonesia), el pasado 27 de noviembre.HOTLI SIMANJUNTAK (EFE)

Este 2024 ha sido un año electoral histórico en el que más de 1.600 millones ciudadanos han sido llamados a depositar su voto en una urna. Los ciudadanos de más de 70 países han tenido que decidir el rumbo de sus naciones y, sin embargo, terminamos este ciclo con la sensación de que la democracia está más amenazada que nunca.

Es evidente que hay una desconexión entre los ciudadanos y sus gobernantes. Su escepticismo y falta de confianza no debería sorprendernos. No estamos dejando un mundo sencillo, especialmente a las nuevas generaciones. El cambio climático, la falta de oportunidades económicas y de justicia social, la crisis global de vivienda… Esto ha ido erosionando poco a poco el ideal democrático y ha hecho que nuestras sociedades, y la juventud en particular, estén al frente de una creciente ola de desconfianza hacia las instituciones democráticas que cada vez afecta a más países.

La polarización política que se va extendiendo alrededor del mundo ha puesto de manifiesto un problema fundamental al que se enfrentan muchos de nuestros gobiernos: ¿es posible que la democracia representativa haya dejado de representarnos?

La respuesta puede que no nos guste, pero los números hablan por sí solos. Menos de un 30% de los escaños parlamentarios a nivel mundial están ocupados por mujeres, y también son menos de 30 los países que están gobernados por mujeres. Y aunque la cifra es mejor que hace algunos años sigue siendo el reflejo de un problema crónico. A este ritmo tardaremos unos 130 años en alcanzar la igualdad de género.

Para hacernos una idea de la gravedad del asunto. Una bolsa de plástico tarda unos 100 años en descomponerse. Si usáramos esa bolsa hoy mismo, esta desaparecería de este planeta y todavía las democracias no habrían alcanzado la igualdad de género. ¿Cómo puede nuestro sistema de representación olvidarse de la mitad de las personas a las que pretende representar?

Los gobernantes deben preocuparse y ocuparse de que las instituciones sean un fiel reflejo de la sociedad a la que buscan representar.

Un ejemplo de representación paritaria sin precedentes fue la Convención Constitucional de Chile en 2022, donde la mitad de las delegadas fueron mujeres. Esto fue un hecho que posicionó al país como un referente en igualdad de género en la vida política. Aunque la propuesta de Constitución fue rechazada, el proceso sirvió para demostrar que las democracias pueden avanzar hacia la inclusión y, también, para reclamar espacios de diálogo democrático fuera de ciclos electorales.

Tenemos una responsabilidad común de seguir transmitiendo a las nuevas generaciones el inmenso poder que tiene un voto para provocar cambios. Los representantes públicos tienen que ser conscientes de esa responsabilidad. Y los ciudadanos de que son ellos los dueños de las instituciones y que la democracia es mucho más que votar cada cuatro años.

Con todas sus imperfecciones y todo lo que queda por avanzar tenemos que estar agradecidos a la democracia por el progreso y la paz que ha traído al planeta. Podemos estar más o menos de acuerdo con las decisiones que salen de las urnas. Pero siempre respetarlas y enseñarles a las generaciones más jóvenes que, a pesar de que muchas veces parezca que se acerca la tormenta, la democracia nos ha traído más avances como sociedad que ningún otro sistema de gobierno en la historia.

Iniciativas como Thank You Democracy (Gracias democracia) de la Global Democracy Coalition y liderada por Club de Madrid son fundamentales para que esos logros conseguidos en democracia no caigan en el olvido. Desde el sufragio universal femenino hasta el matrimonio igualitario. Queda todavía mucho por conseguir y para ello tenemos la responsabilidad de cuidar la democracia como uno de nuestros bienes más preciados. Y ser justos con ella.

Este año de elecciones nos deja muchas lecciones. Pueblos ilusionados y otros desesperanzados. Y yo personalmente lo acabo más convencida que nunca de que debemos ponernos en marcha para construir una democracia preparada para el futuro. En la que los ciudadanos vuelvan al centro de la discusión. De dónde nunca debieron salir.




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