Un candidato regionalista, una oposición quebrada
La amnistía es el argumento que Feijóo utiliza para no enfrentarse a la realidad de que no tiene la mayoría parlamentaria para ser investido
El último de los pactos que el candidato Alberto Núñez Feijóo expuso en su intervención inicial era el espinoso: el territorial. ¿Cómo hacerlo para no pincharse? Reivindicó al presidente que fue en Galicia y repasó los contactos que había mantenido con presidentes autonómicos durante los últimos meses. Paseó su discurso por la geografía española para especificar cuáles eran las demandas de las partes que forman el todo. De Ceuta hasta la Asturias desindustrializada. De Valencia a Extremadura, sin olvidar el compromiso con Madrid para que recupere la autonomía fiscal. Y al final del recorrido, su final: Cataluña. Sin referirse, como hizo hace pocas semanas, al concepto clásico del encaje. Sin el apoyo de Junts, ya no toca. Era una comunidad más con sus problemas, una como todas: que si el regreso de las empresas que cambiaron de sede en 2017 o el volumen de impuestos que pagan los catalanes.
Pero en las puertas del hemiciclo, a dos presidentes autonómicos que lo respaldaban, al ser entrevistados antes del inicio del debate, solo se les escuchó hablar del chantaje independentista y del fantasma de la amnistía. Programa regionalista dentro y ataque al Gobierno por sus tratos con el independentismo. Esa era la fórmula. Desde la primera palabra del discurso, tan vehemente que recordó al Feijóo del debate electoral, el candidato atacó al presidente en funciones por la posible aprobación de esa ley. Amnistía o Constitución. En el fajo de papeles que llevaba estaba impresa la fotografía de la manifestación del pasado domingo. Habló 20 minutos como líder de la oposición, como argumento de desgaste. Porque, efectivamente, este será el elefante en el Congreso durante meses. A la vez, es el argumento que el candidato utilizó para no enfrentarse a otra realidad. No tiene la mayoría para ser investido. Vox, radiactivo, está allí. Es el otro fantasma.
Vox, que Feijóo caracterizó como partido unitario, es el ángulo muerto de su reiterada interpelación a Junts y al PNV. “¿Les han votado a ustedes para que se aplique la política económica de Podemos?”. No, claro, y Feijóo querría que fuesen sus aliados naturales, como en el pasado. Pero ahora no es realista. Un par de horas antes, en el Parlament de Cataluña, el president Aragonès, que habló de la amnistía como punto de partida, afirmaba que “Feijóo fracasará porque Cataluña lo ha derrotado”. Estamos aquí, en esta dialéctica, aquí seguiremos. No es fácil que el PP pueda conseguir los apoyos suficientes en Cataluña y el País Vasco presentándose solo como un candidato regionalista para una España con un problema por resolver.
Así acabó la sesión de la mañana, pero a primera hora de la tarde la jornada adquirió un sentido inesperado. Era improbable que el presidente en funciones replicase. Lo más lógico habría sido el portavoz socialista. Pero lo que ocurrió fue que subió al estrado un diputado que había aprendido retórica en la escuela barriobajera del Alfonso Guerra punki. Su discurso enfangó, quebró la estrategia de Feijóo. Dejó de ser a la vez oposición y candidato. Y, al evidenciarse esa contradicción, el apoyo de partida que la amnistía ya tiene en el Congreso empezó a manifestarse. Sumar, sin dudarlo.
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