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DEBATE DE INVESTIDURA
Columna
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La “repartidora” conservadora

El candidato fue dadivoso en la parte económica de su mitinero discurso. Regaló agujeros, silencios, gastos sin ingresos. Lo cifró todo a un crecimiento voluntarista

Alberto Núñez Feijóo sube a la tribuna de oradores para dar su discurso de investidura.
Alberto Núñez Feijóo sube a la tribuna de oradores para dar su discurso de investidura.Claudio Álvarez
Xavier Vidal-Folch

Convirtió en agujeros casi todos los grandes debates económicos actuales. Obvió o pasó de puntillas por la excepción ibérica, que había combatido en campaña electoral: no es un tema antiguo, sino el que permite que la consiguiente rebaja de precios eléctricos sitúe a la inflación española en el 2,6%, menos de la mitad que el 5,3% de la eurozona. Igual hizo con el impuesto a eléctricas y bancos, aunque hace algunas semanas se resignaba al mismo. O con la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, prometida en su programa electoral. Enmudeció sobre la senda de aumentos de las pensiones, salvo una referencia indirecta a su sostenibilidad. Calló sobre la reforma laboral (salvo su insidiosa duda sobre los fijos discontinuos), quizá porque un Gobierno del PP, el de Rajoy, ostenta el récord de desempleo, el 26,94% (2013), frente al 11,6% actual. Y por supuesto, de ninguna manera celebró que la revisión de datos macroeconómicos haya equiparado a España con los grandes países en el mismo momento (segundo trimestre de 2022) en vez de con un año de retraso, dato a la postre falso con el que ha intentado desacreditar a Pedro Sánchez durante meses.

Construyó una “repartidora” de gastos, como amo de casa quebrado: anunciando fiestas sin mencionar ni estimar su factura, ni los ingresos fiscales con los que honrarla. Así, postuló ampliar (a pescados y carne) la rebaja del IVA alimentario y extenderlo temporalmente (hasta que baje la inflación), algo socialmente razonable, pero que contraría las recomendaciones europeas y del FMI: y sus propios juramentos de rigor presupuestario y protestas por la deuda, aunque él mismo la multiplicó por tres en Galicia. Prometió transporte público gratuito, “de acuerdo con la renta de los usuarios”, receta casi imposible de aplicar con exactitud y celeridad, y que no aplica Isabel Díaz Ayuso en el laboratorio geográfico del PP. Mejorar el acceso al ingreso mínimo vital —aspiración que comparte con PSOE y Sumar— supondrá más recursos. Y su súbito fervor por un salario mínimo que alcance el 60% del salario medio (ya está casi ahí) es redundante con la línea seguida por el sanchismo.

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Así que lo cifró todo a un crecimiento del 2,5% anual durante una década. ¡Qué vértigo, tan largo plazo, sin estudios sólidos en que apoyarse! Y al tiempo, qué escasa ambición diferencial, si el Banco de España pronostica un alza del 2,3% este año y Bruselas, un 2,2%. La sustenta en políticas de oferta (apoyos a emprendedores… pero ya existe la celebrada ley Crea y Crece), de formación (pero ya existe una excelente ley de Formación Profesional dual), y de estímulo a la inversión extranjera: aquí hizo trampas selectivas, al escoger un solo trimestre de descenso (el segundo de este año, un 76% por razones bastante excepcionales), olvidando los resultados récord de 2021 y 2022. Vuelva en septiembre.

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