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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cohesión territorial post 23-J

Tras cuatro años con un Gobierno de coalición progresista, el independentismo cae al 27% de los votos en Cataluña

Pedro Sanchez y Salvador Illa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en un acto de campaña en Barcelona, el 16 de julio.Andreu Dalmau (EFE)
El País

La victoria clara de los socialistas en Cataluña y el País Vasco (pero también en Canarias o Extremadura, rozando el 40%) ha sido parte central no solo de la resistencia del PSOE el 23-J sino del aumento en casi un millón de votos de su respaldo, pese a su escasa traducción en escaños (dos). Sin embargo, el significado de ese resultado, pese a ganar el PP las elecciones, es fundamentalmente político: la cohesión territorial de España está hoy mucho mejor asegurada que en 2017 o en 2019 y, por tanto, el temor a una hipotética y hoy cuando menos improbable quiebra de su unidad pierde el poco sentido que ya tuvo durante la legislatura. Pese a la retórica alarmista, España ha dejado de vivir la tensión separatista de Cataluña y Euskadi como una crisis de Estado. La grave crisis constitucional vivida hace cinco años tuvo una dimensión que trascendió a Cataluña y hoy se ha disipado como amenaza, tal como indican de forma inequívoca los resultados electorales.

La derecha ha hecho causa mayor del apoyo externo que el independentismo catalán y vasco de ERC y EH Bildu ha prestado a un Gobierno de coalición progresista, pero el resultado electoral ha avalado esa política de pactos y negociación en ambas comunidades, donde quedan primeros los socialistas. Particularmente en Cataluña, la efectividad de las políticas pacificadoras y de renegociación con la Generalitat ha generado una reducción global del voto independentista que va más allá de la anécdota cuantitativa: la CUP pierde 150.000 votos y sus dos escaños, Junts tiene una cifra de apoyo del 11% y siete diputados (pero pierde otros 140.000 votos) mientras que ERC es el mayor damnificado de haber cooperado activamente en restituir la negociación como instrumento político al perder la mitad de sus votantes: mantiene siete diputados, pero pierde 400.000 votos. Las sumas globales indican que en torno a más de 700.000 votos del independentismo o bien han preferido la abstención o bien han escogido la papeleta socialista para convertir al PSC en el principal partido en Cataluña con mucha diferencia, aunque sin repetir las cifras históricas de los tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero. Los 1.200.000 votos que recoge el PSC y sus 19 diputados están cerca de doblar todo el conjunto del voto independentista. Los seis diputados que obtiene el PP en Cataluña triplican sus anteriores resultados y significan una reconciliación con parte del electorado conservador y quizá el primer paso para que la ecuación de una España unida (que incluye a Cataluña y al País Vasco) pase por el reconocimiento de Cataluña tal como es hoy social y políticamente.

Las aspiraciones independentistas han vivido su propia penitencia democrática con datos depresivos. Su desconcierto actual obliga necesariamente a aplazar cualquier batalla por la independencia a la vista del 27% del electorado catalán que hoy aspira a un Estado propio, sumando el voto de ERC, Junts y la CUP. Solo la suma de PSC y Sumar asciende a 1.700.000 votantes, además del casi medio millón de votos que obtiene el PP (tercera fuerza) y los 270.000 de Vox, es decir, cerca del 70% del voto ha sido no independentista. El Gobierno de coalición progresista ha disminuido el respaldo a la secesión precisamente desde el reconocimiento a la legitimidad del independentismo político por cauces democráticos protegido por la Constitución. La vía política y reformista puede y debe ser la ruta más inteligente para asentar la convivencia no solo en Cataluña sino en el conjunto de España.


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